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Sociedad | 18/03/2023

Los fantasmas de la habitación de Richard Choque

Los fantasmas de la habitación de Richard Choque

Richard Choque al salir de una audiencia judicial. Foto: APG

Brújula Digital |18|03|23|

Claudia Soruco y Raúl Peñaranda

Cómo un asesino y violador serial boliviano logró su libertad a cambio de una coima y una botella de whisky y siguió delinquiendo en la anárquica ciudad de El Alto. Esta semana obtuvo la quinta sentencia en su contra. Bolivia es uno de los países del mundo con más violencia contra la mujer.

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El fiscal departamental de La Paz, William Alave, informó esta semana que el Ministerio Público aprobó la quinta sentencia contra Richard Choque, como autor de los delitos de trata de personas, proxenetismo y pornografía cometidos en contra de las adolescentes Iris y Lucy, de 15 y 17 años de edad, respectivamente. Obtuvo 15 años de cárcel por ello. Esta es la más reciente condena recibida por Choque, de 34 años, acusado también de haber asesinado a cuatro personas, entre otros delitos cometidos. Ha admitido también ser un violador en serie. 

Decir que Choque tuvo una infancia difícil sería minimizar las cosas. En realidad, puede ser calificada, con mayor precisión, como una niñez atroz. Su tío Pedro (nombre convencional) vivía en su casa y muchas veces lo obligaba a ir a una habitación del fondo de la modesta vivienda, sin ventanas y de paredes desgastadas, donde lo sometía a vejaciones sexuales. Era la habitación donde habitaban fantasmas. Ese infierno no era sólo suyo: su hermana y su madre también sufrían las violaciones del familiar depravado, dijo a Brújula Digital el teniente Boris Gutiérrez, encargado de la investigación.

Sin posibilidad alguna de recibir ayuda psicológica, el niño Richard se convirtió primero en un adolescente y después en un adulto incapaz de encontrar para él mismo algún sentido de equilibrio. Fallecido su tío, él, su hermana y su madre siguieron viviendo en la misma casa, tal vez tratando en lo posible de no acudir al cuarto ése de la muy modesta vivienda, de techos de zinc, paredes sin pintar y piso de cemento, en cuyos alrededores se extendía la ciudad de El Alto, con todo su desorden, su vitalidad y su pobreza.

Dentro de todo Richard logró hacer una vida más o menos productiva y desarrolló una habilidad para evitar ser rechazado por el resto: mostrarse amable, tratar de tener algún atractivo y exhibir algo que atrajera a su entorno, señala el expediente policial. Tal vez pensaba que así podía compensar el hecho que era bajo y moreno, además de un físico grueso y un apellido indígena, en un país donde esas características no son necesariamente bien recibidas.

Pero sus fantasmas eran tan grandes, incontrolables y asfixiantes que ni la más encantadora de las sonrisas que pudiera proyectar podía dominarlos. Terminado el colegio, realizaba actividades junto a su primo hermano Fidel Lecón Choque, algo menor que él, y pasaban momentos agradables, pero luego se enteró que este estaba postulando a la Escuela Militar de Sargentos, en Cochabamba. Y que tenía muy buenas opciones de ser aceptado. Su primo provenía de un hogar en el que había recibido apoyo y cariño. Richard ni siquiera deseaba seguir el oficio de su padre, que fue policía. Tal vez despreciaba a su progenitor por no haber evitado que su tío lo arrastrara cada vez a esa infernal habitación.

El primo hermano Fidel

Pero la idea de que su primo sí tuviera la opción de seguir la carrera militar empezó a obsesionarlo, informó el teniente Gutiérrez. Quizás no se le quitaba de la mente. Richard ofreció ayudarlo a ingresar a esa Escuela y le pidió 5.000 dólares para supuestamente lograrlo. Pero Fidel, de 18 años, desapareció el 19 de mayo de 2011.

Richard mató a su primo hermano envenenándolo y luego lo decapitó, antes de enterrar el cuerpo y la cabeza por separado en una vivienda que tenía su padre no lejos de la del cuarto de los fantasmas, estableció el informe policial. Richard tenía 22 años. Luego de asesinarlo, él le insistía a su tía que el muchacho seguía con vida. Pero ella sospechaba e hizo una denuncia contra Richard, que fue desestimada por la Policía. La madre de Fidel buscó a su hijo hasta debajo de las piedras. Finalmente, tras años de búsquedas infructuosas, se lo dio como fallecido.

