En conmemoración a los 200 años de la fundación de Bolivia, Brújula Digital presenta su Especial Bicentenario que propone un recorrido plural por las múltiples capas que configuran la historia, la identidad y el porvenir del país. Son 17 ensayos que son publicados en este espacio.
Brújula Digital|10|08|25|
Pedro Querejazu
El Siglo XIX
A principios de ese siglo, la transición entre el virreinato monárquico y la república independiente fue agitada en Charcas, que devendría en Bolivia. Cuando Francia invadió España en 1805, como parte de las guerras napoleónicas, permanecía aún vivo el recuerdo de los levantamientos indígenas de 1780 y 1781. Tanto en la metrópoli como en los virreinatos de América se produjeron movimientos de autonomización, que dieron lugar a las repúblicas americanas. En 1809, en la ciudad de La Plata (Sucre), se dio el primer grito libertario de América. Así se inició en el país el largo proceso que, tras 15 años de tensiones, luchas internas y la llegada de los varios “ejércitos libertadores”, culminó con la independencia de Bolivia en 1825. Pese a ese proceso, no dejó de producirse arte en el país, aunque la Corona dejó de ser el cliente principal y fue sustituido por los sucesivos gobernantes.
Con la instauración de la nueva República se adoptaron las formas, conceptos y estética del academismo. Los retratos de los nuevos gobernantes, funcionarios y administradores proliferaron en la austera estética académica, traída por algunos pintores como Drexel y Ugalde. Durante el segundo y tercer tercios del siglo XIX trabajaron en las principales ciudades del país los pintores Faustino Pereira, Florentino Olivares y Manuel María Porcel, que produjeron series de retratos de damas, caballeros, presidentes, hombres públicos, militares y emergieron como temas el paisaje y las costumbres. Ellos realizaron un arte orgánicamente “oficial”. Manuel Ugalde (c. 1800-c. 1881) fue el más notable retratista y paisajista de mediados del siglo. Destacan sus retratos de Andrés de Santa Cruz, 1835, y Gregorio Pacheco, 1880, y “La vista de Cochabamba”, 1853.
En los últimos 20 años del siglo, de gobiernos conservadores, algunos artistas estudiaron arte en Europa y tras retornar estuvieron activos en el país; ejemplos son Villavicencio y García Mesa. Antonio Villavicencio (c. 1899-1890), trajo a su retorno una colección de yesos de esculturas famosas que utilizo para la enseñanza del arte en el país; produjo retratos de carácter oficial como los de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, en Sucre.
José García Mesa (1800-1906), de Cochabamba, al retornar al país se dedicó a la pintura y a la enseñanza del arte, en Sucre, Cochabamba y La Paz; pintó retratos y paisajes urbanos: “El prado de La Paz”, la “Plaza 14 de Septiembre” y la “Vista de Potosí”. Hizo alegorías históricas como: “La ejecución de Murillo” y “La Patria dolorida”. García Mesa fue colaborado en Cochabamba por Adela Zamudio como maestra en dibujo.
Paralelamente se mantuvo muy activo el mundo del arte popular, enraizado en el barroco. Diversos artistas produjeron muchos pequeños lienzos, latas e imágenes, demandadas por la devoción popular. Ésta fue realizada por artistas anónimos, que representaron los santos en los que el pueblo creía. Conocemos algunos nombres, como el de Joaquín Castañón (c. 1840-1870), que pintó numerosas imágenes de devoción, entre ellas la “Virgen de Copacabana”, la “Virgen del Carmen” y la del “Socavón”.
Los viajeros y expedicionarios extranjeros produjeron importantes obras e influyeron en el arte nacional, como Alcide D’Orbigny (1802-1857), naturalista y paleontólogo, autor de “Viajes por América meridional” o Leonce Angrand (1808-1886), diplomático francés y pintor, que realizó numerosos dibujos y acuarelas en Perú y Bolivia.
Melchor María Mercado (1819-1871), de Sucre, hombre cultivado, abogado, político, militar y funcionario, fue pintor autodidacta que produjo obras de gran valor documental y estético, reunidas en el “Álbum de paisajes, tipos humanos y costumbres de Bolivia (1841-1869)”. Hizo retratos, como el de Casimiro Olañeta de la Casa de la Libertad.
