Samuel Doria Medina bajó, Tuto Quiroga recuperó fuerza y Rodrigo Paz emergió gracias al arrastre popular de su compañero de fórmula, el capitán Edman Lara, quien canaliza el voto plebeyo y anticorrupción antes vinculado al MAS.
Brújula Digital|01|09|25|
Gonzalo Mendieta
Las elecciones nacionales en Bolivia fueron pródigas en sorpresas, en honor a la azarosa historia local. Los indecisos, nulos y blancos excedían el 30% del electorado en las estimaciones previas. Y los indecisos finalmente resolvieron.
El empresario Samuel Doria Medina aventajaba a Tuto Quiroga por poco en las encuestas, pero días antes del 17 de agosto fundió el motor. Su muy variopinta coalición le embromó los cilindros, por la adhesión pública de figuras de la centroizquierda antes vinculada con el MAS. Una de esas personalidades se mantenía en la ofendida memoria de los agropecuarios cruceños, bastión opositor. Santa Cruz, plaza fuerte antievista, quedó así en manos de Quiroga.
El peso de los estrategas de ambas campañas también incidió. Tuto cuenta con el ecuatoriano Jaime Durán Barba, consultor de Mauricio Macri y otras personalidades de la política latinoamericana. Samuel enlistó a Ana Iparraguirre, una asesora argentina con postgrado en una universidad estadounidense. En una metáfora: Durán Barba conduce un tanque, Iparraguirre no.
La campaña negativa de Tuto contra Samuel fue cruda, pero efectiva en algunos nichos: evangélicos, libertarios, antagonistas duros del MAS. En las últimas semanas de la primera vuelta era seguro que Doria Medina sufriría descargas por ir punteando (aunque dentro del margen de error de las encuestas). Samuel y Tuto disputaban electorados semejantes. Tuto prevaleció con puñales de la derecha carnívora, no de la fina centroderecha. El cuarto de guerra de Samuel no atinó a anticipar la inminente metralla de barro ni a retribuir el fuego con fuego.
Rodrigo Paz fue el asteroide de la jornada. El hijo del expresidente Jaime Paz se movía con modestia, pero crecía. En vez de concentrarse en Santa Cruz o destinar dinero que no tenía a la publicidad, conquistó adherentes por tierra. Se ocupó del occidente del país y de pueblos en los que antes solo discurría el MAS. La disposición del electorado por figuras renovadoras estaba latente. Se canalizó por Paz Pereira y más por Edman Lara, su aspirante a vicepresidente.
Lara es un excapitán de Policía que saltó a la fama a raíz de las aptitudes de lucha libre de un coronel desquiciado por las denuncias de Lara contra sus excamaradas. El sobrealimentado coronel no encontró mejor antídoto para su bronca y para Lara que aplicarle con sus brazos un inelegante torniquete en el cuello. Lo arrastró así a las oficinas policiales. Un pequeño detalle: la prensa filmaba. Esa reyerta entre uniformados proyectó al capitán Lara como gladiador anticorrupción.
Ya fuera de la Policía, Lara administró su TikTok e hizo las delicias del ciudadano popular y emotivo, receloso de la élite. Habitantes de El Alto, ciudad vecina de La Paz, explican que sufragaron por Lara sin conocer bien a su candidato presidencial, Rodrigo Paz. Y aunque no hay cifras para distinguir el voto de Paz del de su postulante a vicepresidente, la mayoría parece originada en la fama y el origen popular de Lara. Con simplificaciones, su apelación a los “guerreros de Dios” y a la cárcel para los corruptos y “vendepatrias”, el capitán llenó en parte la ausencia de Evo en la papeleta.
Y cuando se presumía que Rodrigo Paz correría una segunda vuelta pavimentada, en declaraciones públicas al día siguiente de la primera vuelta, Lara insinuó una tradición uniformada que se daba por sepultada, alarmando a muchos. Lara resonó a tiempos idos, a traje de fajina.