Más o menos a esa edad empezó a abusar de las drogas y el alcohol. Para solventar sus gastos empezó un entramado de captar mujeres para después violarlas y chantajearlas. Se cree que en la década posterior al asesinato de su primo Fidel, y hasta que fue detenido 11 años después, en 2022, violó a 77 mujeres, según estableció la investigación judicial a la que tuvo acceso este medio de comunicación. Los policías establecieron que a la mayoría de sus víctimas Richard las conquistaba sentimentalmente.

La avenida América es una típica calle de La Paz. Semiempinada, está ocupada por numerosos comerciantes informales y circulan allí cientos de minibuses que llenan el aire con sus bocinas. Es la vía donde además se ubican alojamientos y hoteles, de mejor y peor calidad. Comerciantes de clase media, pero también trabajadoras sexuales, drogadictos y migrantes que llegan del campo, entre otros visitantes esporádicos que visitan la sede de gobierno, contratan sus habitaciones. Muchas veces las estadías son por horas, pero también las hay de días o semanas.

Richard conocía muy bien esa zona. Era allí donde citó a decenas de mujeres, que captaba con ayuda de las redes sociales. El modus operandi era más o menos el mismo: engañarlas con un aviso de trabajo falso, llevarlas a la habitación, drogarlas, filmarlas y violarlas. También solía llevarse a su casa la ropa interior de sus víctimas. Es increíble que hubiera podido hacerlo con tantas mujeres, durante tantos años, sin causar ningún tipo de sospecha de las autoridades.

Las habitaciones que alquilaba en los diversos alojamientos de la avenida América, que suelen ser edificios de escaleras angostas y mal iluminadas, invariablemente carecían de ventanas y debían poder cerrase con llave. “Ofrezco trabajo, buenos ingresos”; “Se necesitan mujeres jóvenes”; “Aprovecha esta oportunidad laboral”. Con perfiles de Facebook falsos, muchas veces pretendiendo ser una mujer, Richard atraía a una miríada de mujeres jóvenes, muchas veces migrantes del campo, desesperadas de salir de sus situaciones de pobreza y marginalidad. Era evidente la insinuación de que los trabajos ofrecidos eran de tipo sexual.

En los cuartos primero las drogaba y luego las filmaba desnudas y finalmente las obligaba a grabar videos en los que admitían que ellas portaban drogas, informó la Policía. Con eso las extorsionaba y presionaba para seguir manteniendo relaciones sexuales con él en el futuro. Las dejaba ir, pero después de unos meses las volvía a contactar para seguir con el chantaje. 

En 2013, los familiares de su primo Fidel habían dejado de preguntar. Y Richard se había salido con la suya. Nunca fue interrogado como sospechoso. Los operadores bolivianos de justicia, como es su tradición, no hicieron bien su trabajo, ni de lejos. Más o menos por ese tiempo se cruzaba con su vecino, José Luis Mamani, que vivía en la misma calle y que ponía en una bolsa su gorro de chef y su delantal blanco para salir a trabajar; a veces intercambiaba saludos de cortesía con él. José Luis se había labrado un nombre en el ambiente gastronómico local y era para entonces el chef del exclusivo Yacht Club, ubicado a orillas del lago Titicaca, a 100 km al oeste de La Paz. Mamani desapareció a mediados de 2019 y su hija Katherine empezó a buscarlo con desesperación.

Blanca, de 20 años

¿Tal vez era tiempo de volver a actuar? Blanca fue captada a través de una cuenta falsa creada por Choque en Facebook. En ese caso, el interés no era un trabajo de tipo sexual. La joven tenía la aspiración de ingresar al Colegio Militar en La Paz, según se deducía de sus publicaciones en esa red social. Mediante Facebook, Choque se hizo pasar por un instructor militar de nombre Mauricio Terán. Intercambiaron mensajes y él le prometió ayudarla. Choque sacó a relucir la parte de su personalidad afable y amistosa.

El 9 de noviembre de 2013 Richard cumplió 25 años. Menos de dos semanas después, el 20 de noviembre, Blanca, de 20 años, salió de casa y no retornó. Richard la había secuestrado, primero, y asesinado. La investigación policial concluyó que la abusó sexualmente, la torturó y finalmente la estranguló. Después la enterró en la misma casa en la estaba inhumado Fidel.

