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Economía | 09/05/2024   08:00

Analista: el proyecto del litio nació destinado a morir y con alto riesgo de generar residuos “ultratóxicos”

En 2013, Ricardo Calla, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) y un grupo de consultores realizaron una investigación que se plasmó al año siguiente en el libro “Un presente sin futuro. El proyecto de industrialización del litio en Bolivia”. Ya en ese entonces se advertía de una serie de problemas que hoy se han concretado.

Toma aérea de la planta de Litio en Llipi (Salar de Uyuni). Foto: ABI

Brújula Digital|09|05|24|

El proyecto del litio nació destinado a morir debido a la improvisación, intereses políticos en desmedro de lo técnico-científico y una desinstitucionalización alarmante, opina el sociólogo y analista Ricardo Calla, quien advierte también que tiene un alto riesgo de generar un impacto ambiental sin precedentes.

En 2013, Calla, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) y un grupo de consultores realizaron una investigación que se plasmó al año siguiente en el libro “Un presente sin futuro. El proyecto de industrialización del litio en Bolivia” (al final de la nota está el pdf para descargar). Ya en ese entonces advertía lo que actualmente vive la apuesta estrella del Gobierno: un “inaudito y tremendo fracaso”.

Calla conversó con Amalia Pando en el programa Cabildeo Digital que se emitió este lunes por YouTube. En el diálogo dio detalles del estudio realizado hace una década, hizo una remembranza del nacimiento y planes para el desarrollo del proyecto y lanzó diversas críticas.

El sociólogo y antropólogo identificó que los culpables de la situación son el expresidente Evo Morales, el exvicepresidente Álvaro García Linera, el exministro de Minería exgerente nacional de Recursos Evaporíticos, Luis Alberto Echazú, y el actual presidente Luis Arce, quien ocupaba el cargo de ministro de Economía y Finanzas Públicas durante la gestión de los exmandatarios.

“(Arce autorizó) todos los préstamos y cheques del Banco Central. No hay quien exima a Luis Arce de la responsabilidad mayor en este proyecto”. “Se han perdido entre 800 y 1.200 millones de dólares” y aún no despega, añade el investigador, quien considera que el problema empeora debido a que el Gobierno sigue “con la política de secreto”, sin información ni transparencia.

Por toda la situación, enfatiza que Bolivia está frente a un proyecto sin norte científico ni transparencia informativa, desinstitucionalizado e improvisado.

“Nos quieren seguir dorando la píldora, diciendo que el problema es el que faltan unas cuantas piscinas, que hay demasiada lluvia (para la evaporación), que faltan algunos elementos. No, el tema es un daño estructural que ha ido acumulando desinstitucionalización, ha ido acumulando mala inversión, ha ido acumulando errores de tratamiento de la ciencia en todo esto”.

La contaminación

Calla formó parte de un grupo de consultores integrado también por Juan Carlos Montenegro (quien posteriormente fue gerente ejecutivo de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) y que falleció hace unos días), Yara Montenegro, Pablo Poveda Ávila. El coordinador fue Juan Carlos Guzmán.

El equipo pudo visitar las instalaciones de la Planta Industrial de Carbonato de Litio de Llipi (en el Salar de Uyuni) gracias al contacto de Montenegro con Echazu. “Había mucho secreto, estaba con resguardos militares, pero (…) pudimos recorrerla, visitarla y levantar la información”.

Uno de los descubrimientos de la investigación fue que el proceso de producción de la materia prima en la planta generaría anualmente 1,467 millones de toneladas de lodo residual.

“El proyecto, en el momento en que lo visitamos, tenía como meta oficial, fijada en las memorias y documentos oficiales, la producción de 30 mil toneladas anuales de litio (…) El método que se había escogido era un método que iba a producir, reitero, un millón y medio de residuos tóxicos (…) Cuatro mil toneladas diarias de residuos tóxicos”.

Calla recuerda que en ese entonces habló con Echazú, quien se desempeñaba como gerente de la Gerencia Nacional de Recursos Evaporíticos, sobre el impacto ambiental que causaría la industria.