Manuel Lascano (1844-1910), de Santa Cruz, hombre culto, de muchos desempeños, fue dibujante autodidacta y editor. Sus grabados están en su publicación “El cronista ilustrado, 1887-1889”; también produjo láminas didácticas.
En la de transición entre los dos siglos, durante los gobiernos conservadores y liberales, destacaron Rocha y Dávalos, que actuaron dentro de la estética del modernismo o “Art Nouveau”. Elisa Rocha de Ballivián (1865-1966), estudió arte en Santiago de Chile. En 1905, instaló en La Paz una academia donde enseñó el oficio; hizo alegorías como: “Altar alegórico de P.D. Murillo” (1909), “Retrato de Pedro Domingo Murillo” (1915), y otras como “El bobo”. Ángel Dávalos (1871-1953) realizó retratos historicistas y alegóricos de personajes como Hilarión Daza y Eduardo Abaroa, y los escudos Nacional y departamentales. Su arte más personal representan rincones y personajes urbanos como “Tambo”, “Plaza Murillo” y “Mendigo”.
El siglo XX
Los principales centros de actividad artística durante la primera mitad del siglo fueron Sucre, Potosí y La Paz. El arte contemporáneo se inició con las pinturas: “El mendigo”, 1915, de Dávalos y “El yatiri”, 1918, de Borda, porque muestran el inicio de nuevas visiones de la realidad del país.
Arturo Borda (1883-1953), fue modernista, simbolista, escritor y poeta, autor de la novela “El Loco”; fue actor de teatro y cine y, como cineasta, dirigió la película “Hacia la gloria”, 1932. Pintor autodidacta, realizó notables obras. En la década de 1940 realizó obras complejas y poderosas como “Mis padres”, 1943, y la “Crítica de los ismos y el triunfo del arte clásico”, 1948. Realizó numerosos paisajes ricos en sentidos simbólicos y subtextos.
El estilo “Art Deco” siguió al modernismo en la tercera y cuarta décadas del siglo. En Bolivia se manifestó al mismo tiempo que el indigenismo. El estilo neocolonial, contemporáneo al “Art Deco”, fue adoptado por las clases medias en el continente. En Bolivia se manifestó especialmente en la arquitectura y las artes decorativas.
El “indigenismo”, movimiento estético e intelectual, se desarrolló en Bolivia entre la tercera y quinta décadas del siglo XX, en La Paz y Potosí, como parte de un eje entre Cuzco y Buenos Aires. El gran protagonista fue Cecilio Guzmán de Rojas (1899-1950). Obras inaugurales fueron “El beso del ídolo” y “El triunfo de la naturaleza”, 1928. Realizó numerosos retratos de damas de sociedad con los rasgos indianizados. En la década de 1940 pintó el “Cristo aymara”, 1939, y paisajes de Machu Picchu y del lago Titicaca. Artistas del indigenismo fueron Genaro Ibáñez, Mario Alejandro Yllanes, Jorge de la Reza, David Crespo Gastelú, Gil Coímbra y otros más. Juan Rimsa (c. 1900-1975), lituano y formado en Brasil, estuvo activo en Sucre, Potosí y La Paz, entre 1937 y 1950. Contribuyó a la pintura, con gran influencia en la siguiente generación de artistas. Introdujo el expresionismo.
Entre las décadas de 1920 y 1950, el paisaje local se convirtió en tema importante y en metáfora de la identidad nacional. Los principales protagonistas de la pintura paisajista en Cochabamba fueron Raúl Prada y Mario Unzueta, autores de paisajes casi sin personajes y símbolo de la veneración por la naturaleza. En Santa Cruz, Armando Jordán (1893-1990), incorporó a la persona, aislada o en grupos, dentro del paisaje, en pinturas costumbristas, registro social de una ciudad y su región entre la tradición y el desarrollo.
La Guerra del Chaco, 1932-1935, tuvo profundas consecuencias sociales, culturales y políticas en las décadas siguientes, en que el país tuvo gobernado por republicanos posliberales, con intermedios militares.
