Fueron cinco los candidatos que participaron en el debate, pero posiblemente solo tres los que verdaderamente tienen alguna posibilidad de llegar a una segunda vuelta: el oficialista Sergio Massa, la representante de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y el libertario Javier Milei.
Brújula Digital |01|10|23|
Hernán Terrazas
Lo que queda claro después de seguir con atención el debate entre los candidatos que aspiran a ocupar la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre de este año es que Argentina no tiene un Messi de la política, es decir alguien que marque nítidamente la diferencia sobre el resto.
Fueron cinco los candidatos que participaron en el debate, pero posiblemente solo tres los que verdaderamente tienen alguna posibilidad de llegar a una segunda vuelta: el oficialista Sergio Massa, la representante de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y el libertario Javier Milei. Uno de ellos podría ser el próximo presidenta o presidenta de Argentina, con una agenda pendiente y urgente de temas que gira fundamentalmente en torno a los problemas de la economía. Los otros dos candidatos fueron la socialista Myriam Bregman y el peronista y gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti.
Con un formato que no admitió la profundidad en el análisis, a su turno todos asumieron el compromiso de desterrar la inflación y de impulsar el crecimiento y el desarrollo de una argentina que, desde hace casi una década, vive en la zozobra económica. Menos gasto innecesario, más inversión productiva, valor agregado a las exportaciones, dignidad en la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en fin, coincidencias en los fines, con algunas diferencias en los medios.
Milei no fue el “loco” atrevido que todos esperaban, o que al menos esperaban las audiencias fuera de las fronteras argentinas, pero tampoco el “gatito mimoso” del gran poder económico al que hizo referencia la izquierdista Bregman. El candidato liberal evitó levantar más olas, acaso porque con lo que tiene hasta ahora le basta para estar entre los dos primeros en los próximos comicios. Massa y Milei tienen un pacto, no explícito, de polarizar entre ellos, para excluir a Patricia Bullrich en el tramo final de la campaña.
Como actual ministro de Economía, Massa aguantó lo que pudo los ataques de sus adversarios. Obviamente, con un dólar blue por encima de los 800 pesos, una inflación anual de 140%, un 40% de argentinos por debajo de la línea de pobreza y un 10% en la indigencia, no fue fácil para el candidato peronista hablar de futuro cuando el presente definitivamente lo condena. A diferencia de los otros candidatos, que todavía no se sometieron al examen de la gestión, Massa tendrá que lidiar en lo que queda de la carrera con el fardo de un aplazo público en la materia.
A Milei le sigue pasando factura su insulto al Papa Francisco y la dificultad que tiene que argumentar cómo es que la economía argentina puede funcionar sin un Banco Central custodio de la moneda. Sobre la dolarización, que pudo haber sido uno de los temas eje, no hubo más referencias que las estrictamente necesarias para recordarle al liberal que casi no hay países en el mundo que apliquen esa fórmula. Si algo ganó fue que nadie insistió en que su presidencia puede ser un salto al vacío. Evidenciando la dificultad del tema, Milei no mencionó la palabra “dolarización” durante el debate.
Posiblemente, si hubo una participante que no consiguió del todo lo que buscaba, fue Patricia Bullrich. Para ella el debate era una cuestión de vida o muerte porque necesitaba con urgencia subir un peldaño en el podio de las encuestas que hoy por hoy la ubican en un tercer lugar.
Mención aparte para Bregman, candidata por el Partido de los Trabajadores Socialistas, que si bien no tiene posibilidad de alcanzar a quienes lideran las encuestas, al menos utilizó su tiempo para poner en evidencia, con solvencia, algunas de las debilidades del resto. Schiaretti hizo un papel sobrio, pero, a la vez, sin luces.
En suma, un debate que difícilmente cambiará las tendencias y que seguramente no añadirá un ápice de esperanza a los atribulados argentinos y argentinas que en la madrugada del lunes tendrán que lidiar con los enemigos de siempre: una inflación galopante y mucha incertidumbre.
DB/RPU