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31/05/2021
Articulista Invitado

Ángeles y demonios

Carlos Armando Cardozo
Carlos Armando Cardozo

Los últimos días los medios de comunicación han hecho seguimiento a los diferentes operativos realizados por personeros públicos en relación a los precios en los medicamentos y algunos insumos para la atención de pacientes en las Unidades Terapia Intensiva (UTI).

Un medio en particular tomo mi atención por el desparpajo con el cual levantaba el dedo acusador y exigía a grito pelado que se sancione a los “especuladores” haciendo coro a la representante máxima de Agencia de Medicamentos y Tecnologías en Salud (Agemed). La misma mencionaba que ellos habían estipulado un margen de utilidad máximo de 30% para que las importadoras de medicamento puedan sumar a sus productos antes de entregarlos a las farmacias. ¿Por qué el 30%? ¿Por qué no 20% o 40%? Oh sorpresa, ni ellos mismos tienen claro él porque, esto raya en lo subjetivo, en la lógica irresponsable de tanteo y ojo de buen cubero de burócratas que no se dan cuenta del daño que le hacen a los más empobrecidos.

Curiosamente el Régimen Arancelario vigente en Bolivia para los productos farmacéuticos maneja tasas nulas en la mayoría de insumos, incluidas las vacunas para el COVID-19, sin embargo, existe una condición; las importaciones beneficiadas con este tipo de alivios por la pandemia son contrarrestadas por la excesiva presión fiscal que ahoga a las importadoras de medicamentos.

No cualquiera puede importar, para eso uno tiene que introducirse al camino tortuoso de la formalidad boliviana. Donde no tienen escapatoria del control absoluto del Estado. Ahí es donde se encarecen los medicamentos.

La poca oferta formal aún en pie, las importadoras de medicamentos, suman al precio de sus productos el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y el Impuesto a las Transacciones (IT), para colmo tienen que pagar el Impuesto a las Utilidades de Empresas (IUE anualmente. Veamos, el IVA es un impuesto que se incorpora por dentro del precio, es decir este es fácilmente trasladado al consumidor (dependiendo del producto o servicio) en mayor o menor proporción. El IT que grava los ingresos brutos ya toma en cuenta el precio (incluido el IVA), la lógica es muy sencilla, multiplicamos la cantidad vendida por el precio del bien o servicio para encontrar el valor del ingreso bruto; a diferencia de lo que muchas personas creen el IVA en el papel tiene una alícuota de 13% sin embargo, cuando se contextualiza esta llega a ser una tasa efectiva de 14,94% justamente por la capacidad de trasladar a través del precio el costo del impuesto al consumidor final.

Ahora bien, ya conociendo la contraparte a la versión más obvia mencionada por los medios de comunicación estamos en condiciones de responder a la siguiente interrogante ¿Quiénes son ángeles y quiénes son demonios? 

Pues bueno los pocos ángeles que quedan son esos empresarios, esos emprendedores que aun presionados, perseguidos e incluso calumniados por medios de comunicación irresponsables que replican de manera inconsciente falsedades basadas en “prejuicios morales”, en Bolivia abundan las personas con complejo de “Robin Hood”. Sencillamente, sin ellos la oferta de medicamentos registraría una mayor escasez de que hoy vemos.

Los Demonios por su parte, están encarnados en toda la burocracia de la Administración Pública, sus ejecutores el Sistema de Impuestos Nacionales y la Aduana Nacional, que a los ojos de sus portavoces son entidades “generadoras” de recursos públicos cuando ningún mérito puede arrogarse.

Las mentes maquiavélicas detrás de esto son políticos, burócratas que viven y usufructúan a través del Estado. Hay una frase bastante elocuente para reflejar lo básicos que son el grueso de políticos, sus motivaciones y objetivos:

“Político pobre es un pobre político”, la política y el dinero, una inversión necesaria para acceder al poder, una vez ahí “lucrar” bajo la fachada del Estado. Acoso fiscal, corrupción, tráfico de influencias, extorsión judicial o construcción a medida de normas y leyes para gravar a los ciudadanos, son algunos ejemplos de las innumerables formas que tiene un burócrata o político para convertir su poder en una “mina de oro”.

Son las instituciones que hacen al Estado las que muchas personas exigen intervengan por ellos, vaya ironía, las victimas exigiendo que su victimario interceda por ellos. Esto va más allá del síndrome de Estocolmo, esta es una “posesión demoniaca” de la opinión pública. Si generar recursos públicos a costa de las empresas y contribuyentes individuales financiarse para mantener la maquinita de reproducción del poder funcionando perpetuamente puede ser considerado “noble” pues algo malo sucede con nuestra sociedad.

En conclusión, la próxima vez que soliciten la intervención de algún burócrata a la cabeza de cualquier institución pública, ya sea para que “controle los precios” o impida que personas inescrupulosas “lucren” con la salud de la gente pregúntense antes a quién le están rezando ¿A un ángel o a un demonio?

*Carlos Armando Cardozo Lozada

Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía 



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