El capitán es un líder plebeyo, lego y emocional, con un discurso nacionalista en lo económico y político, pero conservador en lo social. En la euforia, habla como un pastor evangélico, pero poseso. A su modo, expresa a un elector huérfano, frustrado y en pos de un nuevo protector antiélite. La desconfianza del antiguo votante del MAS respecto de los candidatos de la élite es constante desde hace muchos años. Empero, Rodrigo Paz, élite criolla destilada, hizo lo impensable con la ortopedia del capitán.
Mientras escribo, la atención sobre Lara no cesa, para bien y para mal. Tuto lo magnifica para contrastar su seriedad con la volubilidad del capitán y el intríngulis en que se ve a Rodrigo por ese motivo. Este traduce como agente de relaciones públicas el ímpetu de su acompañante. Pero Paz no ignora que carga con un potencial vicepresidente contestatario y con masas en la calle, presto más a mantener su popularidad que a secundar las tareas de Estado. A propósito, el Estado profundo tampoco cabalga tranquilo por el excapitán. Las Fuerzas Armadas no son amigas de la Policía y los mandos policiales tampoco de exoficiales mediáticos y embravecidos.
Rodrigo Paz se beneficia del consejo y astucia de dos venerables políticos: Jaime Paz Zamora y su yunta de siempre, Oscar Eid. Esta tecnología nativa no desluce frente a la más globalizada que utiliza Tuto con Durán Barba. Para graficarlo, un exmirista (el MIR boliviano fue el partido de Jaime Paz, bautizado así por el MIR chileno) se refería a los desvelos que Lara seguramente provoca en Paz Pereira: recordó que Oscar Eid repite que es mejor tener problemas con poder que sin poder. Ese comentario pinta a Oscar Eid como el democristiano Giulio Andreotti en versión vallegrandina (una población en el límite con la región oriental, aunque pertenece al departamento de Santa Cruz). Eid en su juventud fue dirigente de la Democracia Cristiana Revolucionaria.
En Roma se contaba que un día estalló la noticia de que en el Coliseo los cristianos se comieron a los leones. Después se pudo precisar que no fueron realmente los cristianos, sino los democristianos. Jaime Paz y Oscar Eid bien pudieron ser de esos democristianos que devoraron leones: asumieron el gobierno en 1989 con el apoyo del general Banzer, su antiguo enemigo. Hoy es solo una broma de Dios que Rodrigo Paz postule por el PDC. Este existe solo como sigla, como casi todos los partidos en Bolivia.
El intelectual de El Alto Guido Alejo apunta que en las listas de candidatos congresales se incluyeron a varios q’amiris. Así se denomina a los pudientes empresarios y comerciantes aymaras. En las bancadas parlamentarias, el mundo indígena y mestizo antes insertaba a políticos y, sobre todo, a dirigentes sociales y sindicales; ahora se instala una clase emergente con poder creciente y sus propios rasgos culturales. Es una muestra de las potencialidades del país, de los cambios de los últimos 20 años y de que la actual crisis nubla el fondo de procesos sociales, económicos y políticos de mediano plazo.
Evo Morales alentó el voto nulo y obtuvo un estimable 16% de los votos (el nulo total fue 20%), aunque lejos de su ambición de sobrepasar al primero en la elección. Evo habría sido tercero, superando por poco a Doria Medina, si se descuenta el voto nulo histórico. En este que es su peor momento, la corriente del antiguo MAS sumó así un 27% de los votos, agregados los de Andrónico -uno de los derrotados de la noche- y los del caballo del corregidor (Luis Arce), el exministro Eduardo de Castillo. Este salvó la agónica sigla del MAS, pero el fardo de la administración saliente es muy pesado. La significativa porción sin representación institucional de aquel 27% es uno de los riesgos a futuro.
Evo es nuevamente el líder de su bloque, sin discusiones. Sus bases han resuelto un plan de resistencia contra el gobierno “neoliberal” que viene, en defensa del Estado Plurinacional, las empresas públicas y la economía del pueblo.