Richard aumentó su grado de maldad. Una vez que Blanca estaba muerta, empezó a pedir rescate por ella, señalando mediante mensajes de celular que estaba secuestrada. Pidió 20.000 dólares. Para cometer el crimen obtuvo la colaboración de José Luis Casilla, acusado posteriormente de otros asesinatos.

La madre de Blanca no contaba con esa suma de dinero y tuvo que acudir a la Policía. Así que se realizó un plan para cumplir con la transacción de dinero y acudir al lugar que Choque había señalado que estaría. Recogió los 20.000 dólares en la jardinera de una autopista y se fue a casa. No se percató que los efectivos lo seguían. El cuerpo estaba enterrado en posición fetal en el patio de la casa del padre policía de Choque.

Al ser detenido, Choque no mostró emoción alguna, dijo la Policía, que detectó trastorno de personalidad por ausencia de culpabilidad y falta absoluta de remordimiento.

Se trasladó al feminicida al penal de alta seguridad de Chonchocoro, en el centro del polvoriento y ventoso altiplano boliviano a 4.000 metros de altura. Al poco tiempo, su defensa solicitó trasladarlo a la cárcel de San Pedro de La Paz, pedido que fue aceptado. Fue sentenciado a 30 años de prisión sin derecho a indulto. Debería permanecer preso hasta el año 2043.

Pero 30 años de prisión sin derecho a indulto, en la Justicia boliviana, no significan 30 años de prisión sin derecho a indulto. Sólo seis años después del asesinato de Blanca, en 2019, Choque Flores, junto con su abogada, empezaron a imaginar una manera de que pudiera ser liberado. Hacia fines de diciembre, movieron los hilos que debían moverse y tocaron las teclas que debían tocarse. Al final, el Juez Primero de Ejecución Penal de La Paz, Rafael Alcón Aliaga, autorizó que Choque fuera beneficiado con una detención domiciliaria de 18 meses, pero sin custodio. Richard estaba literalmente libre de circular por su ciudad. ¿Cómo lo consiguió? Con un pago de 3.500 dólares y una botella de whisky.

“Reuní todo el dinero, vendí mis cosas en San Pedro y me presté de amistades (…). Cuando me dieron detención domiciliaria, para firmar, mi abogada me dijo que demos un whisky o algo para Año Nuevo ya que me sacó (de prisión)”, declaró.

El argumento para solicitar su detención domiciliaria fue el “delicado estado de salud” de Choque. Para ello, un médico le emitió un certificado que establecía que este asesino padecía de hepatomegalia, hepatosis, gastritis crónica, úlcera, diabetes y asma, concluyendo que debía ser trasladado en un lugar adecuado para acceder a un tratamiento con el fin de evitar un cáncer gástrico.

Libre otra vez

Y las rejas se abrieron para Choque. Como tenía detención preventiva sin custodio, no tardó en continuar con su vida anterior. Volvió a rastrear a jovencitas. Iniciaba las charlas con el perfil de mujer en Facebook, les ofrecía trabajo o favores económicos, las convencía y citaba nuevamente en los alojamientos de la avenida América.

Y nuevamente las drogas, las filmaciones, las violaciones. Los métodos se hicieron más sofisticados. Choque empezó a adquirir nuevas identidades en Facebook: se hacía pasar por policía, médico o ingeniero para atraer a sus víctimas. Pero en esta ocasión empezó a estudiar aspectos básicos de esas profesiones para que sus historias adquirieran mayor realismo y convencer más fácilmente a sus víctimas. Estudió materias referidas a ingeniería y también nomenclatura y mecanismos policiacos de investigación.

“Estamos hablando de un hombre muy inteligente. Y es que un psicópata como él es una persona inteligente, con un coeficiente elevado. Richard sabía manipular a las personas, sabía convencerlas”, relató el teniente Gutiérrez.

Choque, además, empezó a viajar asiduamente a las ciudades de Cochabamba y Santa Cruz. También allí contactó a mujeres con ofertas de trabajos de tipo sexual.

El caso de Lucy

Decenas y decenas de mujeres cayeron en este macabro mecanismo a través de las redes sociales. Y entre ellas, Lucy Maya Ramírez. Tenía 17 años cuando se topó con Choque, entonces de 32. Fue reportada como desaparecida el 18 de mayo de 2021. Esa tarde salió de su domicilio ubicado en El Alto y se dirigió a su trabajo de medio tiempo en una emisora radial. Nunca retornó.

