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Cultura y farándula | 09/10/2024   05:05

|CRÍTICA|Amalia Decker y el arte de narrar la complejidad humana en “No me buscarás en vano"|Melita del Carpio|

Melita del Carpio
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Brújula Digital|09|10|24|

Melita del Carpio Soriano

Creo en la magia de la creación de cada obra literaria. Su concepción e itinerario productivo desde la idea inicial hasta su edición y difusión están llenos de anécdotas y experiencias que configuran la historia de cada libro. Es misterioso el proceso de la escritura. En ese “hacer el amor con las palabras para darles nueva vida” que vive Carlos, el personaje de No me buscarás en vano, me pregunto, ¿será que escrituras tan conmovedoras como la de Amalia Decker están libradas solo a la imaginación y a los propios fantasmas de los que escriben o en ese camino complejo de hacer decisiones permanentes que es escribir ficción serán otras energías las que dictan sus verdades haciendo anticipaciones o revelaciones de aquello que por alguna razón fue acallado? No sabemos a ciencia cierta, pero las experiencias de muchos escritores que han sido tocados por el misterio dejan abierta la posibilidad.

Una entrega de libro es fundamentalmente un rito de iniciación en el camino que este emprende hacia su destino entre los lectores. Algo de chamanes tenemos los presentadores en esta iniciación. Auspiciar y presentar esta novela como PEN Bolivia Cochabamba me parece una feliz casualidad. Cuando acepté comentar No me Buscarás en vano y quise hacerlo como representante del PEN, no había leído aún la novela. El foco del enigma es la muerte de un investigador y columnista agudo y valiente. Todos los días el PEN Internacional reporta a sus más de 100 centros en el mundo en 90 países la desaparición, persecución, encarcelamiento, acoso y muertes no aclaradas de miles de periodistas y escritores en diversos ámbitos del planeta, muchas veces “suicidados” por el poder político, el narcotráfico o por intereses oscuros que han logrado tocar sus descubrimientos y o sus denuncias. Ninguna institución más adecuada que el PEN para apoyar el lanzamiento de No me buscarás en vano. Sin pretenderlo, esta novela se inscribe en el compromiso por los derechos de expresión. Asimismo, el Comité de mujeres escritoras de Pen Bolivia ligado al Pen Internacional acompaña esta noche a Amalia en esta presentación. 

No me buscarás en vano es la quinta novela de Amalia Decker y es la muestra de su dominio en las lides de narrar, de las que ya es ducha. Ha construido una novela vigorosa con una original propuesta narrativa que aporta también la creación de un lenguaje propio. El título es un acierto coherente con el desarrollo de la novela y podría entenderse como ¿una sentencia?, ¿una amenaza irónica?, ¿la voz de aliento de alguien que pide no abandonar una búsqueda desahuciada por todos?

El lector descubre sus claves y se sumerge en el río de la historia que va aumentando su caudal profusamente. Es cuando las corrientes se multiplican y se encuentran procedentes de distintas vertientes. Nadar en ese río es toda una aventura, aunque nunca naufragamos en el intento. La novela no deja cabos sueltos ni huecos, aunque sí vacíos inteligentemente intencionales que el lector puede llenar gracias a sus inferencias. Y aunque por momentos uno necesita tomar aire y descansar en alguna orilla por la intensidad casi sofocante de la corriente, la atracción del río nos lleva con urgencia de nuevo a sumergirnos en él. A eso se refiere Odette Magnet, periodista y escritora chilena cuando dice: “la atmósfera de intimidad e introspección es tan profunda que resulta asfixiante. Es la descripción del alma femenina, certera y precisa”. 

Lograr en el lector estas sensaciones habla de la construcción de un lenguaje, que es lo que hace a la literatura. Algunos lectores califican el estilo narrativo de Amalia Decker como llano y directo, tal vez porque acceden con claridad a sus significados, pero en realidad es complejo literariamente conseguir atmósferas como éstas de intimidad y a la de vez hondura psicológica con el valor agregado de la comprensión del lector. No se trata de ser preciosistas con las palabras, crear artificios o demostraciones de erudición. Su lenguaje es muy adecuado a esta novela: ágiles frases breves y abundancia de interrogantes en la construcción de los monólogos femeninos, enorme abundancia verbal que demanda gran manejo de la lengua. Es el lenguaje de las mujeres cuando gustosamente nos juntamos en un café para hablar de nuestras vidas y de otras vidas que conocemos. Así lo hacen Alejandra, Soledad y Pilar cuando rotos los hielos de la rivalidad tan femenina a causa de los hombres que las separan y las unen a la vez, pueden finalmente derramarse unas en los brazos de las otras para luego poder pensar en un propósito común y arriesgado. 

Dos voces narrativas escriben la novela. Diría que estas dos mujeres dejan a la autora fuera del relato. Son los monólogos interiores de Alejandra y Soledad que se intercalan en incesante diálogo definiendo así la superestructura de la novela. Otras dos mujeres, Pilar y Shirley les ayudan a tejer los hilos de la trama. Las percepciones de unas y de otras logran armar el puzle de la historia total. Mujeres jóvenes de este mundo en que los ideales han caído. Mujeres que viven solas, que deciden sobre su cuerpo, que viven el amor, la sexualidad, la profesión, el trabajo en sus términos no necesariamente para ser felices o para librase de los demonios interiores y exteriores que las acechan. 

