Más preguntas que respuestas siguen rodeando al asesinato del presidente de Haití Jovenel Moïse, baleado en su casa el pasado 7 de julio.
Los investigadores haitianos mantienen detenido y acusan al médico haitiano-estadounidense Christian Emmanuel Sanon, afincado en Florida, de contratar a mercenarios colombianos para derrocar y reemplazar al presidente.
Las autoridades sospechan que el crimen se orquestó en coordinación con CTU, una compañía de servicios de seguridad con sede en Miami, Florida.
Todo parece un rompecabezas que en ocasiones apunta la ciudad del sur de Florida, que acoge a una gran población haitiana.
La veintena de colombianos capturados en Haití tras el asesinato de Moïse aseguraron que fueron contratados por una empresa de seguridad residente en Miami, de acuerdo a la policía haitiana.
Un vínculo que en realidad continuaría un patrón de décadas en que esa ciudad ha sido un "semillero" de conspiraciones contra gobiernos de América Latina, según la periodista Ann Louise Bardach, con larga experiencia investigando los periplos del exilio latinoamericano en Florida..
"Miami es la sede mundial de exiliados. El lugar donde radican 'gobiernos en espera' de una colección de países caribeños y latinoamericanos, empezando por Cuba, pero también de Haití, Venezuela y Nicaragua", dice Bardach a BBC Mundo.
"Algunos están felizmente reasentados, pero otros sueñan y traman para que nuevos gobiernos asuman en sus países de origen", agrega.
Además de este deseo, los exiliados en Miami también se encuentran con una ciudad pujante en lo económico, una amplia tradición de lobby político con influencia a nivel nacional y un mercado prolífico de empresas de seguridad privadas con las que aliarse.
La relación de Miami con el exilio latinoamericano y los golpes contra gobiernos en la región tiene una fecha de inicio bastante reconocible.
En abril de 1961 un ejército de cubanos exiliados, durante los primeros meses de la revolución comunista de Fidel Castro, invadió Cuba buscando instaurar un nuevo gobierno en la isla.
Los exiliados habían llegado en su mayoría a Miami y desde allí, con la asistencia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), organizaron una invasión armada de 1.500 hombres que fue aplastada por las fuerzas castristas en menos de tres días.
La fallida invasión de Bahía de Cochinos marcó el inicio de varias décadas en que comunidades del exilio intentan conspirar contra los gobiernos de sus países de origen.
Desde entonces, Miami se convirtió en el corazón de la oposición cubana, ganando esta una importante presencia en la política de la ciudad y del país.
Por muchos años, la cara más reconocible del exilio cubano fue el político y empresario Jorge Mas Canosa, quien en 1981 creó la Fundación Nacional Cubano Americana.
Desde Cuba se acusa a esta organización de planificar ataques terroristas dentro de la isla, como la serie de bombas que explotaron en varios hoteles de La Habana en 1997 y mataron a un turista italiano.
El exagente de inteligencia anticastristaLuis Posada Carriles, considerado como un terrorista por el gobierno de Cuba, afirmó en conversaciones con The New York Times en 1998 que había recibido dinero de la Fundación para la campaña de atentados de 1997, aunque negó su participación directa.
Posada Carilles, fallecido en 2018, ya había sido acusado antes por un atentado en 1976 contra el vuelo de Cubana Aviación 455 en el que murieron 73 pasajeros civiles.
Fue encarcelado en Venezuela ese mismo año, pero escapó de la prisión en 1985 y viajó a Centroamérica, donde continuó su misión de luchar contra la influencia de la izquierda en América Latina.
En 2000 volvió a prisión en Panamá tras atribuírsele un intento de asesinato a Fidel Castro, pero fue indultado por la entonces presidenta Mireya Moscoso.
Hasta su muerte, Posada Carriles pasó la mayor parte del tiempo en Estados Unidos, enfrentando procesos judiciales por violaciones a las leyes de migración y por falso testimonio al solicitar la ciudadanía norteamericana, pero los cargos fueron finalmente desestimados.
Posada Carriles vivió sus últimos años en Miami, donde muchos le siguen considerando un héroe.
Luis Posada Carriles, a la derecha, fue considerado por el gobierno cubano como un terrorista
En los últimos años, el exilio venezolano ha crecido en Miami. De forma similar a muchos cubanos, también huyen de la crisis económica, de la violencia y del gobierno bolivariano al que muchos de ellos consideran dictatorial.
Y en el exilio venezolan también ha habido conspiraciones.
