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Sociedad | 21/04/2025   13:10

Muere Francisco, el Papa que desafió a las tradiciones y que deja un complejo legado

A su muerte, Francisco deja una Iglesia distinta: más global, más abierta, pero también más fracturada. No fue el papa que reformó todo, pero sí el que cambió el tono, removió las estructuras y forzó a la Iglesia a mirar hacia afuera.

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Brújula Digital|21|04|25|

Los más importantes medios internacionales han comentado este lunes sobre el legado del papa Francisco, fallecido este lunes, y Brújula Digital hace un repaso a lo más destacado de esas opiniones. 

A su muerte, Francisco deja una Iglesia distinta: más global, más abierta, pero también más fracturada. No fue el papa que reformó todo, pero sí el que cambió el tono, removió las estructuras y forzó a la Iglesia a mirar hacia afuera.

Semanas antes de su fallecimiento, el papa Francisco seguía actuando como lo hizo durante gran parte de su pontificado: enfrentando abiertamente a los poderosos. En una intervención inusualmente frontal a mediados de febrero, arremetió contra el gobierno de Estados Unidos, calificando los planes del presidente Donald Trump de deportar a millones de migrantes indocumentados como una “violación de la dignidad humana”. También acusó al vicepresidente JD Vance de tergiversar un concepto teológico que él había citado.

“Fue una jugada típica de Francisco: impulsiva, protectora de los pobres y desprotegidos, y –afortunadamente– alejada del lenguaje excesivamente teológico”, escribieron este lunes Ben Munster y Hannah Roberts en el portal Político.com. “Pero también ilustró su disposición a dejar de lado las formalidades diplomáticas y asumir un estilo frontal y divisivo en tiempos de creciente polarización”.

Francisco murió el Lunes de Pascua, a los 88 años, dejando una Iglesia Católica transformada, aunque no sin contradicciones. Fue el primer papa latinoamericano, el primero jesuita, y el primero en adoptar el nombre de Francisco, en homenaje a san Francisco de Asís. Asumió el cargo en 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, en un momento crítico para el Vaticano, acosado por escándalos de abusos y corrupción. Con su estilo directo y pastoral, buscó acercar la Iglesia a los marginados, abrir espacios de inclusión y desmontar ciertas estructuras de poder dentro de la Curia romana.

Avances y posibilidad de retroceso

Sergio Rubin, del Clarín de Buenos Aires, hizo notar la extraña convivencia entre dos papas vivos: el emérito Benedicto XVI y Francisco.

Esa convivencia de casi una década terminó siendo satisfactoria, comenta Rubin: Benedicto XVI fue respetuoso de su sucesor y resistió las presiones de conspicuos conservadores para que criticara a sus medidas renovadoras, mientras que Francisco se esforzó por no disgustar en exceso a su predecesor. 

“Esto significó que Jorge Bergoglio fuese más despacio con las reformas, lo cual le ahorró tensiones con los tradicionalistas, pero aumentó la ansiedad de los progresistas”, agrega.

Mientras tanto, el autor se pregunta en qué medida proseguirán los cambios que introdujo Francisco en la institución eclesiástica, su rechazo al boato y su apego a los pobres y desprotegidos, además de su proyección mundial. 

Explica que no parece que se pueda volver muy atrás. Algo es seguro: la Iglesia que dejó no es la misma. “Porque Francisco llevó adelante con sus formas y sus tiempos, sus aciertos y sus errores, sus clarividencias y sus incomprensiones, una verdadera revolución cultural en la más antigua institución del mundo tratando de ser fiel a San Ignacio de Loyola –el fundador de los jesuitas– y a San Francisco de Asís”.

Un papa de los márgenes

Nacido como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, en 1936, hijo de inmigrantes italianos, su vida antes del sacerdocio fue tan mundana como insólita para un futuro papa: trabajó como portero de discoteca y técnico químico. Sufrió una grave neumonía en su juventud, que lo dejó con un solo pulmón. Poco después ingresó a la Compañía de Jesús, influido por un sacerdote local. “Bergoglio enfrentó al inicio tensiones entre su vocación y sus impulsos más mundanos: alguna vez confesó haber quedado ‘deslumbrado’ por una joven mientras estaba en el seminario”, recuerdan Munster y Roberts.

Durante la dictadura argentina de los años 70, cuando era líder de los jesuitas en su país, fue acusado de no proteger a sacerdotes secuestrados por el régimen. Algunos sostienen que guardó silencio, otros que intentó protegerlos discretamente. Aquella sombra lo acompañó durante años, aunque no impidió su ascenso en la Iglesia.

Ya como cardenal, nombrado por Juan Pablo II en 2001, mantuvo un perfil austero: usaba transporte público, vivía en un apartamento modesto y rechazaba lujos. Esa sencillez se convirtió en un sello durante su papado. “Desde su primer saludo que noche –un sencillo ‘Buonasera’– hasta sus gestos hacia los refugiados y marginados, Francisco impuso un tono diferente en el Vaticano”, escribe Nicole Winfield en AP News. “Enfatizó la humildad por encima del orgullo, en una Iglesia católica acosada por escándalos y acusaciones de indiferencia”.

