Su primera declaración luego de ser posesionado como ministro de Justicia y Transparencia, el 9 de noviembre de 2020, me despertó la esperanza en que por lo menos había una nueva autoridad que parecía entender el mensaje de las elecciones de octubre de ese año y que estaba decidido a liderar un proceso de reconciliación.
Luego, al hablar con algunos de sus colegas del foro esa esperanza cobró más fuerza. Me contaron que usted era un profesional con buena formación, que colaboraba a la Iglesia católica, de la que soy parte, y sobre todo que prestaba apoyo a un extraordinario obispo y amigo, Eugenio Scarpellini, mención aparte de que usted sería cercano al Opus Dei.
Con esos antecedentes, cuando anunció la conformación de un equipo plural de abogados para preparar una propuesta de reforma el sistema judicial pensé que la mano de Eugenio estaría ayudando a que usted tome buenas iniciativas. Pero, al mismo tiempo, y recordando los 14 años de gestión del MAS y más concretamente, la de su predecesor masista en el cargo, sentí como periodista que ha tenido que husmear a lo largo de su vida profesional en los meandros del poder, que algo no cuadraba y que era poco menos que imposible que los dirigentes del MAS y muchas de las autoridades de su gobierno dieran curso a la iniciativa.
Efectivamente, tuvo que dar un paso atrás y ahí comenzó a declinar mi esperanza porque, en vez de denunciar claramente la causa del fracaso de esa propuesta, buscó algún chivo expiatorio para explicarla, tratando de salvar responsabilidades y lavar la cara de su gobierno y partido.
Luego, de un día para otro anunció pomposamente que retomaría la demanda de promulgar una ley de acceso a la información pública. Recuerdo que José Luis Aliaga, de Radio Erbol, nos convocó a usted, a Lupe Cajías y a mí para hablar sobre el tema. Con Lupe le sugerimos que cuide su propuesta porque podía ser desbaratada por su partido, extremo que usted negó y se comprometió a que máximo en un par de meses el proyecto se estaría debatiendo en la Asamblea Legislativa... ya pasan más de 15 meses de esa oferta, y no hay nada...
A continuación, usted se metió en el relato de que no hubo fraude sino golpe de Estado y su despacho y usted mismo se convirtieron en los ejecutores de una campaña deshonesta, irresponsable y violatoria de los derechos humanos, mintiendo con descaro, forzando normas y justificaciones, negando, en fin, la formación profesional y religiosa que tiene. Todo, en favor de sus mandantes, particularmente del expresidente fugado y su entorno, que necesitan cambiar la historia para maquillar su cobarde huida en noviembre de 2019.
Seguramente para tratar de encontrar algún respaldo y amortiguar los reclamos que parte de su propia conciencia le hace, promovió la visita al país del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la independencia de los magistrados y abogados con el propósito oficial de “examinar, en un espíritu de cooperación y diálogo, la situación de la administración de justicia”.
Para su mala suerte, pero en beneficio del país, el relator, Diego García-Sayán, cumplió su papel adecuadamente, mostró con lenguaje diplomático pero contundentemente la crisis judicial que atravesamos y, lo que en verdad usted no esperaba, la abierta injerencia del poder político del gobierno y el MAS en ella. Peor aún, realizó declaraciones denunciando el manipulado e ilegal juicio en contra de la expresidenta Jeanine Añez.
Como sucedió con la auditoría vinculante de las elecciones de 2019 pedida a la OEA por el gobierno de entonces en carta y convenio suscritos por el entonces ministro de ¿Justicia? Héctor Arce, como no les gustó la conclusión de que hubo fraude en esos comicios, ahora se rechaza y acusa de injerencista al del Relator, porque en su informe no dice lo que las autoridades querían que dijese. Y usted, ministro Iván Lima, está orquestando, esta vez, esta campaña.
Con estos antecedentes, ¿puede usted dormir tranquilo, ciudadano Iván Lima?
Juan Cristóbal Soruco es periodista