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Sociedad | 24/07/2025   12:56

La Feria del Libro es un motor cultural y económico

Las ferias del libro no solo promueven la lectura y el encuentro entre autores y lectores, sino que también generan importantes beneficios económicos, fortalecen la industria editorial nacional y contribuyen a la construcción de públicos diversos.

Imagen de archivo de una feria del libro anterior. Foto: APG
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Brújula Digital|24|07|25|

Mirna Quezada Siles

En un mundo cada vez más dominado por pantallas, algoritmos y flujos digitales, parecería ilógico seguir hablando del libro físico como centro gravitante de la vida cultural. 

Sin embargo, en Bolivia, como en otros países, no sólo sobrevive, sino que goza de vitalidad gracias al impulso de ferias internacionales del libro y al trabajo constante de editoriales, escritores, libreros y gestores culturales. 

Ellos convierten al libro impreso en una válvula de escape frente al mareo informático y en un eje económico significativo dentro de la industria cultural nacional. 

La FIL La Paz, que se realizará este año del 30 de julio al 10 de agosto, ya no es un hecho aislado. En los últimos años, el circuito ferial creció y se descentralizó notablemente. La ciudad de El Alto, por ejemplo, celebró en 2025 su segunda Feria Internacional del Libro (FILEA), mientras que la feria de Santa Cruz ya está totalmente afianzada.

El periodista y escritor Juan Carlos Salazar lo resume claramente: “Guardo en mi biblioteca un libro publicado en Madrid en 1779, escrito en estilo epistolar, con una delicada tapa de cuero curtido, bajo el título de Cartas Críticas sobre varias cuestiones eruditas, científicas, físicas y morales, a la moda y al gusto del presente siglo. Su autor es el abogado Josef Antonio Costantini (1692–1772). Cuando contemplo ese precioso ejemplar, recuerdo las palabras de Jorge Luis Borges, quien dijo alguna vez que ‘de todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro’, porque ‘el libro es una extensión de la memoria y la imaginación’”.

El periodista agrega: “Eso explica la porfiada existencia del libro a lo largo de la historia. Y si el hermoso ejemplar que guardo en mi biblioteca pudo sobrevivir más de dos siglos, después de haber sorteado quien sabe cuántas calamidades humanas y materiales, incluido el paso por las manos de cientos o quizás miles de lectores doctos y profanos, creo que el libro tiene una larga vida”.

Esta situación no es producto del azar, pues en la base está una historia de lucha, construcción y visión, como bien lo documenta David Pérez Hidalgo, expresidente de la Cámara Departamental del Libro de La Paz, en su escrito sobre la historia del libro, las librerías y las ferias en Bolivia. Este trabajo se nutre de datos de Silvia Arze y de una mirada crítica y apasionada por el mundo editorial.

Una mirada histórica

La primera feria del libro considerada como tal en el mundo se celebró en Fráncfort del Meno, Alemania, en 1949, como evento internacional moderno, aunque sus orígenes se remontan al siglo XV, cuando impresores y libreros ya se reunían allí desde la invención de la imprenta. La Feria del Libro de Fráncfort es hoy la más grande y antigua del mundo, reuniendo anualmente a más de 7.000 expositores de 100 países.

En Bolivia, la historia de las ferias del libro tiene sus propios hitos. La Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL La Paz), nacida en 1996, marcó el inicio de una nueva etapa para la cultura del libro en el país. Más que un acontecimiento comercial, se convirtió en un espacio de encuentro ciudadano donde lectores, escritores, editores y distribuidores confluyen en un ambiente que trasciende lo económico. En 2003, su valor fue reconocido oficialmente al ser declarada Patrimonio Cultural de la Ciudad de La Paz.

Cada año, más de 100.000 visitantes cruzan las puertas del Campo Ferial Chuquiago Marka para sumergirse entre libros, charlas, presentaciones y talleres. Más de 150 expositores, entre editoriales, librerías, universidades, ONG e instituciones públicas, participan activamente. Países como Francia, Brasil, Reino Unido o España fueron invitados de honor, ampliando las redes culturales más allá de nuestras fronteras.

Circuito ferial boliviano

Además de la FIL paceña, existen otras ferias internacionales consolidadas como la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, organizada desde 1999 por la Cámara Departamental del Libro de esa ciudad, que congrega a miles de asistentes y editoriales nacionales e internacionales. También destaca la Feria Internacional del Libro de Cochabamba y otras más jóvenes como la de Tarija. Esta expansión demuestra que Bolivia no sólo produce libros, sino también públicos, lectores y discursos desde su pluralidad regional y cultural. 

No todo es optimismo. La experiencia fallida de la Feria Internacional del Libro del Bicentenario en Sucre, suspendida unilateralmente por el Ministerio de Culturas, revela las fragilidades de la institucionalidad cultural en Bolivia. Pérez Hidalgo no oculta su frustración al relatar cómo, pese a meses de planificación y compromisos con autores, embajadas y empresas, el evento fue cancelado sin explicación oficial.

El costo fue enorme en términos económicos y también en imagen, credibilidad y oportunidades perdidas para la ciudad y sus lectores. La suspensión, lamentablemente representa el quebranto de una vitrina cultural esencial y –por si fuera poco– deja un profundo daño a la vida cultural y a la economía local, afectando a autores, editoriales, gestores y al público lector de la región.

La lección es clara: el Estado boliviano aún no asume la transmisión de conocimiento como una política de desarrollo. Como dice Pérez Hidalgo, “la cultura sigue siendo la quinta rueda del carro”. 