Desde su subjetividad construyen y reconstruyen hechos, recuerdos y conversaciones con otras personas para develar el enigma central: ¿qué pasó con Carlos? ¿Realmente se suicidó? Los lectores estamos ahí, en medio de esas conversaciones. Las reacciones, palabras, tonos de voz, expresiones faciales, razones y argumentos de unos y de otros son las pistas que instalan la sospecha lo mismo en las protagonistas, lo mismo en los lectores. De este modo, también armamos nuestro propio esquema para llegar a la solución del misterio alimentado por los elementos que ofrecen las voces narrativas. Todas las circunstancias son importantes para amarrar al lector sin perder detalle, sin saltar páginas o circunstancias.

¿Cómo se vive el duelo por la desaparición de alguien que amamos y que nos amó profundamente sin nubes ni deterioros, o de alguien que nunca nos amó, pero que nosotros quisimos? ¿Cómo se vive ese duelo cuando la muerte fue simplemente una desaparición? No lo vimos morir y su muerte ha quedado envuelta en sospechas que han empañado su imagen… La autora responde con acierto narrativo en la novela a estos retos. Y cuando parecen haberse borrado las pistas, de pronto surge la solución rotunda no esperada que puede también cambiar la vida. 

No existen las descripciones realistas y exhaustivas. Apenas unos cuantos brochazos para crear una imagen completa. Las mujeres se nos presentan vivas, intensas, reales desde sus testimonios. Los varones aparecen distantes como a través de un vidrio empañado que es la mirada de las mujeres especialmente cuando hablan de hombres de su pasado. Solo Carlos, el motivo del amor y las búsquedas se va configurando poco a poco desde su hermosa sonrisa hasta su último gesto decisivo. 

No aparece el narrador omnisciente que conoce como un Dios todo de todos. No me había pasado en otras lecturas hacerme una imagen de un personaje y luego desconfirmar totalmente mi idea por la percepción de otro personaje que tiene más claves y evidencias de las que dispongo hasta el momento. No es la autora que me lleva de la mano por la trama, es un personaje que me hace caer en cuenta de mi error. 

No me buscarás en vano evidentemente es una Novela Negra, la expresión contemporánea de la antigua novela policial. Su razón de ser está en la resolución de un misterio de tipo criminal, sin embargo, más allá del motivo central está la complejidad de los seres humanos que van apareciendo en la búsqueda. Como en la novela de Decker, todos los personajes tienen en alguna medida ambigüedades, fisuras y abismos, adicciones, contradicciones, incoherencias o paradojas. Ese descubrimiento de la humanidad de los personajes permite la sospecha acerca de cada uno que contribuye a la intriga. En esa construcción de los personajes está el desafío de la calidad literaria que permite que la novela negra sea un producto mucho más labrado literariamente con relación a la antigua novela policial. Va más allá, no solo por el lenguaje, también por la implicación de aspectos psicológicos, políticos y sociales que amplían su alcance y significado. 

José Colmeiro (1994) aporta otro matiz: : La novela policiaca negra parte de una desconfianza total en la sociedad y sus instituciones (…) la inmoralidad de esta sociedad es más palpable todavía al ir apareada con el fenómeno de la corrupción de los políticos (que hacen y deshacen las leyes a conveniencia de los poderosos y, si es preciso, hacen pacto con los criminales) y la corrupción de la policía (que se deja comprar al mejor postor), lo cual trae consigo un debilitamiento de la confianza en la ley y la justicia”.

El contexto urbano, escenario natural de la novela negra, encuentra en La Paz el territorio afín a los dramas humanos con sus calles empinadas y laberínticas: Sopocachi, la Plaza Abaroa. San Miguel, Calacoto, el mundo de los cafés; los edificios con sus departamentos, a veces claustros del drama. Sus bruscos cambios de clima, sus cielos grises, encapotados, sus sorprendentes chaparrones y sus cambios de temperatura coinciden con los mundos subjetivos de los personajes.

De esta novela que recrea tan hondamente la individualidad humana emerge, no podía ser de otro modo en una escritora como Amalia Decker, la dimensión social y política por un lado con relación a la mujer y por otro, con relación al país.

El valor de la novela desde el punto de vista del género está en haber recreado las psicologías de los personajes y las experiencias de mujer desde el imaginario de mujer en relación con sus decisiones y en relación con el cuerpo tanto como vivencia del placer y afirmación de ser mujeres, cuanto como experiencia de la violencia y del terror, cuando el cuerpo de las mujeres se convierte en ámbito de la venganza de la pareja, de marcar territorio, de dominio y supremacía. 

Digo también con palabras de Elena Ferrufino Coqueugniot (2024): “Propongo leer la palabra de la mujer como estrategia de empoderamiento. Como discurso que privilegia el cuerpo como locus donde el poder falocéntrico, expresado en los criterios narrativos que impone la tradición literaria, se desestructura y da curso a un canal por el que surgen nuevas expresiones y nuevas formas narrativas”.

Y está el país, el nuestro, donde las vidas transcurren sumidas en sus dramas ajenas a trasfondos que ignoramos o que no queremos ver porque el conflicto o el miedo nos acallan y la polarización nos acobarda. A medida que se desarrollan los conflictos ligados al misterio de la muerte de Carlos, reconocemos claramente los hechos luctuosos ocurridos en Bolivia en las últimas décadas ligados a la política. 

Escuchamos las voces de la cordura que se han colado de la realidad a la ficción: “Se están metiendo a un bosque donde no hay un lobo, sino muchos dispuestos a atacar”, “es peligroso, no te metas”, “olvida, sigue viviendo. 

Y otras voces desafiantes que dicen, como Soledad: “Te juro que lo voy a descubrir (…). Nos estamos acostumbrando a hacer concesiones, Ale, la podredumbre no está en los que gobiernan, sino en nosotros que aceptamos callados y atemorizados todos los atropellos y las atrocidades”. 

Quizá digamos un día como Alejandra: “Yo abrí los ojos por una historia personal y lamento no haber estado más atenta”.



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