Ocurrió exactamente lo mismo que en el caso de Blanca. Choque la retuvo, abusó de ella, la secuestró y posteriormente exigió a la familia la suma de 70.000 dólares para liberarla: “Le dejo unas fotos de personas que incumplieron nuestras reglas. Si van a la Policía con este mensaje, tomaremos otras medidas. Cumplan con lo pactado para tener a su ser querido de retorno”. Acompañó el mensaje con fotos de mujeres descuartizadas.

Tras el error de haber recibido un rescate por el cuerpo de Blanca, y seis años de desagradable encierro, decidió mejorar sus sistemas de acción. Manipularía a las familias, sí, pero nunca aceptaría hacer ninguna transacción. Por eso aumentó el monto exigido para que fuera una cifra sideral para una familia boliviana de bajos ingresos. Imposible de conseguir. La idea no era recibir el dinero, ahora, sino causar sufrimiento a la familia, manipularla con la idea de que la muchacha seguía con vida. Richard mantuvo su juego perverso.

“Durante nueve meses he buscado a mi hija, me ha pedido rescate de 70.000 dólares, no pude encontrar esa plata, ´trozada te la vamos a devolver si no consigues el dinero´”, contó la madre de Lucy, la segunda de ocho hermanos. Ellos organizaron dolorosas e infructuosas campañas de búsqueda.

A diferencia de Blanca, Richard enterró el cuerpo de Lucy en la habitación de los fantasmas. La mató de un violento golpe en la cabeza que le provocó traumatismo encéfalo craneano, según estableció la autopsia.

Iris, la chiquilla de 15 años

Choque prosiguió en su sistema de llevar a muchachas a los alojamientos de la avenida América, pero la idea de seguir asesinando no salía de su mente. Y quizás era tiempo de empezar a abusar de adolescentes.

El 27 de agosto de 2021, Iris Maylin Villca, de 15 años, salió de su vivienda la zona Alto Villa Victoria, de El Alto, para recoger unas invitaciones para el bautizo de su hermana menor. Desde ese día, su ausencia se convirtió en una verdadera pesadilla para su familia, oriunda de la población de Guanay, una zona subtropical del departamento de La Paz. Acudieron a la Policía, pero no hallaron respuestas. Los efectivos policiales le dijeron a la madre de Iris que su hija había planificado su “autosecuestro” con el fin de huir de su casa junto a su pareja.

“Desde las 11 ya no se ha comunicado (…). Mi temor era que la hayan secuestrado, porque una vez le había comentado a sus primas que estaba siendo amenazada”. La madre recibió una foto de su hija todavía viva, atada a una cama, con ojos de terror en su rostro. La Policía no hizo nada.

Esta vez Richard le exigió 60.000 dólares. “Yo tenía los mensajes que me mandó, le entregué a la fiscal las fotografías que recibí, que me estaba amenazando de muerte, pero la Policía siempre me decía que mi hija  se fue con su novio o que ella estaba haciendo su falso secuestro”, dijo la madre.

Fueron meses de angustia y extorsión. Mientras seguía chantajeando a la familia de Iris, Choque continuaba con su captación de jóvenes por redes sociales. 

Para evitar que la Policía hiciera seguimiento a sus celulares, utilizaba las “campanas Faraday”, que consisten en forrar los teléfonos con aluminio para que la señal no pudiera ser rastreable. “También usaba celulares registrados a nombre de otras personas y para que no demos con la triangulación hacía llamabas desde diferentes puntos de La Paz y El Alto, nunca lo hacía desde cerca de su domicilio”, recalcó el teniente.

Pero la Policía por fin empezó a atar cabos. Los números de Lucy y de Iris saltaron en el sistema de rastrillaje con el cruce de llamadas a las familias y las ubicaciones del radio geográfico de Choque.

“Hice triangulación de tráfico de datos y ya no de llamadas. Así que ya teníamos la ubicación exacta del lugar donde Richard Choque enterró a sus víctimas, porque con los sistemas tecnológicos que manejo y con los que me capacité, logramos un radio de rastreo de tres kilómetros con una longitud y latitud exactas”, prosiguió Gutiérrez. 

Y el lugar que daban los sistemas era la zona donde Choque vivía con su hermana y madre. El análisis del “silencio digital” (desconexión de los celulares de ambas víctimas) hacía presumir que Iris y Lucy estaban muertas.

