“Ojalá te toque vivir tiempos interesantes” es
una maldición china, y resulta que, una vez más, en el país los estamos
viviendo con la probabilidad, además, de que asistamos a un cambio de
horizonte. Y lo hacemos, una vez más, bajo el paraguas de la democracia como el
único factor constante y que puede darnos un sostén en la compleja ruta a
seguir.
Por ello es importante hacer esfuerzos para no pensar y vivir exclusivamente en y para la coyuntura. De una u otra manera, Evo Morales y “su” MAS ya son pasado, y pronto Jeanine Añez lo será. Más bien, comenzarán a aparecer quienes tendrán en sus manos dirigir la reconstrucción del sistema democrático buscando concretar una conjunción racional entre lo que se quiere y se puede hacer.
Antes, creo percibir que más allá de los problemas que implica la consolidación del nuevo gobierno y la pacificación del país, tareas difíciles en sí, el cambio de gobierno ha traído una refrescante sensación de diálogo entre la sociedad y el poder. Podrá uno estar de acuerdo o no con lo que representan los nuevos conductores del poder, pero la forma en que han decidido conectarse con la sociedad difiere totalmente de la que durante 14 años imperó, claramente autoritaria y mesiánica dirigida, permanentemente, a la confrontación y a provocar miedo. Ya no es el ungido el que decide qué preguntas responder, sino la “primus interpares” que debe responder en su calidad de servidora pública todas las preguntas que se le haga.
Con la esperanza en que esta corta gestión alcance éxito, debemos prepararnos para asistir a una intensa campaña electoral en la que, a diferencia de lo que a muchos nos sucedía desde 2002, se abre la oportunidad de que votemos por quien queremos que gane y no para evitar que otro binomio alcance la victoria.
Esta situación obliga a quienes participen en la campaña electoral a proponer una visión de país, antes que elaborar spots de propaganda sobre la base de lo que en los grupos focales han encontrado que quiere escuchar la gente. Tienen que comprender que si las cosas andan bien se habrá recuperado el tiempo de la política, en el que el “marketing”, manteniendo su importancia, no debe ser el referente central de la campaña proselitista.
Por otro lado, la actuación de diversos sectores sociales en la gran movilización antiautoritaria de octubre, sobre todo a través de los jóvenes y las mujeres, se suma a la incorporación ya consolidada de los sectores campesino-indígenas, y obliga a ampliar la compresión de que la política es una cuestión de todos y no de grupos privilegiados de poder.
En este sentido, no sólo quienes participen en la contienda electoral tienen nuevas obligaciones. El periodismo también está obligado a replantear su forma de informar sobre la política y sus actores. Es necesario abrir espacios de reflexión en los que las entrevistas estén dirigidas a desentrañar el meollo de las propuestas y la capacidad que muestran los candidatos, hombres y mujeres, para explicar cómo concretarán esas propuestas, y no a promover a quien entrevista ni a hacer “caer en la trampa” al entrevistado.
En este campo, la Asociación de Periodistas de La Paz, en coordinación con los otros gremios del sector, debe recuperar la iniciativa de organizar un debate democrático entre los candidatos, de manera que la audiencia pueda calibrar su capacidad para explicar y confrontar sus propuestas. Y si alguno de los candidatos se resiste a debatir, dejar su silla vacía…
En el ámbito departamental, ojalá que los candidatos a senadores y diputados comprendan que no están postulando a una alcaldía, sino a ser representantes nacionales, lo que significa, fundamentalmente, que en la definición de políticas públicas deben hacer valer el interés de la región adecuado al del país.
En resumen, esperemos que la experiencia que hemos vivido los últimos 19 años sirva para poder reconstruir y blindar, sobre bases más sólidas, una institucionalidad democrática que garantice la pacífica convivencia ciudadana.
Más aún si se constata que la construcción democrática recibe los embates de proyectos autoritarios de poder que, por si acaso, no sólo se expresan en el socialismo del siglo XXI, sino en quienes añoran un pasado dictatorial sin librepensadores, que en la última movilización han tratado de volver a sentar banderas.
Reconozco la sabiduría china cuando dice que vivir en tiempos interesantes es una maldición, pero creo que en nuestro caso también podría ser la bendición de reconstruir democracia y convivencias.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.