En mayo de 2020 fracasó la llamada Operación Gedeón, un plan que preveía secuestrar a Nicolás Maduro en Venezuela y entregarlo a las autoridades de EE.UU., que ofrecen US$15 millones por el presidente.
El plan fue comandado por la compañía de seguridad Silvercorp, fundada en 2018 en Miami por Jordan Goudreau, un excéntrico exmilitar estadounidense que participó en las guerras de Irak y Afganistán y cuyo paradero ahora se desconoce.
Medio centenar de hombres embarcaron dos lanchas desde Colombia con la misión final de ocupar el palacio presidencial de Miraflores en Caracas, sacar a Maduro y llevarlo al país del norte.
Pero las lanchas fueron interceptadas incluso antes de desembarcar por fuerzas de seguridad venezolanas, que conocían el plan de antemano.
Las fuerzas armadas de Venezuela mataron a ocho hombres. Decenas de personas más fueron capturadas y permanecen encarceladas. Dos estadounidenses fueron sentenciados a 20 años de cárcel en un juicio rápido que muchos describen como irregular. Unos pocos escaparon.
Las autoridades venezolanas vincularon al opositor Juan Guaidó con los ataques fallidos, pero este niega las acusaciones.
Parte de la operación tuvo como escenario Miami.
Goudreau mantuvo reuniones en la ciudad para cerrar la financiación y el pago con miembros de la comisión presidencial de Guaidó, un grupo encargado de explorar en secreto formas de deponer a Maduro.
Uno de ellos fue Juan José Rendón, un estratega político derechista, venezolano y con residencia en Miami.
En una entrevista con la periodista venezolana Patricia Poleo, también afincada en Miami y una de las voces más radicales del exilio, Goudreau dijo que, pese a que su plan ya era conocido y que la oposición "no le pagó" lo que le prometió, lanzó el operativo porque es un "luchador por la libertad".
Ahora las miradas se echan sobre Haití, el magnicidio de su presidente y la posible implicación de una empresa de Miami.
Si bien Haití no tiene una oposición antigobierno en el exilio tan fuerte como la cubana y la venezolana, expertos sí señalan una correlación entre la larga comunidad asentada en Miami y los vínculos de la élite con empresas de seguridad privada como CTU.
"Haití ha tenido muchos problemas de inseguridad en los últimos años. Por eso, la élite haitiana, buena parte residente habitual en Miami, se ha aprovechado del gran mercado de seguridad privada que ha estado creciendo en Florida para protegerse", explica a BBC Mundo Jenna Ben-Yehuda, presidenta del think tank estadounidense Truman National Security Project.
Los casos de CTU, la empresa a la que se acusa de perpetrar el golpe contra Moïse en Haití, y Silvercorp, la compañía detrás del fallido intento de captura contra Maduro, responden a un prolífico mercado de firmas de seguridad privada en varios estados de EE.UU., incluyendo Florida.
Se trata de empresas gestionadas en su mayoría por exsoldados norteamericanos que encuentran en este mercado un seguro de vida tras el servicio militar.
"Las guerras en Irak, Afganistán y Oriente Medio han creado una abundancia de exsoldados que abren sus compañías y se convierten en consultores de seguridad", explica Eduardo Gamarra, politólogo de la Universidad Internacional de Florida (FIU).
"En América Latina sucede el mismo fenómeno, aprendido de la tendencia en EE.UU. La guerra en Colombia genera una cantidad enorme de excombatientes entrenados por EE.UU. que luego se emplean como wachimen (vigilantes) o buscan un quehacer para vivir porque no les alcanza la pensión".
"Lo interesante ahora, con el asesinato del presidente Moïse, es que un exiliado venezolano es el dueño de CTU, la empresa a la que se acusa", analiza Gamarra.
La sede de CTU se encuentra en el Doral, una zona de Miami conocida popularmente como Doralzuela por la gran presencia de venezolanos que han llegado en las últimas décadas.
Su dueño, Antonio "Tony" Intriago, es un inmigrante venezolano al que se acusa de viajar en múltiples ocasiones a Haití y contratar a una veintena de soldados colombianos, los mismos que fueron arrestados por la policía haitiana y que confirmaron el vínculo con CTU.
Los detalles de por qué se contrató a CTU y quién lo hizo aún están por esclarecerse. Lo poco que se sabe es que la policía haitiana retiene a Sanon, el médico, como principal sospechoso.
BBC Mundo contactó a Intriago y CTU para este reportaje, pero aún no ha obtenido respuesta. En su página web ofertan chalecos antibalas, sistemas sofisticados de vigilancia, guardaespaldas, vigilantes de seguridad y detectives.
