La política de cielos abiertos en Bolivia enfrenta retos y oportunidades. La crisis de BoA y trabas burocráticas afectan el sector, pero empresarios como Marcelo Claure buscan revitalizar la aviación nacional.
Brújula Digital|12|02|25|
Julio Ríos Calderón
La política de cielos abiertos en Bolivia se presenta tanto como una oportunidad inigualable como un desafío monumental. En su apogeo, Bolivia contaba con dos aerolíneas emblemáticas –Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) y Aerosur– que no solo competían en calidad de servicio, sino también en innovación y expansión de rutas. De Norteamérica a Europa, estas aerolíneas ofrecían experiencias memorables a sus pasajeros.
Sin embargo, la intervención del gobierno de Evo Morales marcó el inicio de una era de turbulencias. La decisión de cerrar LAB dejó a muchos empleados en el desempleo y desencadenó cambios drásticos en el transporte aéreo. Con la creación de BoA (Boliviana de Aviación), el Estado buscó reconfigurar el sector. BOA se lanzó con una flota moderna de aviones Airbus y una política comercial agresiva, prometiendo conquistar nuevos destinos.
La realidad, sin embargo, no ha seguido un curso ascendente. La crisis económica y la escasez de dólares han afectado gravemente a BoA. La modalidad de leasing ha devenido insostenible y la empresa se ha visto obligada a reducir su flota en un 90%, resultando en constantes cancelaciones y retrasos de vuelos, lo que ha generado una gran frustración entre los pasajeros.
Además, el gobierno ha puesto un foco intensivo en la administración impositiva de LAB y Aerosur, desincentivando la entrada de nuevos actores en el mercado aéreo. La burocracia y las exigencias impositivas son abrumadoras para los emprendedores que buscan innovar y ofrecer alternativas viables.
A pesar de este panorama desalentador, surgen nuevas esperanzas. Empresarios jóvenes y visionarios están comenzando a mirar el sector aéreo boliviano con ojos renovados. Marcelo Claure, uno de estos emprendedores, ha presentado su propuesta para crear una nueva aerolínea, adquiriendo la patente de marca del fenecido Lloyd Aéreo Boliviano. Con planes ambiciosos para revitalizar la aviación nacional y ofrecer un servicio atractivo a los pasajeros, Claure espera no encontrar obstáculos por parte del gobierno.
Es crucial reconocer que cada pasajero ganado es una fuente de trabajo creada. Cada vuelo lleno no solo representa ingresos para las aerolíneas, sino también empleos directos e indirectos que benefician a la economía local. El reto es claro: cristalizar esta idea sería un regalo invaluable para los usuarios que anhelan más opciones y mejores servicios.
La urgencia por implementar la política de cielos abiertos es palpable. Permitir el retorno de compañías extranjeras podría romper el monopolio perjudicial instaurado por decisiones gubernamentales.
La historia del transporte aéreo en Bolivia está llena de luces y sombras. Sin embargo, el futuro puede ser prometedor si se toman las decisiones correctas. La aviación no solo conecta lugares; también simboliza progreso y desarrollo económico. Bolivia merece cielos abiertos y oportunidades para todos sus ciudadanos. Es hora de avanzar hacia un nuevo capítulo en la historia aérea del país.