Brújula Digital|05|02|25|
Enrique Ayo
Bolivia atraviesa una crisis social y económica sin precedentes cercanos, resultado de un “modelo económico” basado en el gasto antes que en la generación de ingresos sostenibles. El agotamiento de las Reservas Internacionales Netas (RIN) que a diciembre de 2024 llegaron a 1.976 millones de dólares y la escasez de dólares en el mercado han llevado al gobierno a buscar soluciones creativas pero bastante desesperadas, una reciente de ellas está relacionada con cubrir la deuda de las empresas públicas que asciende a más de 13.000 millones de dólares con dólares digitales o USDTS. Pero, más allá de los tecnicismos, la pregunta que surge es: ¿realmente estamos reemplazando dólares tangibles por una simple ilusión financiera?
¿Dónde están los dólares?
Es sabido que El “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” (MESCP), bastante cuestionado y defendido rajatabla con uñas y dientes por los ideólogos del gobierno de turno ha funcionado mientras hubo ingresos extraordinarios producto del auge de las materias primas (GAS), pero cuando estos se redujeron, debido a la reducción de la cotización del precio internacional y no a la reducción de la producción local, el mal llamado modelo mostró su fragilidad, ya que un modelo fortalece el crecimiento y desarrollo de un país o por lo menos mantiene una estabilidad relativa. Las reservas internacionales, que en 2014 superaban los 15.000 millones de dólares, han caído a niveles críticos, no debemos dejar de lado que para cubrir el déficit fiscal y la pérdida de las empresas estatales se ha recurrido a cubrir crédito interno y externo así como con las reservas internacionales netas.
Sabemos que la función principal de una empresa es generar valor, en este caso siendo amable un valor publico mediante la producción de bienes y servicios a fin de satisfacer necesidades los ciudadanos en Bolivia y así acercarnos a mejorar su calidad de vida. Esto implica no solo buscar rentabilidad económica, sino también optimizar recursos, generar empleo, innovar y contribuir al desarrollo de la sociedad en su conjunto.
Dependiendo de la empresa se buscaría la maximización de beneficios, pero éstos tendrían que ser beneficios sociales, Satisfacción del usuario/ciudadano (mediante calidad e innovación), no dejar de lado la sostenibilidad y responsabilidad social (impacto ambiental y social) para un Crecimiento y expansión (nuevos mercados, diversificación). En definitiva, una empresa no solo busca generar ingresos, sino que debe hacerlo de manera sostenible y estratégica para mantenerse competitiva en un mercado determinado.
Pero siendo honestos, en nuestro país, un gran problema que se vino consolidando en estos ya casi 19 años de gestión es el enorme déficit que generan las empresas estatales, que en los últimos 5 años sobrepasaron los 3.000 millones de bolivianos, entonces podemos inferir que muchas de ellas, en lugar de ser fuentes de ingresos, se han convertido en pasivos que requieren inyecciones constantes de recursos públicos, recursos que son despilfarrados en vanos esfuerzos. Por mencionar algún ejemplo, YPFB enfrenta problemas de producción y exportación de gas, mientras que otras empresas como BOA y ENDE, tienen dificultades para generar ingresos suficientes para cubrir sus costos operativos.
¿Nube de dólares o dólares en la nube?
El dilema actual se reduce a una elección entre dos escenarios igual de preocupantes:
1. Dólares en la nube. Un sistema financiero donde los dólares solo existen digitalmente, en bonos y promesas de pago, sin respaldo real en reservas internacionales. Es un modelo que depende de la confianza y la voluntad de los acreedores de aceptar la ficción.
2. Nube de dólares. Una economía inundada de divisas, pero devaluadas, como ha ocurrido en países que han optado por imprimir moneda sin respaldo. Bolivia aún no ha llegado a este punto, pero la historia muestra que, cuando la confianza en la moneda local se pierde, la única opción es dolarizar de facto o enfrentar una crisis inflacionaria. ¡Y que vamos en un camino certero a lo comentado!
Las stablecoins son activos digitales cuyo valor está vinculado a una moneda fiduciaria, generalmente el dólar estadounidense. En teoría ofrecen estabilidad y pueden ser utilizadas para transacciones internacionales sin la necesidad de recurrir a los bancos centrales o al sistema financiero tradicional del país.
El Gobierno boliviano plantea que los acreedores externos acepten estas criptomonedas como forma de pago, lo que implica renegociar contratos y modificar las condiciones bajo las cuales se mantienen las obligaciones financieras del Estado y sus empresas. En este punto, la pregunta es inevitable: ¿los acreedores aceptarán este tipo de activo en lugar del dólar físico? La realidad es que, si bien las stablecoins pueden ser un mecanismo alternativo de pago en el corto plazo, su aceptación dependerá de la confianza que generen, la liquidez en el mercado y la capacidad de convertirlas en efectivo sin asumir grandes riesgos.
Pero seamos honestos, la crisis de dólares en Bolivia no se resolverá con la digitalización de los pasivos estatales porque la solución pasa por generar condiciones que permitan incrementar las exportaciones, diversificar la economía y atraer inversión extranjera. Sin un modelo productivo sostenible que reemplace la dependencia de materias primas no renovables, cualquier medida como el uso de stablecoins será un parche temporal que no atacará el problema de fondo.
Enrique Ayo es analista económico.