Reformista… pero no revolucionario

Francisco no modificó la doctrina de la Iglesia en temas clave, pero sí propuso un tono más inclusivo. “Sostuvo la posición doctrinal de la Iglesia, pero introdujo un enfoque más suave hacia quienes no seguían sus enseñanzas, especialmente respecto a las personas LGBTQ+”, señala Phoebe Natanson en ABC News. “Cuando se le preguntó sobre sacerdotes homosexuales durante su primer viaje al extranjero, respondió: ‘Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?’”.

Fue también el primer papa en permitir la bendición de parejas del mismo sexo, aunque bajo ciertas condiciones. Abrió la posibilidad de que personas transgénero pudieran ser padrinos y que sus hijos pudieran ser bautizados. Sin embargo, también apoyó en su momento la decisión de prohibir estas bendiciones, una medida que luego lamentó y revocó. “Calificó de ‘injusta’ la penalización de la homosexualidad, pero también respaldó la oposición del Vaticano a una propuesta de ley italiana que extendía protecciones a personas LGBTQ+”, detallan Jason Horowitz y Jim Yardley en el New York Times. “Fue una figura de contrastes”.

Entre sus reformas, Francisco limitó el uso de la misa en latín, impulsó una mayor presencia de laicos y mujeres en sínodos y promovió una Iglesia descentralizada, más abierta a la diversidad cultural. Nombró cardenales de países que nunca antes habían tenido uno: Singapur, Mongolia, Timor Oriental. También fue el primer papa en viajar a zonas de guerra, celebrar bodas en aviones y posar para selfis con fieles.

Abusos y contradicciones

Uno de los temas más espinosos de su pontificado fue el manejo de los abusos sexuales en la Iglesia. A pesar de implementar nuevas normas y responsabilizar a obispos encubridores, su respuesta fue desigual. “Su mayor prueba llegó en 2018, cuando manejó mal un infame caso de abuso clerical en Chile, y el escándalo que había fermentado bajo sus predecesores volvió a estallar”, recuerda Winfield.

“El Papa fue obligado a admitir errores de juicio, mientras la falta de transparencia de la Iglesia al manejar casos de alto perfil lo persiguió durante todo su pontificado”, añade Natanson. Un caso emblemático fue el del jesuita Marko Rupnik, acusado de violación por varias mujeres, pero cuyos murales fueron nuevamente encargados por el Vaticano.

Además, en el intento de limpiar las finanzas del Vaticano, cometió errores que pusieron en duda su criterio. “En 2017, un auditor fue destituido sin explicación, lo que derivó en una fallida inversión inmobiliaria en Londres y en la condena del cardenal Angelo Becciu”, anotan Munster y Roberts. “Francisco se reunió en privado con Becciu durante el juicio, generando sospechas”.

Líder global en tiempos inciertos

Francisco también dejó su huella en la política internacional. Defendió la causa palestina, criticó la guerra en Ucrania y pidió a los líderes globales frenar el armamentismo. Durante la pandemia de COVID-19, desde una vacía plaza de San Pedro, ofreció una de sus imágenes más icónicas. “Nos dimos cuenta de que estamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados”, dijo entonces. “La pandemia mostró la necesidad de ‘remar juntos’, cada uno consolando al otro”, recuerda Winfield.

Sin embargo, su voz fue percibida con ambivalencia en muchos frentes. Fue aplaudido en el sur global, pero criticado en Occidente por su silencio ante la represión religiosa en China y en América Latina se lamentó que no hubiera elevado su voz con mayor claridad ante los gobiernos autoritarios de tendencia estatista e izquierdista, como los de Rafael Correa, en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia; Nicolás Maduro, en Venezuela, y Daniel Ortega, en Nicaragua.

Su estilo de liderazgo también fue errático. Canceló reuniones tras filtraciones a la prensa, abandonó promesas sin explicación y se enfrentó abiertamente a sus detractores. “No dudó en calificar a sus críticos conservadores como personas con ‘problemas mentales’”, recuerdan Munster y Roberts. Uno de sus adversarios más notorios fue el cardenal ultraconservador Raymond Burke, a quien despojó de privilegios.

Un legado abierto

Francisco modificó radicalmente el mapa del poder eclesiástico: nombró a 110 de los 138 cardenales con derecho a voto en el próximo cónclave. “Pero eso no garantiza la continuidad de su visión; las alianzas raramente sobreviven a un cambio de papa”, advierten Munster y Roberts.

“La comunidad católica queda algo dividida”, observa Natanson. “Muchos lo amaron y admiraron, incluso millones de no católicos en el mundo. Pero un grupo vocal dentro de la Iglesia lo criticó con dureza por su estilo y decisiones”.

En sus últimos años, marcado por problemas de salud –una rodilla lesionada, una operación intestinal y problemas respiratorios–, utilizó bastón y luego silla de ruedas. Aun así, siguió viajando, enfocando su atención en África, donde denunció a los “nuevos colonizadores” y pidió paz en Sudán del Sur.

“Su insistencia en agitar el statu quo le valió una gran cantidad de enemigos”, resumen Horowitz y Yardley. “Pero también revitalizó una institución que muchos consideraban desconectada del mundo”. (Raúl Peñaranda U.)

BD/RPU 





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