Berloascaran es la serie mexicana de detectives que Netflix estrenó hace unas semanas.
Foto: siete24.mx
Rodrigo Ayala Bluske/Brújula Digital |11|12|22|
Tres Tristes Críticos
Berloascaran es la serie mexicana de detectives que Netflix estrenó hace unas semanas. En primer lugar, cumple con el requisito, notable en estas épocas, de realizar una construcción narrativa acorde a su contexto, en la cual no solamente se retrata la cultura del país, sino también el momento histórico en que se sitúa su trama. Decimos “notable” porque evidentemente la mayor parte de los productos que se realizan en los géneros establecidos, se juzgan a la luz de su similitud con el modelo norteamericano (La Casa de Papel, 2017 – 2021, por ejemplo). Berloascaran sin embargo, no solamente resulta siendo una hermosa reconstrucción del México setentero, sino también una evocación de la relación que históricamente tuvo la izquierda “clásica” latinoamericana con ese país.
¿Se acuerda alguien de que México fue el lugar de donde salió la expedición del Gramma en 1959, con la que se dio inició la revolución cubana?, ¿o que dicho país fue el que en definitiva eligió para su residencia el nobel izquierdista García Márquez? Todo ello tiene que ver con la relación “especial” que se estableció en el siglo XX entre la izquierda del continente y el estado mexicano.
Si nos atenemos a la definición marxista clásica del término “revolución” (sustitución de una clase social por otra en el ejercicio del poder, afectación, por lo menos parcial, de las relaciones de propiedad), convendremos en que México en las primeras décadas del anterior siglo, realizó la primera del continente (la boliviana del 52, fue la segunda).
La revolución mexicana prolongada, por lo menos formalmente, por varias décadas, desarrolló un fuerte discurso a favor de la autodeterminación de los pueblos (motivado también por su cercanía a Estados Unidos), con lo que de manera natural se convirtió en una aliada, por lo menos indirecta de los distintos movimientos de liberación nacional que se produjeron en el continente. De ahí que el país tuviera una larga tradición como refugio de exiliados izquierdistas, lo cual también redundo en que también se convirtiera en una suerte de centro intelectual de dicha tendencia.
Sin embargo, paralelamente, como ocurrió con varias revoluciones nacionales, en su evolución interna, devino en un largo proceso de corrupción, empoderamiento de elites empresariales y ensanchamiento las desigualdades sociales. De tal manera que mientras en sus universidades y centros artísticos la izquierda se movía “a sus anchas”, en el país profundo se gestaban los monstruos que han convertido al país en uno de los más violentos y desiguales del mundo.
Hector Berloascaran Shayne, el detective protagonista de la serie que reseñamos, también es un producto intelectual de esa izquierda, ya que su creador es el escritor Paco Ignacio Taibo 2, activista cultural y autor prolífico, no solo de novelas de ficción sino de diversas crónicas sobre las luchas sociales del continente (entre ellas, algunos semblantes biográficos del “Che Guevara”).
Y es que la primera diferencia del detective Berloascaran con sus símiles de otros países, está en sus orígenes: la mayor parte de los detectives privados tuvo una experiencia previa en la policía, o en algún servicio de seguridad. Nuestro héroe no; antaño vivía como un ingeniero de la clase media acomodada, era empleado de una multinacional que le pagaba un buen sueldo, era descendiente de migrantes y estaba casado con un ama de casa tradicional. Sin embargo, al aburrirse de su vida consumista y sin sentido, renuncio a todo y decidió ser detective privado para combatir las injusticias. Es el mismo camino que miles de jóvenes del continente vivieron, en los sesenta – setenta, para involucrarse en la guerrilla, solo que, en este caso en lugar de la Teoponte o la sierra maestra, nuestro protagonista optó por la selva de cemento mexicana.
Otra diferencia que marca a Berloascaran, en referencia a sus colegas de otras latitudes, es la de su relación con la policía. En general los detectives privados, si bien actúan al margen de la formalidad, tienen relaciones más o menos cordiales con las fuerzas de la ley (pensemos en la relación de Sherlock Holmes, con el inspector Lestrade y su hermano Mycroft, por ejemplo). En nuestro caso, el enemigo por excelencia; corrupto, cruel, maligno, es Paniagua, el jefe de la policía, y el desprecio de Berloascaran por las fuerzas de la ley, no se detiene ni al bajar a “las bases” (en determinado momento propina una paliza a varios policías sin conmiseración alguna).
Por otra parte, las tendencias del mismo, se refuerzan en su relación con el entorno. Los aliados del detective en su lucha contra el mal son “los de abajo”; la vendedora de tacos de la esquina, el vendedor del quiosco de la plaza, etc. Berloascaran quiere a la gente humilde y esta simpatiza de inmediato con él; en determinado momento un grupo de prostitutas ayuda al detective a encontrar una muchacha secuestrada; al acabar el le dice a su líder “mas tarde les compenso el tiempo perdido” y ella responde “oiga sin ofender, no todos hacen cualquier cosa por dinero”.
Los detectives generalmente son buscados por mujeres misteriosas de clase alta, con las que tienen relaciones fugaces. Al nuestro, lo buscan ese tipo de mujeres, pero el a diferencia de sus colegas, es fiel a “la muchacha de la cola de caballo”, mecánica y corredora de autos, de la que se enamora desde el primer capítulo. Completan su círculo el plomero Gomez, un Watson atípico con el que comparte oficina y su hermana Elisa, profesora y asesora de sindicalistas de izquierda.
Berlascoaran, está hecha con inteligencia y buen humor, y si bien el interés por su trama no decae en ningún momento, su principal atractivo es el de la descripción de un ambiente, una forma de pensar, una visión de la vida que se quebró el ascenso del neoliberalismo, y con la caída del muro de Berlín en el 89.
Rodrigo Ayala Bluske es cineasta y ensayista