La habitación de los fantasmas

Así que el 24 de enero de 2022, la fuerza policial preparó el operativo para el allanamiento de la vivienda.

―¿Están muertas, verdad?, preguntó Gutiérrez tras detenerlo.

―Sí.

—¿Hay más víctimas en el lugar?

 —No, son sólo las dos.

La vivienda era precaria. El terreno era grande, pero la casa ocupaba solo una pequeña parte. Los efectivos tenían a Choque enmanillado. Estaban con él la madre y hermana.

Esposado y con la cabeza gacha, esa noche Choque se mantuvo en completo silencio y con una frialdad sorprendente.

Cuatro canes fueron usados para detectar el lugar de los entierros en la habitación de los fantasmas de Richard. Se veía lo que parecían rasguños en la pared. Tal vez fueron provocadas por las víctimas antes de ser asesinadas. ¿O eran las propias marcas dejadas por Choque de cuando fue abusado cuando niño?

Primero se halló el cuerpo de Lucy y luego el de Iris. Ambos presentaban rastros de haber sido torturadas y violadas. “Cuando una persona ya sabe que va a morir, su cuerpo automáticamente vuelve a la posición fetal”, dijo el teniente.

En su declaración posterior, Choque afirmó que fue “estúpido” haber usado un celular para pedir recompensa a los familiares de las víctimas. Su madre y su hermana fueron detenidas por complicidad. No podían no haber sabido lo que hacía Richard.

―¿Cómo tomaste contacto con los familiares?, le preguntó Gutiérrez.

―Con su celular.

―¿Los rescates los pediste después del asesinato de tus víctimas?

―Sí, fue estúpido, pero sí.

En los interrogatorios posteriores se dio con el primer crimen.

―¿Hay otras víctimas enterradas aquí?, preguntó el policía.

―No, aunque sí existe otro cuerpo, es de mi primo, hace unos 11 años más o menos, con eso descargo todo.

Tras esa confesión se procedió a excavaciones en la vivienda de su padre. El cuerpo de Fidel estaba cerca del de Blanca, el primero que se halló. Si solo la Policía hubiera hecho mejor su trabajo en ese tiempo, se hubiera hallado oportunamente el cadáver de Fidel y quizás se hubieran evitado tantos tormentos.

La hija del chef

Cuando se conoció que en la casa de Choque habían cuerpos de mujeres desaparecidas, muchas madres y familiares desesperados llegaron al lugar. Buscaban a sus propias hijas desaparecidas, en crímenes nunca resueltos por la Justicia ni Policía bolivianas. En escenas tan desgarradoras como surrealistas, intentaban encontrar, entre sostenes y otra ropa interior de las mujeres que Richard había violado y que fueron expuestas por los policías, los de sus hijas. Ninguna tuvo éxito.

Después, la Junta de Vecinos informó que también había en el lugar ropa de hombre. Y allí se dirigió Katherine, la hija del chef desaparecido. Entre la vestimenta desparramada en el patio encontró el delantal y el gorro de chef de su padre. Después se hallaron el pasaporte y otros documentos. La última llamada registrada desde su celular salió de la casa de Choque. Su cuerpo, sin embargo, jamás fue encontrado. Luego los enfurecidos vecinos contrataron tractores que destruyeron la vivienda.  Esa acción, lamentablemente, destruyó también evidencias de otros posibles delitos.

De vuelta a prisión

Hoy, Richard Choque está detenido nuevamente en Chonchocoro. En septiembre de 2022 se dictó su cuarta sentencia, de 30 años, por estos asesinatos, y esta semana, la quinta, por pornografía y otros delitos, de 15 años. No hay acumulación de penas en la legislación boliviana ni cadena perpetua. Choque saldrá libre cuando tenga 64 años de edad. Al final se lo acusó de cuatro muertes y 77 mujeres violadas. No se sabe si hay más víctimas de sus viajes a Santa Cruz y Cochabamba.

Fueron detenidos también la madre y hermana, por ser cómplices, el juez que lo liberó, la abogada que hizo los trámites para el pago de la coima y la compra del whisky y el médico que firmó los certificados falsos.

Cifras espeluznantes

Bolivia es uno de los países con mayor cantidad de feminicidios por población. Con 11 millones de habitantes, unos 100 casos se denuncian cada año, más que en España, que tiene cuatro veces más población. La mayoría de ellos quedan sin castigo. Además, cada día desaparecen ocho niñas, niños, adolescentes y mujeres jóvenes.