La Generación de 1952
La mitad del siglo fue el punto de inflexión en el arte y la cultura. Desaparecieron varios de los importantes artistas de la primera mitad del siglo. Se produjo el ocaso de Sucre y Potosí como centros culturales. Santa Cruz fue emergiendo como nuevo polo de desarrollo industrial, económico, cultural y artístico, en eje este-oeste, con La Paz.
Tras la Revolución Nacional de 1952, La Paz se consolidó como centro del arte nacional de la segunda mitad del siglo, congregando artistas de todo el país. La ciudad fue lugar de encuentros y desencuentros, de polémicas entre artistas, de eventos independientes como el Primer Salón Abstracto y el Salón de Artistas Gnósticos. Así, eclosionó la “Generación del 52”, que se manifestó en tres tendencias, definidas por la estética y las e ideologías de sus protagonistas.
Los “sociales”, ateos, marxistas, de la Internacional Socialista, adoptaron la figuración realista, el “realismo soviético”, como lenguaje y el muralismo como forma de expresión mayor. Walter Solón (1923-1990), Miguel Alandia (1914-1975), Gil Imaná (1933-1921), Lorgio Vaca (1930), Herminio Pedraza (1935-2006) y Guillermo Moscoso Padilla (1920-1900), produjeron un conjunto importante de obras murales, como: el “Monumento de la Revolución Nacional”, en La Paz, y “El Arenal”, en Santa Cruz. Hugo Almaraz (1910-1977), arquitecto, pintor y escultor, realizó importantes monumentos: al General José Manuel Pando, en el Cementerio de La Paz, a Alonso de Mendoza, en la plaza de San Sebastián, y el Monumento a la Revolución Nacional, en Miraflores.
Los “abstractos”, optaron por el expresionismo abstracto internacional, siguiendo la entonces pujante escuela de Nueva York. Destacaron: Marina Núñez del Prado (1908- 1995), escultora, y María Luisa Pacheco (1919-1982), pintora. Ambas definieron la imagen del arte boliviano contemporáneo en el país y en el exterior. Marina evolucionó desde un arte posindigenista hacia una estilización formal rayana en abstracción. Destacan “Pachamama”, 1943, “Mujeres andinas al viento”, 1967, y “Mujeres andinas en vuelo”, 1993, en La Paz. Pacheco inició su producción al final de los 1940. Su principal interés fue el paisaje y la figura humana. Estilizó progresivamente su arte hacia el expresionismo abstracto y el informalismo. Sus obras: “Persistencia de angustia”, 1959, “Colinas”, 1979, o “Montañas” (tríptico blanco), 1980, en La Paz.
Emiliano Luján (1919-1975) fue el escultor más importante de esta tendencia, su obra es diversa en temática y de gran refinamiento y calidad estética, como en el “Monumento al soldado desconocido”, 1945, en Villamontes y La Paz, o el “Cristo”, 1961, de Santa Cruz. Otro escultor importante es Ted Carrasco (1933), autor de una importante producción, vinculada con los mitos andinos; entre sus obras destacan: “Andes”, 1986, en el Parque Olímpico de Seúl, Corea, y “Apacheta”, 1972, monumento al Mariscal Andrés de Santa Cruz en La Paz. Otros importantes artistas fueron Oscar Pantoja (1925-2009), Alfredo La Placa (1939-2016), Alfredo Da Silva (1937), María Esther Ballivián (1937-1977) y Rudy Ayoroa (1927-2003), artista cinético.
La tendencia “nacional”, quedó en medio de las anteriores. Su arte se caracterizó por los temas más que por los lenguajes artísticos. Destacaron: Montes y Arnal. Fernando Montes (1930-2007) desarrolló un estilo sobrio con representaciones de figuras solitarias en paisajes altiplánicos sintetizados; es autor de “Altiplano”, 1972, de “Grupo”, 1975, y del tríptico “Endurance”, 1994, en La Paz. Enrique Arnal (1932-2016) fue un creador de temas, con gran influencia en otros artistas: a autor de “Tambo”, 1960, de las series “Aparapita”, 1967-70, “Cóndor”, 1975, y “Montañas”, 1985-1995. Heberth Román (1949), en Santa Cruz, siguió la tradición de Armando Jordán.
