Siento que estoy como una madre de cuatro hijos menores, con marido machista, al atardecer de un día de cuarentena rígida: ganas de decretar que la noche ya ha llegado, cerrar las cortinas y mandar a los cinco a la cama a dormir o en completo silencio para recuperar algo de tranquilidad.
Es que agobian a la ciudadanía la seguidilla de desaciertos que cometen las autoridades de gobierno, la virtual “clanestización” de la administración de justicia, el uso de la mentira como requisito para ser dirigente del MAS o autoridad de gobierno, las reiteradas convocatorias a la violencia y el uso despótico y prebendal de los recursos del Estado lanzadas por el gurú del partido, por citar lo más destacado de estas semanas.
Se siente más agobio aun cuando, sea por profunda sordera o cinismo, las autoridades del gobierno no entienden ni atienden los mensajes de la ciudadanía de reconciliación y reestructuración de una institucionalidad democrática que no esté al servicio del gobernante de turno, como el último que se dio en las recientes elecciones subnacionales.
No lo hacen que a que el país está atravesando por dos profundas crisis, la provocada por el Covid 19 y la económica, ante las cuales las autoridades sólo muestran negligencia y vocación de confrontación, en alianza con sus escribidores y dirigentes de organizaciones sociales cooptados, que tratan de maquillar esos defectos intensificando el uso de la mentira y creando enemigos a abatir de acuerdo al público y la circunstancia.
En este último tiempo se han llevado la flor en ese comportamiento el Presidente del Estado, sus ministros de Salud, Gobierno y Justicia, el expresidente fugado y su gurú intelectual, y todo fiscal que aparece incoando procesos contra gil y mil, siempre que sea solicitado por el Órgano Ejecutivo.
Todo ello me agobia y me impide ver más allá del árbol y, ni qué decir, de treparme a él para revisar desde las alturas, por un lado, nuestro pasado que tiene tanto que enseñarnos y, por el otro, buscar horizontes de manera que, en medio de tanto estiércol, pueda difundir comentarios sobre hechos que generan esperanza en el futuro… porque los hay.
Pensando en el pasado, en estos días se celebra un aniversario más de la Participación Popular, propuesta que ha arraigado en los bolivianos y que ni la unión de todos sus adversarios, no tanto por la medida en sí, sino como por su autor principal, el ex Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, ha podido revertir. Y si el país pudo avanzar por ese camino, ¿por qué no tener la esperanza de que superadas las actuales circunstancias sigamos abriendo procesos similares que impliquen una amplia inclusión ciudadana y más equitativa redistribución de recursos?
Pensando en el presente, ¿cómo no valorar la capacidad de la ciudadanía de separar la mies de la paja en cada elección, como ha sucedido en las tres últimas (2019, 2020, 2021)? Y a nivel planetario, ¿cómo no admirarnos del desarrollo de las ciencias y a que sobre la acumulación de conocimiento se ha podido crear las vacunas en contra del Covid 19 en tan poco tiempo?
…Tienen razón, estas miradas son insuficientes para eliminar la sensación de agobio. Pero, no nos queda otra que recuperar algo de fe para sobrevivir estos trances.
Fe en que, como ha sucedido a lo largo de la historia, en algún momento cambiarán las cosas, se impondrá la racionalidad y se recuperarán principios y valores básicos para garantizar una convivencia pacífica y democrática...
Juan Cristóbal Soruco es periodista.