Como ocurrió con otras firmas, esta líder en alimentos con 40 plantas en el mundo, dio vacaciones anticipadas, cerró plantas y ajustó la estructura gerencial. ¿Qué falló?
Las golosinas producidas por Arcor. Foto: RRSS
Cualquiera que viaje por el mundo encontrará un producto Arcor a la vuelta de la esquina. Después de todo, esta multi argentina ha peleado duro para lograr y mantener su estrella en el planeta.
Hoy cuenta con 40 plantas en América Latina, es la mayor compañía de alimentos del país, y la principal exportadora de golosinas desde Argentina, Brasil, Chile y Perú. Es, además, el primer productor mundial de caramelos duros. Llega a los consumidores de 120 países y contabiliza 21.000 empleados.
Pero el adelanto de vacaciones a 2.000 trabajadores, la reconversión de una de sus marcas emblema como La Campagnola y un fuerte ajuste en su estructura gerencial, lleva a preguntar, ¿qué falló?
Por cierto, Arcor no es la excepción en un sector que desde 2011 no logra incrementar exportaciones y en los últimos cinco años sufre la caída del consumo que se intensificó dramáticamente este 2019.
El denominador común son costos crecientes en logística, tarifas e impuestos combinados con ventas que se derrumban.
Al menos en el caso de Arcor, la deuda no parece ser un problema, después de lo que le ocurrió en 2001 cuando debía US$ 350 millones frente a una facturación que, tras la mega devaluación de 2002, se redujo de US$ 1.200 millones a US$ 600 millones.
Esta vez la deuda de Arcor alcanza a los US$ 600 millones frente a ingresos por US$ 2.500 millones. “Muy manejable”, aseguran.
El negocio de los alimentos es muy distinto a otros y en el caso de las golosinas se maneja con márgenes que se miden en centavos.
Arcor, nacida en 1951 de la inspiración de Fulvio Pagani, se dio una estrategia de integración vertical, un espejismo a en los años 50 y una realidad que desde 1960 le permite ahorrar costos y multiplicar sinergias.
A su vez, la firma con su corazón en la cordobesa Arroyito está internacionalizada con alianzas estratégicas como la que tiene con Bimbo en México.
Desde 1981 está establecida también en Brasil que aún le ocasiona problemas por la crisis en el vecino y socio. Y a partir de ahí abrió plantas en Ecuador y Perú. Uno de sus hitos fue la adquisición de Dos en Uno en Chile que le permitió un salto en caramelos.
En 2005 y por la asociación con la francesa Danone, nació Bagley Latinoamérica que la fortaleció en galletitas. Ese mismo año ingresó en helados. Hace poco se unió a Bagó para la elaboración de alimentos que traen mejoras en la salud.
¿Existe un problema de gestión?, se indaga al experto y profesor de la UBA Andrés López. “Arcor forma parte de la relativa decadencia de las multis argentinas, basadas en un país y en una región al que le va mal sin acceso al mercado de capitales, al crédito a tasa razonable y con las complicaciones propias del capitalismo familiar, a lo que se añaden las pérdidas en términos de consumo, con la población desplazada a otras marcas más económicas y a otras formas de consumo”, señala.
En su visión, hay empresas que se las arreglan mejor ante los sucesivos embates de la economía argentina como “las firmas del conocimiento que nacieron globales y cotizan en los mercados internacionales”, concluye López.
Bernardo Kosacoff, ex director de Cepal, distingue a Luis Pagani, su presidente y CEO, como el empresario de “mayor prestigio por su vocación como industrialista que además hace el esfuerzo de no vender la compañía”.
Kosacoff destaca su innovación permanente y el impulso en la salida al mundo, aparte de sus recientes decisiones de inversión como La Serenísima y Zucamor. “Pese a todo, Pagani apuesta a una planta en Angola. Imagine hasta dónde podría llegar si el país funcionase”, se le escapa.
Luis Pagani, presidente de Arcor Foto David Fernández