Como una prolongación de la tendencia nacional, artistas algo más jóvenes desarrollaron una actividad fundamental entre 1970 y 1990, con un lenguaje lleno de color y con temas dentro de lo real maravilloso y en el drama del indígena trasladado a la ciudad con todo su bagaje de costumbres y mitos. Ellos han sido Gíldaro Antezana, (1939-1976), Luis Zilvetti (1939), Gustavo (1934-2014) y Raúl Lara Torres (1940-2011), y Ricardo Pérez Alcalá (1939-2013). Un grupo de artistas como, Inés Córdoba (1927-2010), Gustavo Medeiros (1939) y Gonzalo Rivero (1942) trabajaron temáticas ancestralistas, vinculadas a la arquitectura, cerámica, escultura y los textiles prehispánicos y a la presentación simbólica del paisaje. Otro ejemplo es Francine Secretan (1948), escultora y pintora suiza, afincada en La Paz desde 1978, y sus “Ylla” y “Chacana”.
La “Generación de 1975”
A partir de 1975, con las bienales de Inversiones Bolivianas, INBO, hizo su aparición un nuevo grupo de artistas, que irrumpió con temáticas y lenguajes plásticos alternativos e innovadores. Estos artistas adoptaron al cholo, en todos sus matices, como objeto estético y, como tema, al hombre urbano, al indio emigrado a causa de la miserable vida rural a una ciudad en la que pierde su identidad, al perseguido político y al torturado, al estudiante, a las damas de bares y burdeles, al narcotraficante y a sus víctimas. Destacaron: Valcárcel, Ugalde y Callaú. Roberto Valcárcel (1951-2021), hizo arte de protesta y cuestionamiento: “Torturado”, 1979, “Franz Tamayo”, 1984; posteriormente evolucionó hacia sarcásticas propuestas posmodernas. Gastón Ugalde (1946-2023) renovó el indigenismo con obra vinculada al arte pobre. Tito Kuramoto (1941) trabajó con preciosismo técnico sobre personajes cruceños: “Pitillera”, 1982. Otro grupo de artistas trabajó los temas de los submundos urbanos, de la bohemia, como Édgar Arandia (1950-2024). Caso aislado ha sido Fernando R-Casas (1946) por sus preocupaciones filosóficas y propuestas sobre la representación del espacio, con “La expansión del universo”, 1994.
Escultores son Marcelo Callaú (1946-2004), quien trabajó la figura humana en simbiosis con la vegetación tropical e ilusiones ópticas geométricas. David Paz (1950), autor de “La madre india”, en Santa Cruz.
La “Generación de 1990”
Durante los años 1980 resurgieron el neoexpresionismo y la neofiguración. Ejti Stih (1957), Patricia Mariaca (1961), Ángeles Fabbri (1957), Keiko González (1963) y Jorge Padilla (1961).
En la década de 1990 siglo XX y las dos primera del XXI, la estética dominante en el arte ha sido la del grotesco, con la obra de artistas herederos de Valcárcel y Ugalde, como Sol Mateo (1956), de cuya producción resaltan las series “Las hijas de Bernarda Alba”, 1995, y “Bloody Mary”, 1996; Guiomar Mesa (1961), siendo lo mejor de su obra la serie “Hora cívica”, de 1996, y Marcelo Suaznábar (1970), con “El juicio final”, 1992. En estos años surgió la expresión de género con la obra de Alex Zapata (1966) y la voz femenina con artistas como Erika Ewell (1970) y Valia Carvalho (1969), con sus instalaciones “Carne silente”, 1997, y “Yo soy, Am I?”, 1999. Escultores jóvenes son León Saavedra Geuer (1958) y Juan Bustillos (1963) en Santa Cruz.
La instalación es una forma de lenguaje que caracterizó la obra de muchos artistas desde mediados de los 1980, como Ligia D’Andrea (1948) y Raquel Schwartz de (1963).
