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Economía | 24/05/2025   23:50

|ANÁLISIS|La dolarización en el horizonte|Roberto Laserna|

El análisis de Roberto Laserna plantea que Bolivia avanza hacia una dolarización de facto, pese a las restricciones oficiales, debido a la pérdida de confianza en el boliviano.

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Brújula Digital|26|05|25|

Roberto Laserna

Hace dos años me aventuré a considerar la hipótesis de la dolarización en Bolivia. A partir de las experiencias de Panamá, Ecuador y El Salvador, y el debate promovido por la campaña electoral de Javier Milei en Argentina, propuse analizar la posibilidad de reemplazar la moneda nacional por dólares a fin de moderar el impacto de la crisis. Para entonces se la veía venir porque llevábamos varios años de déficits fiscales crecientes y de caída en las inversiones, que estaban reduciendo aceleradamente las reservas internacionales.

Los temores de que esas tendencias continuaran han sido confirmados y hoy ya estamos en plena crisis. La moneda boliviana ha perdido en casi dos tercios su valor y la gente huye del boliviano buscando dólares, monedas digitales o bienes no perecederos. El refugio preferido es el dólar, y lo primero que se pregunta cuando se va a hacer una transacción importante es “a qué tipo de cambio”. Vivimos, por lo tanto, una dolarización de facto. 

Pero, el dólar está “prohibido”. Algunos cambistas han sido detenidos y a alguna gente que llevaba cantidades importantes se las han decomisado. Los bancos no abren cuentas en dólares, han limitado las transacciones a sumas reducidas y no pueden devolver a los ahorristas su dinero porque el gobierno les obligó a entregar las divisas al Banco Central.

Parece entonces un contrasentido afirmar que estamos ya en proceso de dolarización cuando se mantienen tantas restricciones. Pero, es lo que está ocurriendo.

Los ahorros están saliendo de los bancos porque se les impide operar libremente en otras monedas, y si salen de Bolivia es también porque la gente tiene cada vez más miedo de los desatinos del gobierno en materia monetaria y fiscal.

En los últimos años, mientras caían las reservas y se prolongaban los déficits comerciales, el Banco Central siguió emitiendo moneda nacional, transfiriéndola al gobierno para sufragar sus gastos a través de créditos. Con eso, han desvalorizado el boliviano frente a todas las otras monedas y hoy lo podemos comprobar en las esquinas de los cambistas, en las pocas casas de cambio que operan y en las billeteras digitales.

La devaluación está en proceso y la dolarización también. Curiosamente, este tema está ausente del debate político, concentrado en los abusos de poder de las salas constitucionales y en las respuestas timoratas del Tribunal Electoral, arrastrados por demandas necias contra candidatos y alianzas.

Si bien esos temas pueden distraer a los políticos y a la prensa, no distraen a la crisis. Los ciudadanos encuentran precios más altos, cambian patrones de consumo, buscan refugio en el dólar y postergan decisiones de inversión. Las protestas no se multiplican más ni estallan gracias a que nos encontramos en etapa electoral y se avizora el cambio. No se sabe bien hacia dónde, pero hay esperanza en que las cosas no sigan como están.

La cuestión está en cómo recuperar estabilidad. Cómo detener la inflación y darle certezas a quienes deben comprar o vender, sembrar o cosechar, producir o exportar.

Todos los candidatos parecen comprender que el ajuste es inevitable, pero todos parecen empeñados en salvar a los bolivianos de papel más que a los bolivianos de carne y hueso. Los cálculos financieros son más o menos coincidentes en las cifras que se necesitarían de ayuda, préstamos, pagos adelantados o inversiones, pero esas cifras se basan en el supuesto de que se volverá a un sistema de moneda nacional con tipo de cambio más o menos controlado y un Estado encargado de organizar los gastos, los servicios y, en definitiva, el desarrollo.

Sin embargo, mucha gente ya está dolarizando su economía, es decir, sus ahorros y contratos. ¿Por qué no pensar en seguir ese camino? 

Si la decisión de dolarizar fuera acompañada de un agresivo proceso de bancarización, es decir, de estímulo al uso del sistema financiero para intermediar en las transacciones, se necesitaría mucho menos apoyo financiero externo, porque no se necesitaría tener inmovilizadas reservas que respalden el circulante. Sabemos que el volumen anual de transacciones estaba antes de la crisis en el orden de los 120 mil millones de dólares y que para moverlos se necesitaba dinero por un equivalente a los 26 mil millones. Si dos tercios de las transacciones se hacían por medio del sistema financiero, la masa monetaria necesaria en poder del público no llegaba a los 9 mil millones (datos estimados con el dólar oficial de 6,97 bolivianos).

Supongamos una dolarización a un tipo de cambio cercano al del mercado paralelo en este momento. El cambio podría hacerse efectivo en las cuentas bancarias, tanto haciendo el ajuste contable de lo que se encuentra en los bancos, como reconociendo ese cambio en los nuevos depósitos que se hagan. Todo ahorrista o depositante recibiría su tarjeta de débito y sería instruido en el uso de QR y transferencias por celular, tanto para pagar como para cobrar.  Los bancos también podrían recibir dólares en efectivo, naturalmente, y extenderlos a quienes lo requieran. ¿Cuánto se necesitaría en efectivo para sostener este cambio? No mucho. Apenas un monto que cubra como un puente financiero el riesgo de corridas por tres o cuatro meses, mientras el público se familiariza y recupera confianza. El que cambie sus bolivianos un día depositándolos en su cuenta y saque dólares al día siguiente, podrá llevarlos a guardar en su casa, como se hace ahora, pero ya no tendrá sentido hacerlo, ya que el estímulo especulativo del tipo de cambio habrá desaparecido. Terminará buscando un interés en una caja bancaria de ahorro y usándolo para sus compras habituales. Poco a poco, los dólares saldrán debajo los colchones y habremos ganado estabilidad.

La bancarización es, por tanto, muy importante en esta propuesta. La disponibilidad de recursos en un préstamo temporal sería otra. Pero más importante que todo eso, sería restablecer el equilibrio comercial, promoviendo exportaciones, y eliminar el déficit fiscal, reduciendo el gasto y simplificando el sistema tributario. En otras palabras, es posible y deseable dolarizar, pero no es suficiente.

Roberto Laserna, PhD, es autor es investigador de CERES.





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