Gamarra advierte que estas firmas de seguridad privadas, como CTU y Silvercorp, operan de forma desregulada.
"¿A quién responden estas empresas? ¿Cómo cobran por semejante tarea? Cualquier compañía de estas en Miami, fundada por cualquier individuo, puede hoy ir a Colombia y contratar un batallón".
La Operación Gedeón, como se llamó al intento de golpe en Venezuela, los múltiples atentados en Cuba y los vínculos de un exiliado haitiano en el asesinato del presidente Moïse no se explican sin un gran poder de financiamiento detrás.
Después de la creación de la Fundación Nacional Cubano Americana, esta recibió millones de dólares en donaciones, lo que contribuyó a que se convirtiese en la principal arquitecta de la política estadounidense hacia Cuba.
Muchos de los primeros exiliados eran grandes propietarios en la Cuba precomunista que movieron su fortuna a Miami.
Sin un arraigo tan longevo como la comunidad cubana, el exilio venezolano también se ha inflado de capital en la última década.
Cuando los problemas en su país se acrecentaron, muchos venezolanos de clase alta tradicional escogieron Miami como uno de sus destinos favoritos de refugio.
Pero en la era chavista también se ha integrado a este "exilio dorado" la nueva burguesía que ha prosperado a la sombra de los gobiernos de la Revolución Bolivariana.
En el caso haitiano, si bien el poderío económico de su élite no se ha traducido en un claro lobby político como el cubano o venezolano, Ben-Yehuda advierte de que los haitianos más ricos que viven en Miami actúan, por lo general, "con el ánimo de proteger a toda costa sus inversiones en el país aunque ya no vivan permanentemente en él".
Ninguno de los vínculos anteriores sería posible sin el sentimiento que define a la mayoría de exiliados en el sur de Florida.
"El rechazo a los movimientos izquierdistas del hemisferio sur es el factor unificador hoy, aunque muchos también han llegado huyendo de regímenes de derecha", dice Bardach.
"No me gusta llamarlo resentimiento, pero muchos de los exiliados aquí han sufrido muchísimo en sus países de orígen. Aquí llegaron cubanos que estuvieron presos, fueron torturados o que perdieron conocidos en fusilamientos", explica Gamarra.
"Algo parecido sucede hoy con el exilio venezolano. Son gente que ha perdido una contienda política, que siente que ha perdido su país y que lo sufren ellos y sus familiares en carne propia", dice el experto.
Si bien una mayoría de emigrantes en el mundo busca sobre todo una salida económica, en Miami se da el caso de que muchos han llegado por motivos políticos.
Eso ha hecho que estas comunidades se involucren en la política local estadounidense, aunque siempre pensando en sus países de origen, encontrando en el Partido Republicano su principal valedor.
"Los cubanos son la fuerza dominante en la política del sur de la Florida y consecuentemente el estado. Tienen mucho que decir en la política presidencial nacional", cuenta Bardach.
En efecto, en la última campaña presidencial, el expresidente republicano Donald Trump buscó repetir mandato y para ello se aseguró contentar a una gran parte del electorado de Florida que apoyaba sus políticas de mano dura para Cuba y Venezuela.
Trump, si bien perdió las elecciones ante Joe Biden, ganó Florida por un margen de 3,4%, el mayor desde 2004.
"El modelo de lobby político cubano ha sido emulado por los haitianos, pero sin tanto éxito. Los venezolanos de Miami sí han mejorado mucho en el último año y su mensaje se siente en las urnas y en Washington. Los nicaragüenses también han construido su propia marca en negocios y política", analiza Bardach.
Es común en Miami que muchos migrantes voten en cada elección con el propósito de influir en sus países de origen.
"La política doméstica de sus países respectivos influye en cómo participan en la política estadounidense. Lo vemos no solo en cubanos o venezolanos. Los colombianos uribistas tienden a votar por el partido republicano", dice Gamarra.
"Cada grupo tiene un gran alcance mediático, en su mayoría en español, con emisoras de radio y periódicos propios. Además de sus propios blogs, redes sociales y canales de Youtube", añade Bardach.
Ante la pregunta de si los complots de las comunidades en el exilio continuarán en el futuro, la periodista lo tiene claro.
"Aquellos, como el médico haitiano arrestado o bastantes exiliados cubanos no serán disuadidos de emprender acciones encubiertas o directas. Están desesperados porque el giro democrático llegue a sus países", predice.
Ante las protestas recientes contra el gobierno en Cuba, el alcalde de Miami, Francis Suárez, abogó por una intervención del gobierno estadounidense.
"Y eso que a Suárez se le considera un republicano moderado", observa Bardach.