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Mundo | 14/04/2025   12:13

|ANÁLISIS|Elecciones: Aprender de Ecuador|Hernán Terrazas E.|

El correísmo no pudo renovarse antes, ni ahora, porque la sombra de Rafael Correa estuvo siempre allí. Primero omnipresente detrás de Andrés Arauz, el candidato que perdió contra Guillermo Lasso y luego persistente en su intención de mostrarse como el mentor, que lo fue, de Luisa Gonzales en los dos procesos electorales recientes.

Luisa Gonzales y Daniel Noboa/EFE
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Brújula Digital|14|04|25|

Hernán Terrazas E.

Curiosamente, hasta pocos días antes de la segunda vuelta, las encuestas no le daban una ventaja importante al candidato de ADN, Daniel Noboa. Parecía que el balotaje iba a ser tan dífícil y apretado como la primera vuelta, cuando la diferencia fue de apenas unos miles de votos y no de más de un millón como ahora. 

Tal vez todo tiene que ver con que muchos se confiaron en que el 9 de febrero la posibilidad de una victoria de más del 50% estaba casi cantada. Es más, casi todos los estudios de opinión coincidían en que Noboa iba a ser reelecto en esa oportunidad y sin mayores sobresaltos.

Pero la segunda vuelta llegó y se instaló el temor al regreso del correísmo. Los años de Rafael Correa en Ecuador se reflejan en opiniones contrastadas que, de alguna manera, se trasladan a los resultados de los comicios. Unos lo recuerdan como un benefactor y otros, ahora se ve que son la mayoría, como un personaje autoritario y corrupto, que persiguió a sus críticos y arrasó con el estado de derecho.

El correísmo no pudo renovarse antes, ni ahora, porque la sombra de Rafael Correa estuvo siempre allí. Primero omnipresente detrás de Andrés Arauz, el candidato que perdió contra Guillermo Lasso y luego persistente en su intención de mostrarse como el mentor, que lo fue, de Luisa Gonzales en los dos procesos electorales recientes.

El Domingo de Ramos, Correa perdió la que quizás sea su última batalla. De ahora en más, su partido tendrá que encarar en serio la renovación y desprenderse del lastre que significan los años del “Mashi” - amigo o compañero -, la palabra quechua, el sobrenombre con el que a Correa todavía le gusta que lo llamen, también ahora que desde su exilio belga quiere mantener una forzada vigencia en la política ecuatoriana.

El 13 de abril casi el 55% de los ecuatorianos le dijeron no al “correísmo” y depositaron su confianza en Daniel Noboa. Muchos de los votantes que contribuyeron a marcar la distancia en el voto, ni siquiera son simpatizantes del joven mandatario, pero estuvieron presentes en las urnas para cerrarle el paso al retorno de un modelo de gobierno con el que nunca estuvieron de acuerdo.

Más del 85% de los inscritos en el padrón votaron ayer, un porcentaje significativamente grande en la historia democrática reciente. Lo hicieron, como ya se dijo, los que en la primera vuelta se confiaron y no estuvieron presentes, pero también los que, incluso no teniendo la obligación, como la gente de la tercera edad, acudieron a las urnas, en algunos casos con la ayuda de sus familiares. 

No se había visto antes, pero hubo ancianos de más de 100 años que fueron a votar, una generación del pasado que no quiso estar ausente y que quizás, con una experiencia más vívida de lo que representó Rafael Correa en la historia reciente del Ecuador, tenían razones poderosas para dejar su “jubilación” electoral y hacerse presente nuevamente.

Más allá de los temas clave que figuran en la lista de preocupaciones centrales del Ecuador, como los niveles de violencia e inseguridad asociados al crimen organizado, las dificultades económicas y las perspectivas futuras en un escenario mundial complejo como el de hoy, los ecuatorianos no votaron necesariamente por una agenda de coyuntura, sino a favor de una ruptura ya definitiva con el pasado.

A diferencia del año y medio que pasó de su primer mandato, en el que Noboa tuvo apenas un 13% de representación en la Asamblea, ahora está a muy poco de la mayoría absoluta que facilite la ejecución de sus políticas. En muy poco tiempo consolidó un partido político y un liderazgo que, ahora sí, estará sometido a un escrutinio mucho más riguroso de la gente. 

Noboa fue el vehículo de la transición hacia un Ecuador que quiso dejar a Rafael Correa atrás en los vericuetos de su controversia histórica, pero ahora es ya el protagonista de un gobierno que debe mirar hacia delante. 

El joven mandatario de solo 37 años tendrá que lidiar con la violencia, que en los primeros 50 días del año dejó un saldo de 1300 asesinatos, casi uno cada hora, y con la necesidad impostergable de acabar para siempre con una institucionalidad ajustada a los intereses del correísmo. Eso aparte de resolver graves problemas del día a día, como la amenaza de prolongados apagones diarios que podría oscurecer nuevamente al país en la temporada de estío.

Las lecciones que deja la segunda vuelta electoral ecuatoriana para Bolivia son muy importantes. 

Hablar de recuperar la economía obviamente es clave, pero es fundamental un discurso de ruptura con el pasado. 

Hay tareas urgentes, pero no se puede descuidar las importantes. De lo contrario se corre el riesgo que la memoria de los buenos tiempos económicos de Evo Morales encubra los males de una gestión abusiva, antidemocrática y profundamente corrupta.

Es necesario concentrar el voto en una de las opciones opositoras. La unidad debe funcionar, independientemente de las peleas que hoy enfrentan a los cuatro candidatos que no son del MAS.

No se necesitan muchas ideas, pero una rectora y de cambio profundo que empate con las expectativas del ciudadano.

Por último, es crucial, desenmascarar a los falsos renovadores. En Ecuador, Luisa Gonzales y Andrés Arauz, fueron instrumentos de Rafael Correa, como en Bolivia seguramente lo será Andrónico Rodríguez de Evo Morales, pese a que hoy aparentan una improbable distancia. 

Lo que pasó en Ecuador genera esperanza. No es un triunfo de la derecha o la izquierda, sino en un paso en dirección a la recuperación y fortalecimiento de la democracia, y la superación de las polarizaciones que confrontan y destruyen. Hay que aprender y seguir.

Hernán Terrazas es periodista. Reside en Ecuador.





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