Las cifras son espeluznantes. Muestran que Bolivia es el segundo país de Sudamérica con mayor número per cápita de feminicidios y uno de los más altos del mundo. Pero detrás de las cifras están los rostros, las sonrisas, las vidas. La periodista Hanalí Huaycho murió en 2013 de 15 puñaladas. Había denunciado a su pareja, el policía Jorge Clavijo, en numerosas oportunidades. En una ocasión éste la encerró en un auto, junto a su hijo, e hizo explotar una granada de gas lacrimógeno. Nadie hizo nada. O María, de Sucre, quien también murió acuchillada, recibió 33 cortes y al igual que en el caso de Hanalí, su hijo fue testigo del hecho. O Sofía Flores, que murió ahorcada por su pareja en 2015. Tres casos tomados al azar de los más de 1.000 ocurridos en la última década.

Pero hay muchos más: en los días previos al 8 de marzo de 2022, Día Internacional de la Mujer, cuatro mujeres fueron asesinadas. Lorenza Castellón, de 44 años, fue asesinada en el departamento de Cochabamba, en el centro del país, por su pareja, quien primero destruyó la habitación. Casi simultáneamente murió Verónica Condori, de 29, también en Cochabamba. Unos días antes, en La Paz, Daniela Rodríguez, de 17 años, fue asesinada por su enamorado. Laura, de 54 años, fue la cuarta víctima de esa semana trágica, cuatro de las 100 mujeres asesinadas ese año.

La situación es tan seria, que el coordinador residente del Sistema de Naciones Unidas en Bolivia, Mauricio Ramírez, pidió hace unos años al Gobierno activar un estado de “alerta nacional” para intentar controlar la situación.

Los alrededor de 100 feminicidios anuales en Bolivia implican un promedio de 1,9 por cada 100.000 mujeres, el segundo país en la región según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, impulsado por la CEPAL y NNUU. En Sudamérica, sólo Brasil supera a Bolivia, con unos 2.900 casos anuales y un índice de 2,8 mujeres asesinadas por cada 100.000, según estableció una investigación de este portal de noticias a fines de 2017.

En el plano regional, incluso Colombia, que solía ser un país con mucha violencia contra la mujer, ha logrado reducir sus cifras, mientras las de Bolivia, aumentan. Colombia tiene un promedio de 150 feminicidios por año, pero con una población de 48 millones de habitantes tiene un índice de un tercio del que se registra en Bolivia.

En 2011, último informe disponible de ese tipo, la Reseña Italiana de Criminología publicó el reporte “El feminicidio en una perspectiva global”. Bolivia ocupa en ese estudio la posición número 11 a nivel internacional con mayor cantidad de muerte de mujeres. Ese estudio establece que en el país mueren seis mujeres mayores de 15 años por causas violentas por cada 100.000. La violencia contra la mujer en 12 naciones es calificada como “muy alta” y entre ellos está Bolivia, informó ese reportaje.

“Estamos en una situación trágica”, dijo a Brújula Digital la abogada Paola Barriga. La jurista explicó que el país no tiene ni sistemas de prevención contra la violencia contra la mujer, ni de sanción a los culpables: la ley 348 que se refiere al tema no es de fácil aplicación y prácticamente en el 100% de los casos los sospechosos ni siquiera son acusados formalmente, menos aún sancionados.

Un asunto relacionado con este tema es el de la impunidad. En Bolivia solo alrededor del 2% de los sospechosos es enjuiciado y sancionado con una sentencia. El resto o no es investigado o sus casos se quedan por años en los vericuetos del sistema judicial.

No solo se trata de muertes, obviamente. Unos 28.000 casos de violencia contra mujeres se registran cada año. El INE reportó además que 75 de cada 100 mujeres casadas o en pareja son víctimas de violencia económica, física, psicológica o sexual. Las víctimas de Richard Choque supieron de esta realidad muy bien.

El caso de Richard y los abusos que él mismo recibió se unen a los cientos de hechos similares que se cometen a diario en los hogares bolivianos, muchas veces ante la vista indiferente de sus propias familias y la apatía de las autoridades. Richard llenó de fantasmas las vidas de cientos de personas más.

Claudia Soruco y Raúl Peñaranda son periodistas



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