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Surazo | 07/09/2023

Albertina Sacaca y Wendy Callaú como ejemplos de racismo

Juan José Toro
Juan José Toro

Wendy Callaú Durán nació en Santa Cruz de la Sierra en 1994. Estudió ingeniería comercial en la privada Universidad de Aquino pero no inició su carrera de inmediato por la atención que le puso a su participación en Miss Santa Cruz 2017 y la invitación que recibió para formar parte del cuerpo de baile del grupo musical Maroyu.

Albertina Sacaca Callahuara nació en la comunidad Jatun Cancha Baja, municipio de Ocurí de la provincia Chayanta, en el norte de Potosí. Debido a que su numerosa familia, de siete hermanos, no encontraba alternativas de sobrevivencia en su comunidad rural, emigraron a Sucre, donde sus abuelos tienen un terrenito, en el barrio popular de Lajastambo, y allí su padre, que es albañil, comenzó a edificar una modesta vivienda, alternando con sus trabajos eventuales.

Wendy ganó mayor popularidad por su indudable carisma. Debido a que es una cuestión subjetiva, que depende de enfoques, es difícil decir si creció en imagen por Maroyu o fue al revés. El hecho es que, entre ese trabajo y otros, especialmente de modelaje, empezó a ahorrar con el propósito de iniciar un negocio propio.

Albertina también tiene carisma y es precisamente este el que, sumado a su naturalidad, le ayudó a ganar seguidores rápidamente en las redes sociales, cuando comenzó a subir videos con el simple propósito de distraerse en los descansos de sus múltiples trabajos. Se convirtió en todo un fenómeno que, a la fecha, tiene más de 6 millones de seguidores en Facebook, más de 3 millones en TikTok y casi 240.000 en la difícil YouTube.

Aunque hacía noticia de vez en cuando, Wendy se convirtió en repetitiva atención de los medios cuando declaró que no había buen ambiente laboral en Maroyu. Desde entonces, son raros los días que no se publica algo de ella. Por eso es que sabemos que se retiró del grupo y, gracias a sus ahorros, se convirtió en empresaria porque abrió un lugar de entretenimiento nocturno en La Paz.

La primera gran polémica de Albertina estaba relacionada con el dinero. Un desconocido filtró un audio en el que ella pedía mil dólares por servicios de publicidad en sus cuentas. La filtración se convirtió en un escándalo pese a que especialistas en el todavía nuevo negocio de las plataformas virtuales, como Marcelo Durán, dijeron que la suma es baja en relación al alcance mundial que tiene la potosina.

Y es que Callaú tiene indudables méritos, pero Sacaca ha trascendido fronteras porque tiene millones de seguidores en el exterior, incluidos varios famosos. La muchacha es la segunda indígena a nivel mundial con mayor número de seguidores —la primera es, con escaso margen, Marciele Albuquerque, de Brasil— y eso la convierte en una celebridad internacional.

Las dos son figuras públicas, motivadoras de seguimiento periodístico, pero solo Albertina tiene un enorme caudal de “haters” (personas que odian) que la atacan constantemente y, de paso, a los medios que le damos cobertura. En sus mensajes, nos critican por publicar sobre ella y nos dicen que debemos ocuparnos de temas más importantes. Muchos dicen que ella no trabaja ni estudia —pese a que la producción de videos es un trabajo agotador— e ignoran, o fingen ignorar, que está cursando una carrera universitaria.

La prensa publica que Wendy está viajando y pocos critican. El trato hacia Albertina es distinto: la atacan y le piden callar.

Por lo ligeramente expuesto, es obvio que las reacciones disímiles ante estos fenómenos mediáticos tienen que ver con la apariencia: Wendy es una mujer oriental de piel clara y Albertina una andina de piel morena, sin mencionar otras diferencias, que sería caer en comparaciones. 

Entonces, hay mucho de racismo en el odio —y envidia— hacia la nortepotosina.



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