PC_GPTW-Brujula-digital
PC_GPTW-Brujula-digital
Brujula-Digital-BancoSol-Portada-1000x150px.-
Brujula-Digital-BancoSol-Portada-1000x150px.-
Política | 18/06/2025   05:30

|OPINIÓN| Dolarización y poder |Roberto Laserna|

Banner
Banner

En este momento, el problema central de nuestra economía ya es la inflación. Y lo será cada día más. Como ya nada puede esperarse del actual gobierno, cualquiera que sea el que emerja de las elecciones tendrá que dar prioridad a la estabilización.  

La inflación puede comprenderse de dos maneras: como el aumento (desigual) de los precios, o como la desvalorización de la moneda nacional. Si pagamos más por las compras es porque los bolivianos valen menos. Por eso en el centro de las preocupaciones de los candidatos y de sus equipos de programa está el tema del tipo de cambio. Todo gira en torno a cómo y de dónde conseguir los dólares que se necesitan para respaldar esa moneda nuestra que se desvaloriza cada día. ¿No sería más sencillo y rápido reemplazar nuestra moneda por dólares? ¿Cómo ya lo está haciendo la gente?

Recordemos que hace poco tiempo, la economía boliviana estaba dolarizada de hecho. Había libertad para el uso de cualquier moneda en transacciones y contratos, y el bimonetarismo práctico se fue inclinando hacia el uso predominante del dólar. 

En el año 2003, los depósitos en el sistema bancario llegaban a 3.400 millones de dólares. Y se podía decir dólares, porque menos del 8% eran depósitos en moneda nacional. La cartera bancaria en moneda boliviana, o sea los préstamos que hacían los bancos, apenas alcanzaba al 2% del total. El resto era en dólares, lo que implicaba que quienes ahorraban en dólares en los bancos tenían sus recursos plenamente respaldados.

Un dato interesante de ese año es que las Reservas Internacionales Netas sumaban 1567 millones de dólares, de los cuales un tercio no estaba en el Banco Central sino en el sistema bancario. Es decir, respaldando las operaciones de los ahorristas e inversionistas. En ese tiempo, cualquiera podía retirar su dinero en bolivianos o en dólares, en cualquier cajero automático. ¡Y todavía no había llegado la bonanza del gas!

Luego llegó el MAS con el discurso de la soberanía nacional y promovió decididamente la bolivianización. Fue la segunda desdolarización, pero no la llamaron así por el penosos recuerdo que se tenía de la política que había impuesto la UDP, en 1983. Lo que el gobierno hizo esta vez fue más lento y suave: aumentaron el costo de hacer transacciones en dólares y establecieron mejores tasas de interés para las operaciones en bolivianos.

Para fines del 2015, luego de varios años de bonanza exportadora, el Banco Central acumulaba más de 13 mil millones de dólares en Reservas. Sin embargo,  ya no estaban en el sistema bancario respaldando a los ahorristas, porque éstos tenían más del 83% de sus depósitos en bolivianos. La cartera también se había bolivianizado, hasta superar el 95% del total.

Hasta entonces todo parecía desenvolverse sin dificultades. El núcleo fundamental del plan del gobierno del MAS, estatizar la economía boliviana, se estaba cumpliendo. El Estado era un agente económico cada vez más fuerte. Había recuperado plenamente la posibilidad de aplicar una política monetaria, tenía control sobre la moneda que circulaba en la economía y podía obtener recursos adicionales apelando al crédito interno y al señoriaje, la ganancia que obtiene imprimiendo billetes. Incluso modificó el diseño de los billetes para acelerar el cambio y aumentar las utilidades del Banco Central como ente emisor.

Los ciudadanos no percibimos que, al fortalecerse el Estado, le estábamos transfiriendo parte de nuestro poder económico, real y efectivo. De hecho, quedamos a merced de sus políticas monetarias, crediticias, de inversiones y de gasto, sin posibilidad de defendernos ni de proteger nuestros ahorros. 

Al principio no parecía problemático. Pero desde el 2014, las Reservas Internacionales comenzaron a bajar y aparecieron déficits en la balanza comercial y en el presupuesto fiscal. Para cubrirlos, el gobierno recurrió al endeudamiento en dólares, con los acreedores externos, y en bolivianos, con los internos, principalmente formados por los fondos de pensiones. Esta deuda nunca le preocupó mucho, pues sabía que podía “licuar” sus obligaciones emitiendo dinero. Al desvalorizar el boliviano también se desvaloriza esa deuda, sin que sus verdaderos dueños, los trabajadores y jubilados, puedan hacer nada para defenderse. En vez de pagar esa deuda, la van disolviendo. 

Los pocos ahorristas en dólares que quedaban se han encontrado con que no pueden retirarlos de la banca, ya que ésta ha sido despojada de las reservas que guardaba, pues fue obligada a entregarlas al Banco Central. También las empresas públicas fueron obligadas a repatriar sus depósitos en el exterior y entregar su control al BCB. Éste, carente de efectivo, ha comenzado a vender activos como el oro. 

Y la carencia de dólares ha empujado su precio a más de dos veces el tipo de cambio oficial. La gente que logra algo de ahorros los convierte a dólares apenas puede, y los guarda fuera del sistema financiero. Los cálculos de precios y contratos ya se hacen en dólares, aunque nunca dejaron de hacerse en transacciones grandes, como de vehículos y viviendas.

Ante esta situación, los participantes de la carrera electoral coinciden en que la primera tarea que tendrá el nuevo gobierno será la de unificar y estabilizar el tipo de cambio, que serviría como un ancla antiinflacionaria. Nadie sabe cuánto se necesitará para lograrlo. Se mencionan cifras que oscilan entre los ocho y los 12 mil millones de dólares, y se hacen malabarismos para convencer a los votantes de que esos recursos serán provistos por amigos del exterior, ya sea mediante préstamos, donaciones o compras anticipadas.

Es en este panorama que debemos considerar seriamente el retorno a la dolarización. Establecer el dólar como moneda nacional de libre circulación permitirá evitar el enorme esfuerzo de “unificar el tipo de cambio” y de inmovilizar las Reservas Internacionales para respaldar los bolivianos emitidos, así como acortar el tiempo de la reactivación, pues no será necesario esperar a que se recupere la confianza en la moneda. 

Sin oportunidades ni necesidades de especular sobre el tipo de cambio, entrarán en circulación los recursos que hoy se guardan fuera de los bancos. En suma: dolarizar puede estabilizar nuestra economía a menos costo y con mayor rapidez.

Sobre todo, dolarizar le devolverá poder al ciudadano. El poder de ahorrar, de proteger su patrimonio, de planificar a largo plazo. Entiendo que el mayor obstáculo a la dolarización es precisamente el temor de los políticos a perder poder. Pero esto es, en el fondo, lo que significa la democracia. El desarrollo vendrá por añadidura.

Roberto Lazerna es investigador de CERES.



Tags:



BRÚJULA-colnatur diciembre-2024 copia
BRÚJULA-colnatur diciembre-2024 copia
Alicorp-CosasRSE25-300x300
Alicorp-CosasRSE25-300x300