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El Tejo | 24/06/2019

La Selección y el país

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco
Brújula Digital se complace en presentar a Juan Cristóbal Soruco como uno de sus nuevos columnistas. Soruco es un destacado periodista, exdirector de varios medios, entre ellos Presencia, La Razón y Los Tiempos. Su columna se publicará todos los lunes....
Corría el año 1977. Recién casado e instalado en San Ignacio de Velasco, me invitaron a escuchar la transmisión por radio de un partido de fútbol que la selección boliviana jugaba en Colombia. Acompañados de unos “doble a” (agua con alcohol) asistimos con el oído y la imaginación a un estadio colombiano.

No recuerdo con precisión la goleada. Lo que sí recuerdo es a uno de los comentaristas que desde el ingreso del equipo en cancha comenzó a vaticinar su victoria y daba una serie de argumentos para justificar su predicción, entre ellos, que el fútbol en el país había avanzado mucho, que el director técnico contratado para esa ocasión era de primera… y, agregaba, nuestro rival aún se encontraba, entonces, en pañales.

El primer gol en contra de la selección fue explicado por el tipo de cancha y césped, a los que no estaban acostumbrados los jugadores… Mientras seguía explicando el primer gol sobrevino el segundo. Probablemente la causa –decía– era la hinchada contraria, tan militante, que alteraba los nervios de nuestros jugadores… y llegó el tercer gol, momento en que el comentarista comenzó a variar el enfoque: falta madurez en el planteamiento técnico, la elección de los jugadores no respondía a las necesidades y, además, estos no estaban bien alimentados como los adversarios… y llegó el cuarto gol, momento a partir del cual el comentarista salió de madre y juraba que él ya había sugerido que la selección no participa en torneos internacionales mientras no mejore la calidad, pues nos hacían humillar como país, que había total desorientación de jugadores, técnicos y dirigentes, etc., etc. La consecuencia, buscar chivos expiatorios, pero no tocar los verdaderos problemas.

Desde entonces (y con la probable excepción de 1993) la reseña del relato deportivo de 1977 se ha ido repitiendo cada vez que la selección participa en un campeonato. Un factor que se ha ido agregando es que cuando la actuación de la selección fracasa en la cancha, dirigentes, jugadores, ejecutivos e hinchas hacen los cálculos numéricos para definir las posibilidades de clasificar. Y no deben ser pocas las autoridades del gobierno y dirigentes deportivos que quisieran presionar a los máximos niveles de las organizaciones futbolísticas para tratar de convencerlos de que, en verdad, Bolivia ha ganado y que el resultado, más/menos, es un empate técnico.

El problema se hace más sensible por el momento especial que ahora el país está atravesando producto, entre otras razones, de la falta de correlación entre lo que unos y otros creemos que somos y lo que de verdad somos. Como en el fútbol, tenemos la peligrosa tendencia a crear ídolos de barro con nuestras propias manos para, cuando caen, generalizar nuestra frustración sin asumir la cuota parte de responsabilidad que nos toca.

Entonces tratamos de ir por el camino de culpar de los problemas que tenemos a todo lo que está fuera de nuestro control, y se comienza a pergeñar cuentos y más cuentos que, a veces, hay gente que los cree y piensa que tal vez las cosas, sin cambiarlas, pueden mejorar mañana.

Esta actitud nos introduce a un círculo vicioso del que no podemos salir, pues, si de verdad queremos ir por otro rumbo, es necesario cambiar las condiciones que permiten que estemos como estamos, pero hacerlo con consecuencia y visión de futuro, desafío que está a la vista, pero que nadie quiere recoger por los intereses subalternos que priman en el entorno del deporte en el país.

Y, si se reflexiona, hay nomás un parecido entre la situación del fútbol y el país. Nos cuesta emprender proyectos de largo plazo, porque queremos soluciones rápidas, se anteponen intereses particulares a los intereses del bien común y tendemos a crear ídolos con pies de barros.

Lo cierto, en todo caso, es que el fútbol y, en general, todas las prácticas deportivas en Bolivia, deben ser transformadas estructuralmente, como lo debe ser el país.



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