“Literalmente, don Alberto Echazú me dijo, ‘mira, toda minería produce saldos, produce residuos, produce la minería colas y desmontes. No hay minería que no deje un pasivo ambiental. Eso lo sabemos’”. Pero también le dijo que “acá no vamos a producir una montaña de residuos, vamos a producir una cordillera de residuos”.

Dada la cantidad de residuos, dice el sociólogo, se generaría “la polvareda más grande de la historia de Sudamérica, solamente como polvo, solamente como residuo, que ¿dónde se iba a alojar?, fuera del Salar de Uyuni”.

Los residuos serían con un altísimo contenido de magnesio y causarían una alcalinización en todo el sudoeste potosino. El impacto sería tal, asegura Calla, que todos los cultivos de quinua en la zona y en el sur de Oruro, en el entorno del Salar, quedarían liquidados.

“La contaminación macro que se iba a producir convertiría al semidesierto de los Lípez en un desierto absoluto, matando la cubierta vegetal, anulando la existencia de pastizales y vegetales, haciendo desaparecer la fauna de vicuña, de animalitos, perdices, etc”.

El impacto llegaría hasta el norte argentino y sería “monstruosamente grande”.

La historia

Inicialmente el desarrollo tecnológico en el proyecto de Llipi estuvo a cargo de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) y apuntó a la precipitación fraccionada en las salmueras para producir, vía evaporación, la recuperación de litio que luego iría a una planta donde se procesaría hasta lograr carbonato de litio.

El proyecto, que empezó en 2008, contrató inicialmente al ingeniero belga Guillermo Roelants para que se hiciera cargo.

“Lo primero que hace (Roelants) es iniciar la construcción de cierta infraestructura que después va a terminar en un complejo de edificios con múltiples laboratorios, con múltiples elementos para la investigación, viviendas para los técnicos”.

Calla considera que la logística que desarrolla Comibol en ese momento, a partir de la gerencia de Guillermo Roelants, “es impecable”.

El belga, además, conforma un comité científico para el seguimiento del proyecto. Este grupo recomienda que se vea el proceso parecido de precipitación del litio que se realiza en Chile y en el norte de Argentina y en otros lugares del mundo.

“Pero, dice el comité científico, nuestro contenido de magnesio con relación al litio es tan desfavorable, tenemos en las salmueras demasiado magnesio (…) y eso hace muy complicado utilizar esa tecnología”.

Además, el comité científico pide que se calcule cuánto de residuo produciría la precipitación fraccionada y esto permite determinar “que vamos a producir cuatro mil toneladas diarias de residuos. Eso para el comité científico es muy grave y peligroso y dicen ‘no, hay que ir por otro camino’”.

Por eso se recomienda otro proceso, ya que “la metodología Chile-Argentina-resto del mundo no corresponde porque generaría demasiado residuo”. Se abre así otra línea de investigación a la que se le llamó la “línea de los sulfatos”.

“Pasaron a inventar una tecnología tipo boliviana con investigadores, pero no solo eso, también recomendaron que se empezara a experimentar con extracción directa de litio”.

Todo se truncó, dice Calla, cuando vino “un hecatombe” que tuvo como primera acción el despido de Roelants, quien fue marginado por motivos políticos y discursivos. Se le acusó de “imperialista, pronorteamericano, de que era un ignorante. Lo llenan de epítetos directos de parte de Evo Morales”.

Luis Alberto Echazú fue posesionado en su reemplazo, se decidió desmantelar el comité científico, cancelar la investigación de la línea alternativa de los sulfatos y se tomó la decisión de sólo “llevar adelante el proceso en términos de la química de los cloruros, eso en la jerga de ellos, que iba a producir estas cuatro mil toneladas”.

En ese contexto, se publica la investigación del CEDLA y se deja de manifiesto el grave impacto ambiental.

“Se les complica el escenario (…) por el contenido de las investigaciones que están haciendo sobre impactos ambientales y empiezan a haber retrasos en la contratación de lo que ya era el diseño de la planta industrial de litio”.

El Gobierno necesitaba “escalar” en la industria y esto significaba montar una planta que, “por todo lo que veíamos, iba a producir un millón quinientos mil toneladas anuales de residuos ultratóxicos”.

La contratación de la empresa encargada del diseño demoró dos años debido a que “el marasmo tecnológico y científico dentro del proyecto es mayor, no hay comité científico, nadie tiene mucha soltura como para decidir las cosas, todos tienen miedo de lo que están haciendo”.