Evo afirmó, además, que el capitán Lara erosiona el electorado evista. Sin embargo, Evo no ha llamado al voto nulo en la segunda vuelta. Y ha dicho que sus seguidores le transmiten el deseo de votar por el capitán Lara; un modo indirecto de impulsarlo, como ha leído el sobrino de Álvaro García Linera, un sociólogo joven, en una entrevista con un medio de izquierda argentino. Para Francisco Túpac García, quien apoyó la fórmula de Andrónico Rodríguez, el capitán Lara es el mal menor del voto “popular”. En cualquier caso, Evo no digiere bien a Tuto, convertido en un Álvaro Uribe a escala de los dilemas bolivianos, no de los colombianos. Tampoco debe tragar la cercanía de Tuto con los gringos, pensando en las costas de Venezuela en estos momentos.
Evo espera que las apreturas económicas y las calles desbarranquen al siguiente gobierno, cualquiera sea el elegido. Lara también podría autodestruirse, incluso si sucediera en la presidencia a un eventual presidente Rodrigo Paz. Todos cuentan ya con las dificultades del próximo mandato.
De ahí que Tuto y Rodrigo son complementarios, en realidad, además de católicos y provida. Sus desafíos son los mismos, incluyendo a Evo y, todavía en menor medida, Lara. Quiroga y Paz podrían acabar cogobernando. Tuto es el que aún luce más presidencial (aunque desconectado del estrato popular de occidente), pero Rodrigo Paz afianza su talante. No obstante, en una entrevista con una radio chilena su encanto y verbo no compensaron una cierta falta de sustancia en sus respuestas.
73% del electorado se encuentra en el eje central: La Paz y Santa Cruz, principalmente; Cochabamba, un poco detrás. Rodrigo es fuerte en occidente, Tuto en oriente. Santa Cruz es una fuerza considerable, por más que su cantera de políticos nacionales demore en producir.
Samuel se apuró en apoyar a Rodrigo, muestra de proximidad política, pero también de lo distanciado que está de Tuto. El casi 20% (de votos válidos, sin contar nulos y blancos) alcanzado por Samuel no es enteramente endosable. Un muy buen trozo deriva de Luis Fernando Camacho, el gobernador de Santa Cruz en prisión hasta hace días, y de dos políticos locales, de Tarija y Beni. Enemigo jurado de Paz Pereira, el de Tarija se lanzó ya a los brazos de Tuto. Y el perfil del seguidor de Camacho es de derecha febril, lejano al centrismo de Paz Pereira.
En las quinielas, Rodrigo Paz aparenta una ventaja demográfica, sobre todo si el voto nulo de Evo se decanta por él, pero la lengua del capitán Lara incita la huida de las clases medias espantadas hacia Tuto. Este ofrece rigor, el colmillo para el duelo con lobos como el líder comanche y un ajuste fiscal sin disfraz. Las huestes de Quiroga esperan un reino del orden y apertura económica, con el evismo abolido.
Rodrigo Paz tiene de su parte el alma proteica para recibir votos de donde lleguen, una calculada ambigüedad, las masas hipnotizadas de Lara y la oferta de un orden más consensual que el de Tuto. El centrismo que reaparece con Rodrigo imagina un limbo de equilibrio sin grandes conflictos sociales ni étnicos. Los adherentes de los dos competidores imaginan así dos vías de ensueño. Tal vez sean complementarias para reinar o simplemente dos rutas para fracasar.
Rodrigo carece aún del prospecto de un elenco ministerial sólido, aunque también en Bolivia el campeón multiplica sus amigos: es obvio que lo conseguiría. Un competente economista alineado en la primera vuelta con Doria Medina acompañó a Paz Pereira al Palacio Quemado, junto a otro par de profesionales destacados y con talento político, si bien les falta un hervor. Asistieron a invitación del presidente Arce para tratar asuntos de la transición. Tuto rechazó acudir, pendiente de galvanizar su férreo voto anti-MAS. Y Lara disparó a Rodrigo Paz por asomarse a individuos asociados con Doria Medina y Marcelo Claure, el multimillonario que anda más cauto estos días.
En un mes y medio sabremos si reinará el portaestandarte de la derecha o un príncipe de una tradición cuasi jesuítica. Subsecuentemente –jugando (yo) a augur– podría estar la sombra de un exuniformado con vocación y verbo de linaje plebeyo. Mientras, vivito y coleando, el curtido jefe comanche hace señales de humo y observa desde su reducto del Chapare.
Gonzalo Mendieta Romero es abogado.