Es urgente que los próximos gobiernos no sólo inviertan más, sino que designen personas con conocimiento del sector porque la cultura, junto al turismo, puede ser un verdadero generador de empleos, divisas y cohesión social. 

Juan Carlos Salazar coincide: “El Estado no hace nada para fomentar la lectura. Lo mínimo que debería hacer es apoyar económicamente la presencia del libro boliviano en las tres grandes ferias iberoamericanas: Guadalajara, Madrid y Buenos Aires.”

Rentabilidad y sostenibilidad del libro físico

En contraste con la idea de que la cultura no es rentable, el libro físico en Bolivia demostró ser un producto económicamente viable. Como señala Pérez Hidalgo, las ferias generan ganancias directas a través de la venta de ejemplares, pero también mediante el alquiler de stands, entradas, servicios editoriales y encadenamientos productivos.

Solamente la FIL La Paz puede llegar a movilizar entre dos o tres millones de bolivianos por edición, cifra que se amplía al sumar impactos indirectos en turismo, hotelería, transporte y gastronomía. La entrada de 15 bolivianos para público general (con gratuidad para estudiantes, niños y adultos mayores) genera además entre 600.000 y 900.000 bolivianos adicionales, sin contar las ventas puerta a puerta a crédito o por licitaciones institucionales.

En este sentido, está claro que las ferias del libro, además de ser actos simbólicos o culturales, son también espacios productivos. Como afirma Pérez Hidalgo: “si no fueran rentables, no existirían”. Su sostenibilidad se basa en el autofinanciamiento, una práctica extendida entre las cámaras departamentales y en el respaldo de empresas privadas. 

Juan Carlos Salazar lo confirma: “Las ferias son importantes para los autores, para los lectores y para los editores. Ayudan a promocionar la lectura, permiten el encuentro de los autores con sus lectores y suponen un balón de oxígeno para la economía de la industria editorial. Tengo entendido que las ventas de las editoriales en las tres ferias del eje central suponen el 50% o más de la facturación anual.”

¿Por qué el libro físico sigue vigente?

Uno de los argumentos más claros en las respuestas de Pérez Hidalgo es su defensa del libro físico como una experiencia sensorial completa. No se trata de una simple nostalgia por el papel. Hay datos que respaldan que el aprendizaje con libros impresos es más efectivo que con medios digitales. Incluso en países tecnológicamente avanzados, el libro impreso está recobrando terreno, sobre todo en educación básica.

En Bolivia, este fenómeno es aún más palpable. La saturación digital con pantallas, redes e hiperconectividad creó en los jóvenes una necesidad inconsciente de desconexión. En ese contexto, el libro impreso aparece como una “burbuja de escape”, un espacio íntimo, libre de notificaciones y distracciones, donde la lectura fluye sin el peso de lo urgente.

Lejos de estar en disputa con lo digital, el libro impreso convive hoy con formatos híbridos. En las ferias bolivianas ya hay presencia de editoriales que ofrecen ebooks, audiolibros o contenidos digitales, pero el protagonismo sigue siendo del papel. Esa coexistencia es vista por el autor como una oportunidad puesto que cada formato potenciará sus ventajas sin necesariamente reemplazar al otro.

Oferta editorial y nuevos públicos

Las ferias de 2025 anticipan una oferta editorial robusta. Entre los libros más vendidos y reconocidos en la FIL La Paz destacan “Altopía”, novela gráfica de Alejandro Barrientos (guion) y Joaquín Cuevas (dibujo), publicada por Editorial El Cuervo; “Con las armas. El Che en Bolivia” de Gustavo Rodríguez Ostria y “Escape a los Andes” de los periodistas Raúl Peñaranda y Robert Brockmann. También resalta la producción internacional con títulos como “Ustedes brillan en lo oscuro” de Liliana Colanzi, una autora boliviana con buena proyección internacional.

Esta diversidad editorial responde a la variedad temática y a la construcción de públicos. Hay contenidos para adultos, jóvenes, niños, lectores especializados y ocasionales. El circuito ferial no es elitista; sino más bien un espacio democrático que se esfuerza por incluir, no por excluir. 

Como lo expresa Salazar, también desde su vivencia como autor en estos eventos: “Ha sido y es una hermosa experiencia. Nada más lindo que conversar con los lectores, escuchar sus opiniones y conocer sus ‘lecturas personales’ de cada uno de tus libros, porque cada lector tiene su propia interpretación de la obra que lee. Y, claro, también está la entrañable firma de libros, que es como un pacto confidencial con cada lector.”

Pérez Hidalgo concluye con una reflexión: “todo es perfectible”. Si bien las ferias lograron sostenerse sin un apoyo estatal fuerte, su crecimiento dependerá de una mejor articulación institucional, de políticas públicas a largo plazo y de alianzas estratégicas entre sector público, privado y sociedad civil.

Además, no basta con repetir fórmulas, se tiene que innovar, hay que adaptarse, pensar en formatos híbridos, espacios alternativos, incentivos fiscales al libro legal y mayor formación para quienes trabajan en la cadena productiva.

La Cámara Departamental del Libro de La Paz, organizadora principal de la FIL, cumplirá 80 años en 2025. Será una edición especial, con Francia como país invitado de honor y la ONU como institución destacada. El programa incluirá actividades por el Bicentenario y será, una vez más, una oportunidad para confirmar que el libro, lejos de estar en crisis, es un eje vital de la vida cultural y económica del país.

Mirna Quezada Siles es periodista y comunicadora social.

BD/RED



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