El encuentro de Chiloé, en el sur de Chile, dio lugar al desarrollo de decenas de talleres, a la reflexión de distintos temas en mesas de diálogos, conferencias virtuales y el intercambio de experiencias y prácticas
Norma Campo/Brújula Digital |07|05|22|
Valió la pena la larga espera. El escenario elegido del tan esperado encuentro fue, en su primera fase, en Puerto Varas, en la región de los Lagos y el archipiélago de Chiloé, en el sur profundo de Chile. Un territorio marcado por una naturaleza de extraordinaria belleza, que quita el aliento. Una magia que encanta y a ratos embruja, donde aún se puede escuchar el silencio y el susurro del bosque nativo que envuelve con su manto verde a residentes y forasteros. En las noches de invierno la lluvia cae en tupidos velos sobre los techos de alerce y se desliza por las ventanas azules que han estado allí desde siempre.
Poco a poco el turismo regresa, ávido de retomar la vida, de buscar espacios distintos, de naturaleza y cultura.
Porque todo plazo se cumple, finalmente se pudo concretar -a fines de marzo- la realización del Congreso “Pensar en lo invisible: Arte, Ilustración y Cultura Visual en Educación”, inaugurado en Curaco de Vélez, una localidad rústica que huele a humo y lana húmeda. Hasta allá llegaron más de 40 participantes de Chile, España y América Latina, organizado por la Universidad de Los Lagos, la Universidad de Granada y la Universidad de Uruguay. Y gracias al entusiasta trabajo de Sergio Trabuco Zerán, eficiente gestor cultural chileno.
El congreso dio lugar al desarrollo de decenas de talleres, a la reflexión de distintos temas en mesas de diálogos, conferencias virtuales y el intercambio de experiencias y prácticas, generando un manifiesto como resultado de días intensos en torno a la temática de arte y cultura.
Llegar a Chiloé fue toda una hazaña. Debí cambiar la fecha de los vuelos a Chile -de hecho perdí uno- porque uno de los requisitos para ingresar al país era la homologación de vacunas (la norma ya se derogó). Aquello significó varios días de gestión (tuve seis rechazos a mi solicitud), hasta que me aprobaron mi pedido. Con dos días de retraso llegué al bello Puerto Varas.
La magia del sur
Chiloé fue creado en 1826 y se ubica en el sur de Chile. Pertenece a la región de Los Lagos y está conformado por más de 30 islas, con profundas tradiciones enraizadas en la vida cotidiana. Su capital es Castro, pero también están las ciudades de Ancud y Quellón y las comunas de Chonchi, Curaco de Vélez, Queilén, Puqueldón, Dalcahue, Quellón, Quinchao, Quemchi.
Curaco de Vélez sorprendió por tener una interesante dinámica para integrar la ruralidad de su contexto. Tanto esta región como las demás islas del archipiélago de Chiloé (cerca de 30) están marcadas por una belleza inigualable. Se advierte una naturaleza generosa, vibrante, de vegetación intensa, rodeada de un mar que cambia de color varias veces durante el día. Las islas están conectadas por buenas vías camineras y lanchas, forjando dinámicas económicas y también fuentes de empleo.
Los chilotes son gente genuina, con expresiones culturales y populares únicas, arraigadas desde hace siglos y, sin embargo, con una energía renovadora, una paz que apacigua el alma y llama al placer sin límites.
Un fuerte elemento de este pueblo son los relatos mitológicos que se basan en las relaciones y sincretismo entre las tradiciones y cosmovisiones de las antiguas religiones de las culturas indígenas originarias de la región. Con el paso del tiempo estos mitos han cobrado importancia y coadyuvan al fortalecimiento de su identidad cultural.
La cultura chilota juega con la biodiversidad del territorio. Dieciséis iglesias de las 400 del archipiélago han sido declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, que corresponden a los siglos XVIII al XX. Son construcciones de madera realizadas con técnicas de ensambles, empalmes y uniones, reforzadas con clavicotes y tarugos. Edificaciones majestuosas, abiertas permanentemente al público con la intención de difundir la riqueza de la construcción en madera porque es ella, precisamente, el principal insumo para la construcción local, enlazándose con la naturaleza, logrando sintonías y acordes asombrosos.
El proyecto “La Ruta de las iglesias de Chiloé” permite hacer un amplio recorrido por el territorio de norte a sur para apreciar la riqueza del patrimonio cultural.
Educación artística en escuelas rurales
La diversidad territorial de Chiloé congrega una serie de fortalezas, pero también necesidades, particularmente en el área de la educación rural. La Constitución Política de Chile enuncia que todo chileno tiene derecho a la educación y es en virtud de ello que existen poblaciones o caseríos que cuentan con escuelas que tiene un alumno. En el caso de la Escuela Rural Chúllec, hay un único alumno, que tiene derecho a la educación y así se cumple con la normativa.
Este y otros ejemplos de escuelas rurales que necesitan acercamientos más intensos con el arte, ha dado lugar al emprendimiento del proyecto “Educando en libertad: Experiencias y registros en escuelas rurales de Chiloé”. Lo inició y lo ejecuta Sergio Trabucco, lo cual ha permitido realizar decenas de talleres en escuelas rurales unidocentes y multigrados, despertando y desplegando creatividad y fomentando el arte en niños, niñas, jóvenes y profesores.
El proyecto nació el 2017 con la inauguración del año escolar rural y, según Trabucco, “un hito que inventamos para visibilizar la importancia de la educación artística en las escuelas rurales unidocentes de la isla de Quinchao en Chiloé, un territorio cuyas comunidades han estado históricamente postergadas en el acceso cultural.”
Hoy, diversas universidades chilenas han asumido como reto estos procesos de transformación en escenarios educativos para niños, niñas y jóvenes, con elementos artísticos como insumos importantes para el desarrollo humano y territorial. Trabucco resalta que “están enfrentados a un proceso de cambio que, en lo personal, me da mucha esperanza. Por fin el Estado de Chile reconoce el aporte y contribución permanente de las universidades estatales.”
Norma Campos es una gestora cultural boliviana