El siglo XXI
En estas primeras décadas del siglo XXI, es clara la influencia de las tecnologías informáticas: computadoras y la tecnología digital de la fotografía y las videocámaras, que han hecho posible el uso de estos medios para producir arte de alta calidad. Han proliferado las propuestas artísticas efímeras, como las instalaciones, performances y videoarte. Dentro de este grupo de artistas, han destacado las instalaciones y acciones de Alejandra Dorado (1969) “Oh!, dolorosa pequeña niña”, 2002, Conart, en Cochabamba; “Uma Rutuchi”, 2006, performance presentado en Santiago de Chile; “El boliviano patria”, 2007, performance, Museo Nacional de Arte, La Paz, o “Sin título”, 2010, performance, en Cimientos-II, Cochabamba; Así como las de Galo Coca Soto, “Bolivia for export”, 2007, performance en “El 5º pasajero” y “Mar adentro”, 2008, instalación-performance en el Museo Tambo Quirquincho; “Los herederos”, instalación-performance, SiART 2009; “Va”, 2010, performance en Cimientos-II, Cochabamba, y “Oro”, 2010, performance, en La Paz. También Sandra de Berduccy con las obras “Desenvolver”, 2010, vídeo-instalación, Museo Nacional de Arte, y “Pushka high input”, 2010, performance, en Cimientos-II, Cochabamba.
Los artistas que han trabajado el videoarte son numerosos. Los que creo más destacados son: Narda Alvarado (1975) con las siguientes producciones: “Del Atlántico con amor”, 2003, “Killig me-Matando el tiempo”, 2005 – 2007, y “Olive green”, 2003. Alejandra Alarcón (1976): “ERDAM”, 2006, y “Rapunzel, 2007. Sandra de Berduccy (1976): “Horizonte sin horizonte”, 2007. Douglas Rodrigo Rada (1974): “Pelota”, 2003. Iván Cáceres (1976): “Formas cholitarias de un día cualquiera”, 1998. Claudia Joskowicz (1968): “Arrastrado y descuartizado” (2007), “Vallegrande” (2008), “Round and Round and consumed by fire” (2009). José Ballivián (1975), “Placebo” (2005), “Inmaculados, ojos afilados” (2008). María Luisa Ramírez, “Cerco de Venus”, 2000 y “Mi lugar al viento”, 2002.
La instalación es otro de los lenguajes usados con mucha frecuencia. Son efímeras casi por definición, y varían según se trata de intervenciones espaciales o construcciones que representan ideas o discursos conceptuales. Han trabajado dentro este lenguaje Santiago Contreras Soux en su serie “El reino del terror”, 2015, por citar alguna de sus numerosas producciones. Liliana Zapata hace un arte abstracto constructivo tanto en instalaciones efímeras como “Desaparecido I” y “Desaparecido II”, 2014, realizadas en papel cortado, o en esculturas en madera y metal, como “193908, Serie Incisiones”, 2011.
Hay que considerar además las obras que usan varios recursos simultáneamente como las videoinstalaciones o los video performances. Entre las primeras destacan las ya mencionadas obras de Claudia Joskowicz, incluyendo su más reciente “Some Dead Don’t Make a Sound”(Hay muertos que no hacen ruido), México-Nueva York, 2015; así como varias de las de Andrés Bedoya, como “Ultra-Madre”, performance-instalación realizada el 2009; y “Río adentro”, video-instalación, del 2012. También hay que considerar los video-performances de Alejandra Alarcón y de Alejandra Delgado, como “Arenga”, Lima, 2013.
Sorprendente la pervivencia del textil como medio y soporte de expresiones artísticas contemporáneas. El arte mayor del mundo andino prehispánico sigue vigente y vivo gracias a la producción de artistas contemporáneos como Sandra de Berduccy, que produce arte nuevo con las técnicas de antes en sus obras: “Op/tar”, 2017, hecha en telar con lana y fibra óptica, y “e-awayo”, 2017, hecha en telar interactivo con fibra óptica.
Un gran número de artistas emergentes se expresan en los medios tradicionales. Se manifiestan dentro de la figuración y el realismo fotográfico como su expresión principal, el realismo fotográfico. Han destacado Rosmery Mamani y Mónica Rina Mamani. Otros son Juan José Serrano, Douglas Mauricio Rivera y Víctor Araníbar.
Pedro Querejazu es historiador de arte.