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Cultura | 15/08/2021   06:00

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, constituye un hecho literario de primera importancia, asegura el crítico Fernando Molina, quien destaca la presentación del libro de cuentos de Magela Baudoin, autora boliviana en la Feria del Libro de Santa Cruz.

Parte de la tapa del libro publicado por Plural Editores

Por: Fernando Molina

Si hay que juzgar por la cantidad e importancia de los premios literarios internacionales y nacionales que su obra ha ganado, Magela Baudoin debe ser considerada la escritora boliviana más destacada de este momento. Por eso la presentación, en la Feria del Libro de Santa Cruz, de su segundo libro de cuentos, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, constituye un hecho literario de primera importancia. Para acompañarlo, me referiré al cuento que da nombre a la colección y que ha sido publicado en el suplemento cultural La Ramona.

La protagonista de este cuento es una sueca que acaba de estar en Siria, haciendo varios trabajos, entre ellos el de fotógrafa de guerra. Pero los eventos sirios son su pasado inmediato, en tanto que su presente ocurre en Tailandia, donde ella ha escapado con la esperanza de “no tratar con personas sino con los animales”. Para ello se ha contratado como cuidadora de elefantes, dispuesta a hacer las labores más desagradables que, sin embargo, la atraen, seguramente porque son un medio para apartarse de los recientes sucesos sirios.

Pero hay otra forma de interpretar esto. El cuidado de elefantes rescatados luego de haber sufrido extensos y terribles maltratos puede ser, en lugar de un contraste con lo recién vivido, una continuación inconsciente de ello, de la actividad que la sueca realizaba al final de su estancia en Siria, a lado de un amigo que luego perdería, que era el arreglo funerario de los muertos de los bombarderos.

Esta era, entendemos, una tarea sórdida pero luminosa, si esta combinación pueden darse, como también podría ser, ahora, el meter las manos en el excremento de los animales: algo sórdido pero luminoso. ¿O nos engañamos (ella se engaña) y nada es luminoso en realidad, solamente sórdido, y la continuidad se da exclusivamente en el fracaso?

Igual en este que en los cuentos de su libro anterior, La composición de la sal, Baudoin logra síntesis apretadísimas de mundos y vidas expuestos en unas pocas cuartillas. Para obtener este efecto, la escritora elige y piensa cada palabra con total premeditación. Seguramente Baudoin publica luego de un proceso de corrección y pulido que debe ser largo y obsesivo. No es una artista explosiva o visceral, sino calmada y calculadora. Algo fría, por tanto, pero dotada de la bella y elegante frialdad del minimalismo. Por eso es que puede hablar de horrores y de más horrores sin caer en sentimentalismos ni inverosimilitudes. Seguramente Baudoin posee la prosa más cuidada y perfecta de la literatura boliviana actual.

Como otros autores de la diáspora, escribe para lectores de todas partes, por lo menos para todos los de la lengua, y sobre temas así, como el expuesto, universales. Hay que clasificarla, por tanto, dentro de la corriente posmodernista (corriente despojada de una “búsqueda nacional”, de todo dialecto vernáculo y más fan de la ciencia ficción que de la política) que predomina en la literatura nacional desde los años 90, solo últimamente desafiada –un desafío suave– por un par de escritores de ascendencia aymara. 

Fernando Molina es periodista, escritor y analista






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