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El Tejo | 08/03/2020

Adversarios, no enemigos

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco

Escribí en mi cuenta de Facebook sobre mi cada vez más sólida convicción de que la mentira es inherente al MAS y los masistas, lo que ha provocado un comentario que en mi vida me hubiera imaginado leer: “El Sr. Soruco tiene estirpes BANZERISTAS es no más entender su posición” (sic).

No quiero ni pensar qué hubiera dicho el general Hugo Banzer, de estar vivo, con esa afirmación y en lo ofendidos que deben estar sus seguidores que me conocen. Ojalá que ninguno de ellos comience a buscar esas “estirpes”, tarea que esperaría que fuera inútil…

Me animo a difundir esta polémica porque muestra el grado de confrontación que estamos viviendo. Por mi parte, y pese a mi convencimiento original, reconozco que fue de mal gusto mi afirmación sobre la mentira y el MAS. Se me ocurre que hay militantes de ese partido, hombres y mujeres (como los ha habido en todos) que creen a pies juntillas lo que sus líderes dicen y están dispuestos a meter su mano al fuego por ellos. Como también es otro dislate ingresar en el terreno personal, sin conocer al interlocutor, y clasificarlo o descalificarlo como método de interlocución.

Además, en las redes sociales es difícil pedirnos disculpas o rectificarnos porque normalmente los interlocutores no nos conocemos ni en pelea de perros. Por tanto, seguramente los militantes masistas que participaron en este duelo virtual seguirán cebando su antipatía hacia mí, y yo sentiré curiosidad por saber si hubo alguna acción mía que pudiera denotar una estirpe banzerista.

Traslado esta anécdota personal al campo público, donde las animadversiones alcanzan una dimensión nunca antes vista por la existencia del mundo virtual. Antes, las guerras sucias, las confrontaciones y las cualidades y defectos de los actores se ventilaban, primero, a través de los periódicos; luego se sumó la radio, y creció la audiencia, que se incrementó aún más con la televisión. Pero había límites técnicos infranqueables y, pese a ello, cundía la alarma cuando la confrontación superaba algunos límites de la decencia. Hoy es chipe libre.

Hay más. La superabundante información que circula por las redes hace que se conozca cada vez más las diferentes facetas de los personajes públicos, incluyendo aspectos íntimos. También hay más capacidad de almacenar memoria. Por tanto, lo que han dicho o hecho ayer es posible recordarlo pasado mañana (aspecto en el que los políticos no parecen creer).

Entonces, cuando por los avatares de “olfato” político se rompen alianzas y afectos, es más fácil hacer seguimiento a la actuación de cada quien. Por ejemplo, esta semana hay dos publicaciones que responden a lo señalado:

Una, la crítica que el candidato a la vicepresidencia de Juntos, Samuel Doria Medida, ha hecho a Carlos Mesa (su aliado en las elecciones pasadas), por recurrir a la “guerra sucia”, sin especificar por qué, y, además, dado que ésta ha sido un arma que, como podrá recordar el alcalde paceño (hoy su aliado) fue utilizada en su contra por Unidad Nacional en forma constante, aunque poco eficaz…

La otra, la afirmación del candidato a la presidencia por Creemos, Fernando Camacho, en sentido de que no hará alianzas porque no actuará como los viejos políticos, pese a que están detrás de él los íconos de la vieja y cuestionada política de las transacciones que incluso aparecen en sus videos de campaña.

En cierto modo es natural que en las campañas electorales se amplíen los límites de la confrontación, aunque el ideal sería que los candidatos y sus agrupaciones se preocuparan más por difundir y defender sus propuestas que en descalificarse mutuamente. Pero hay tres requisitos que deberían ser plenamente cumplidos: no usar la violencia como arma de guerra en procesos electorales, no recurrir a la mentira como centro de las estrategias de campaña (no sólo porque mentir es malo en sí, sino porque mentir presupone que la audiencia es tonta) y mantener un mínimo de respeto a los adversarios.

Por mi parte, según mi experiencia en el mundo virtual, trataré de no hacer generalizaciones cuando critique lo escrito por una persona concreta y presumiré que ésta actúa de buena fe.

Juan Cristóbal Soruco es periodista.



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