Además, los “apetitos e intereses de por medio” pesaban, ya que se sabía que para implementar el sistema de las piscinas se requerirían varias contrataciones lo que dejaba abierto “un negocio” y corrupción.

Calla comenta que luego del diseño realizado por una compañía alemana las autoridades tardaron otros dos años para definir la empresa constructora, que finalmente también fue germana.

En ese interín la Comibol y YLB se dan cuenta que el proceso de precipitación fraccionada de litio deja salmueras con litio enriquecido.

“Lo más rico se baja como residuo perdido al fondo de las piscinas, que tienen más litio que lo que se va a llevar a la planta de carbonato. Un 60, 70% del litio queda en el fondo de las piscinas y ahí los alemanes le echan ojo, no a la producción de las piscinas para la planta industrial, eso es la parte chica, lo rico está en estos lodos debajo de las piscinas con litio enriquecido que alcanza el 70%”.

Así, la riqueza del proyecto está “abajo”, opina Calla, y ahí es que los alemanes “se mueven” para hacerse de esa producción de residuos más enriquecidos de litio.

Por eso, añade el investigador, dejan a un lado la importancia de la planta industrial para carbonato en base a piscinas y empiezan “a pensar en su propia planta (… ) Entonces la planta se la hace a desgano, la planta inicial, porque la otra es la que está apetecida por los alemanes”.

Todo lo ocurrido causa una desinstitucionalización del proyecto y del desarrollo científico, lo que deriva en retrasos de los cronogramas y “dimes y diretes” que se reflejan en que la gerencia de Echazú primero indica que se producirán 30.000 toneladas, pero luego las proyecciones se reducen a 15.000 toneladas.

“Se diseña (la planta) para 15.000, aunque es una planta que parece que no va a dar sino para 11.000 toneladas y después dicen ‘no’. El descalabro institucional va acompañando el desarrollo, produciendo desfases en los cronogramas, improvisando opciones, además generando todo esto incertidumbres como las que se descubre que el litio enriquecido arriba es 35%, la verdadera riqueza está abajo con 70%”.

Además, el Gobierno no oye las demandas de Potosí, hay protestas y finalmente se rompe el contrato con los germanos. “Para empeorar todo, se abandona el proceso serio de precipitación con base en la evaporación, se deja de lado el proyecto del litio enriquecido del fondo de las piscinas que habían planeado los alemanes (…) y ahora empieza a hablar de la extracción directa del litio, cuando esa extracción directa del litio todavía está en fase experimental a nivel mundial, no hay escalamiento industrial”.

Se decide que una empresa china se haga cargo, pero el proyecto ya tenía retrasos.

“Se tomaron física y policialmente las oficinas de la Federación Regional Única de Trabajadores Campesinos del Altiplano Sud (FRUTCAS), la organización sindical del sur de Potosí y que había sido la impulsora del proyecto. Llevan policías, persiguen a los dirigentes, se rompe el control social y político comunitario sobre el proyecto. No solo se persigue a dirigentes, cierran las oficinas, crean una FRUTCAS paralela, sino que además empieza a haber una injerencia directa de China en el desarrollo de todas estas cosas”.

Calla añade que además las inversiones no contemplaron el tema del agua que se necesitaba para operar ni tampoco se conoce si se presupuestó la inversión para instalar una planta de cal con la cual se realizaría la precipitación fraccionada del litio.

El método escogido implica contar con una planta de cal de gran capacidad para que la sustancia alcalina sea echada en las piscinas y se mezcle con las salmueras para que se produzca la separación inicial del litio.

“Si no hay la planta de cal quiere decir que han hecho una planta de procesamiento para carbonato de litio que no tiene el mínimo de insumos necesarios (…) Estamos frente a un proyecto sin norte científico, sin comité científico, sin transparencia informativa, desinstitucionalizado, con líneas improvisadas de implementación de inversión. Si no hubiera habido corrupción igual esto fracasaba, porque es un desorden institucional el del trasfondo de todo esto”.

BD/JA



Documentos adjuntos

El proyecto del litio nació destinado a morir y con un alto riesgo de generar un impacto ambiental sin precedentes, advierte analista 1



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