Centenares de miles de personas, sobre todo jóvenes, han participado en las marchas por todo el país.
A pesar de su guerra de 60 años, Colombia fue durante décadas un país relativamente estable. Sus presidentes eran moderados, sus índices económicos invariables, sus instituciones famosas por su fortaleza.
Pero durante los últimos años esa historia de estabilidad ha ido cambiando, y la ola de protestas y violencia política hace casi dos semanas confirmó que Colombia ya no es el mismo país de antes.
Por primera vez en décadas los obreros, campesinos, indígenas y estudiantes se organizaron para protestar al tiempo; la caída de la reforma tributaria en medio de una emergencia fiscal mostró grietas en un modelo económico hasta ahora sólido y la capacidad de los políticos para generar confianza y resoluciones parece más limitada que nunca.
Al menos 27 personas han muerto, según la Defensoría del Pueblo. Miles han resultado heridos. Cientos han pasado días desaparecidos. El país ha visto, en vivo y en directo, cientos de abusos policiales y unos cuantos tiroteos entre colombianos.
El presidente, Iván Duque, inició una ronda de diálogos con sectores en busca de soluciones. Y la más esperada de esas reuniones, este lunes con los líderes del Paro Nacional, cumplió las menguadas expectativas: no arrojó resultados ni generó arengas de esperanza.
Este miércoles, cuando se cumplan dos semanas de un 28 de abril que ya hizo historia, está convocada una nueva marcha.
Ante el carácter inédito del presente, resulta difícil predecir qué puede pasar. Pero, tras conversarlo con analistas de varios sectores, BBC Mundo explica tres posibles escenarios.
El escenario más probable, según las fuentes consultadas, es que todo siga más o menos igual con una lenta tendencia hacia el desescalamiento de la violencia.
"Yo creo que vamos a ver una combinación de represión con pañitos de agua tibia", dice la politóloga Sandra Borda.
"Cuando usted no tiene tejido social, cuando usted tiene partes tan estructuralmente diferentes que no confían entre sí y que nunca se han sentado a dialogar, lo mejor que usted puede sacar de una negociación es una solución temporal", añade la autora de Parar para avanzar, un libro sobre el Paro.
"Pero, como esto no permite soluciones de fondo, pronto volverá la gente a la calle", concluye la analista y columnista.
El petitorio del comité del Paro es largo, ambicioso y costoso. Implica cambios en la estructura del Estado y en el plan de gobierno de Duque. Eso parece imposible de concretarse.
Pero existen "pañitos de agua tibia", o soluciones temporales. Por ejemplo: bajarles el costo a peajes y regularizar tarifas de contratación para camioneros; crear incentivos para el ingreso a la universidad privada; lanzar subsidios a microempresas y campesinos; promover mecanismos de transparencia para investigar abusos policiales.
En lo que se refiere a la reforma tributaria los economistas esperan que se apruebe una ley poco ambiciosa, pero que contente a una mayoría suficiente para aprobarla y salir del embrollo fiscal que asusta a los mercados.
Con anuncios que vayan en esta línea no se atacan, al menos con ambición, los problemas que inspiran la protesta social: la desigualdad económica y social, la militarización de la policía y la falta de resultados del acuerdo de paz con la guerrilla.
Y la protesta, en este escenario, se reduce por el mero desgaste: "Lo más probable es que la negociación no se dé sobre la mesa, sino en la calle y bajo parámetros como el abastecimiento de alimentos y gasolina", dice Jorge Restrepo, director del CERAC, un centro de estudios sobre violencia.
"En ese escenario es derrotado el que más errores cometa, sean los manifestantes perdiendo el apoyo de la gente por los constantes cierres y afectaciones al abastecimiento; o sea el gobierno, por la represión policial y el abuso de fuerza", explica.
Un escenario en el que Colombia sigue siendo el mismo país, pero con una herida más profunda que en cualquier momento vuelve a generar dolor.
Hay un escenario peor que el anterior: que Colombia entra en una espiral más violenta que la actual en la que el abuso de la autoridad de las fuerza pública se conjuga con pequeños ejércitos civiles que luchan por sus intereses ante un Estado ausente.
Enzo Álvarez, un líder social que ha vivido esta crisis de primera mano, cree que esto es un escenario factible: "La derecha y los empresarios se empiezan a armar, consiguen reservistas y aumentan aún más las contradicciones en base a cuestiones de raza, de estigmatización, de odio".
En algunas zonas de Cali, la resistencia ya se ha convertido en una forma de vida: organizan el abastecimiento, tienen articulación con pandillas, son apoyados por población local y deciden quién pasa o no por tal calle.
Para evitar eso, coinciden los expertos, se necesita de políticos creíbles y creativos.
Pero Álvaro Leyva, un veterano político conservador experto en resolución de conflictos, lo duda: "No veo que estén las figuras necesarias actuando con esa diligencia. No están en la calle, con la gente. Van a terminar usando a la fuerza pública para reprimir y vamos a quedar ante una colisión de violencia".
El exministro añade: "Cuando se desborda una situación como esta, las necesidades se satisfacen través de la violencia, no solo matando sino también saqueando".
El también excandidato presidencial, que ha participado en varias mesas de negociación del Estado con grupos armados, ha llegado a promover un adelanto de las elecciones para evitar este escenario.
"La situación es muy grave y estamos en manos de figuras menores", concluye.
El menos probable de los escenarios, según los analistas, es el más positivo para el país: uno en el que los diferentes sectores logran llegar a consensos sobre lo fundamental, generan confianza entre la población y la violencia pasa a ser cuestión del pasado.
Álvarez, que conoce las demandas de los manifestantes, explica: "Para que se detenga de verdad la violencia tendría que haber un diálogo abierto en los lugares más afectados por la crisis y por la violencia policial".
"El gobierno tendría que pedir perdón, sacar a las fuerzas armadas de las calles y ofrecer programas de inclusión social, sobre todo en el tema de educación (…) Así creo que le gente le bajaría un poco a la rabia desatada que tienen porque les mataron al vecino o al amigo", indica.
Restrepo asegura que este sería un escenario en el que el gobierno da un giro, sorprende y gana la partida: "Que se aceptan los abusos, que se lancen investigaciones transparentes, que se estructure mejor la respuesta de la policía a las protestas y que se renuncie a adelantar reformas propias para abrir un diálogo nacional que genere consensos sobre otras reformas".
El analista le da a este escenario una "probabilidad media, porque el gobierno es propenso a cometer errores, sobre todo a través del uso de la fuerza, y el comité del paro es demasiado radical y eso impide los consensos".
A Duque le queda poco más de un año de gobierno. Las elecciones son en mayo de 2022. De aquí allá el país puede seguir como va, hundirse en una violencia peor o entrar en una campaña de concertación sobre lo fundamental que impida la violencia y cambie el país.
Probablemente nadie habría podido imaginarse que eso iba a estar en juego en el último año de Iván Duque como presidente.