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Política | 19/06/2025   06:30

|OPINIÓN|Bolivia traicionada herida|Julio Ríos|

Que caigan por su propio peso aquellos que han envenenado la patria. Que sus nombres sean recordados no como salvadores, sino como traidores. Y que el futuro que merecemos nos encuentre listos para reconstruir, para sanar, para renacer.

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Brújula Digital|19|06|25|

Julio Ríos Calderón  

En esta amada Bolivia, donde las montañas han sido testigos de nuestra historia y los valles resguardan las voces de generaciones, hoy se alza una sombra sofocante. No es una sombra pasajera, es el peso de la traición, el eco de una mentira institucionalizada, el grito de un pueblo que ha sido silenciado una y otra vez.

 Esta sombra lleva nombres, lleva rostros, lleva años de engaño incrustado en el tejido mismo de la nación. Evo Morales, aquel líder que emergió de los movimientos sociales con una promesa ardiente de cambio, se reveló como un arquitecto del poder absoluto. Tras él, Luis Arce ha continuado la marcha, guiando a Bolivia no hacia el futuro, sino hacia el abismo.

Lo que un día fue esperanza, hoy es desencanto. Lo que un día fue lucha, hoy es una cárcel sin escapatoria. La traición del 21F pesa como un grillete sobre la conciencia nacional: Bolivia votó NO a la reelección, pero sus deseos fueron burlados con una maquinación despreciable. Se ignoró la voz del pueblo, se pisoteó la democracia, se desmanteló la confianza.

Pero la transformación de Evo Morales en el escenario político ha sido más que una traición: ha sido una grotesca metamorfosis. De larva a gusano, su esencia se ha degradado, perdiendo cada vestigio de idealismo y evolucionando en una criatura consumida por la ambición desmedida. No queda nada del líder que prometió justicia, solo un cuerpo serpenteante que se arrastra en busca de más poder, sin importar cuántos sean pisoteados en el camino.

La economía, una vez prometida como el motor de la prosperidad, es ahora una ruina en llamas. Los precios han explotado más del 100%, mientras el pueblo intenta sobrevivir en un mercado sin reglas. La escasez de gasolina ha paralizado la producción, los dólares han desaparecido como el agua entre los dedos, y el hambre acecha cada hogar con una furia implacable. 

La herencia de este expresidente no es más que un testamento infame: el doble aguinaldo, lejos de ser un beneficio, condenó a 45.000 empresas, ahogándolas en deudas y empujándolas al colapso. En los juzgados laborales, las trabajadoras del hogar enfrentan un destino cruel: demandas interminables, derechos arrebatados, promesas convertidas en cenizas.

Y aún más oscuro es el fraude electoral, el teatro de la manipulación, en el que inocentes han sido encarcelados con acusaciones absurdas, inventadas al calor de la mentira. "Golpe 1", "Golpe 2", farsas de un régimen que teme la verdad. Bolivia ha visto a sus hijos arrastrados como víctimas de un juego despiadado en el que el poder se preserva a cualquier costo; donde la justicia ha sido cambiada por el delirio de la venganza. Mientras Evo Morales se refugia en tierras lejanas, su legado de caos y sometimiento sigue respirando en cada calle, en cada plaza, en cada mirada perdida de aquellos que aún esperan justicia.

Pero Bolivia es más fuerte que cualquier dictador disfrazado de redentor. Bolivia es un grito que no se apagará, un fuego que no se extinguirá. La fe en la justicia divina es el último bastión de esperanza, el refugio de quienes saben que todo acto de corrupción y abuso tiene su precio. No hay tiranía que dure eternamente, no hay mentira que pueda ocultar la verdad para siempre.

Que la sangre derramada por la traición de los poderosos no sea en vano. Que las lágrimas de un pueblo ultrajado se conviertan en el germen de una revolución. Bolivia está herida, sí, pero no está vencida. La historia no ha terminado. El amanecer de la verdad se acerca.

Que caigan por su propio peso aquellos que han envenenado la patria. Que sus nombres sean recordados no como salvadores, sino como traidores. Y que el futuro que merecemos nos encuentre listos para reconstruir, para sanar, para renacer.

 Julio Ríos Calderón es escritor y periodista.




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