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Buenas prácticas | 03/08/2023   14:50

OPINIÓN| Liberalismo y educación financiera

Existe una correlación directa entre liberalismo, ahorro e inversión; como una cadena donde cada eslabón va uniéndose uno al otro.

El ahorro y la inversión generan riqueza.

Oscar Mauricio Ochoa 

Ahorro e inversión. Dos simples palabras que deberían llamarnos la atención, pero que en realidad no se encuentran aterrizadas en nuestro cotidiano vivir. Me considero un ejemplo de lo descrito. Recuerdo la vez que tomé conciencia sobre estos conceptos y fue como encontrar una llave, abrir un candado mental autoimpuesto y fue el primer paso para ir descubriendo el pensamiento liberal.

¿Existe conexión entre estos dos conceptos y la doctrina liberal? Mi corta experiencia me dice que sí. Considero que hay una correlación directa entre liberalismo, ahorro e inversión; como una cadena donde cada eslabón va uniéndose uno con otro. Lo explico a continuación:

La esencia del ser humano está en desarrollar actividades para subsistir: estudiar, pensar, emprender y potenciar habilidades; todo esto conlleva a trabajar y a ganarse la vida. Ganar un salario, que vendría a ser la remuneración producto de nuestro esfuerzo, es absoluta e innegablemente una prioridad, siempre y cuando lo hayamos adquirido de forma pacífica, sin vulnerar los proyectos vitales de otro ser humano. La propiedad privada es un pilar fundamental del liberalismo y el dinero ganado en buena ley es una prueba irrefutable de ello. El primer eslabón queda claro.

Si bien el tener un trabajo y sostenerlo no es labor sencilla, ahora viene la nada simple tarea de ahorrar ya que requiere de autocontrol y disciplina. Este segundo eslabón es el más débil debido a que muchas veces nos rendimos con la conocida frase: “como gano muy poco dinero, no me alcanza para ahorrar, mucho menos para invertir”. Sin embargo, ahorrar debería ser una actividad automática, programada por nuestro cerebro para ser realizada cada fin de mes, con la conciencia tomada de que parte de nuestro futuro se resuelve con esta decisión.

Para desarrollar el tercer eslabón, pongo de ejemplo lo siguiente: “Si nos comemos las semillas de un árbol, apenas saciaremos nuestra hambre y no podemos esperar nada más en el futuro, pero si decidimos plantar esas semillas y dejar crecer un árbol tendremos frutos para toda la vida”. La semilla es como el dinero, no se lo debe simplemente guardar; ahorrar es imprescindible pero no suficiente. La inversión es el motor que nos lleva a incrementar nuestro capital. Entonces, el ahorro y la inversión generan riqueza, y ésta es algo dinámico, se la crea, tiene vida, se transforma, no es un botín que cambia de manos. Y como tiene vida, también puede destruirse o desaparecer. 

Queda clara la importancia de estos elementos en la economía familiar y personal, pero ¿son aplicables para la economía de un país? Nuevamente mi respuesta es un sí. Evidentemente la economía y las finanzas de un país son mucho más complejas, no obstante, estos principios no deben ser ajenos en la administración del Estado. La experiencia nacional nos indica que los gobiernos son pésimos administradores del dinero que obtienen de los contribuyentes y si a eso sumamos un constante déficit fiscal, la ineficiencia será por partida doble: el Estado malgasta los recursos, que por si fuera poco le son insuficientes, por lo que acaba en números rojos. Inoperancia al cuadrado. Por tanto, la base de todo crecimiento económico debería ser el ahorro y la inversión.

Es evidente que las empresas y emprendimientos privados luchan cada día por obtener réditos en sus operaciones y ser eficientes en sus actividades, entonces para ellos no es desconocido el tema. En cuanto a las personas, encontramos de todo; unos que piensan en su futuro y deciden ahorrar e invertir una porción de sus ingresos y otros que ni siquiera lo intentan ya sea por sus ingresos bajos o simplemente les parece mejor gastar y consumir porque “a largo plazo todos estaremos muertos”, como decía el economista John Keynes.

Por último, como reflexión debemos entender que no es necesario privarnos de consumir aquello que necesitemos o nos guste, solo que debemos planificar y organizar nuestras finanzas; claro que al principio requiere de mayores esfuerzos, pero vale la pena y mientras más temprano comencemos mucho mejor. El consumo es la consecuencia justamente de ahorrar e invertir. El trabajo sumado al potenciador del ahorro y la inversión en un ambiente liberal, se constituyen en la fórmula del éxito para generar riqueza.

Oscar M. Ochoa es auditor financiero.