Rafael, el menor de los Arce –al otro le dicen Marcelitio por su mediación en la adjudicación de la explotación del litio a empresas extranjeras– se convirtió en terrateniente de la noche a la mañana.
Brújula Digital|21|05|25|
Hernán Terrazas E.
Si el hijo de un exministro de Economía y catedrático de la Universidad Mayor de San Andrés tiene 3,3 millones de dólares para comprar tierras en Santa Cruz y, además, consigue permisos excepcionalmente rápidos para poder realizar desmonte en un área protegida, estamos necesariamente ante un caso de comportamiento corrupto.
Rafael, el menor de los Arce –al otro le dicen Marcelitio por su mediación en la adjudicación de la explotación del litio a empresas extranjeras– se convirtió en terrateniente de la noche a la mañana. Sembró maíz y soya donde no se puede e hizo de las suyas con la bendición y, lo más probable, con la plata que le dio papá para hacer el negocio de su vida en el oriente.
El presidente Luis Arce no solo ha sido parte del pésimo manejo de la economía desde sus tiempos de ministro y más ahora que ejerce la presidencia, sino que ahora, sobre el final de su mandato, se descubren las primeras huellas de su paso también presuntamente delictivo por las gestiones del MAS.
El trabajo periodístico, realizado por profesionales bolivianos y difundido por Connectas, una plataforma hemisférica que reúne a 163 periodistas de 19 países es impecable desde el punto de vista del desarrollo de la investigación. La denuncia no se trabajó al calor del proceso electoral boliviano, sino que fue resultado del interés por dejar al descubierto una de las muchas manifestaciones regionales del abuso del poder.
Los elementos que demuestran este escandaloso caso de corrupción son irrebatibles. No solo aparece el documento legal de compra a través de una empresa creada en apenas 4 meses, sino fotografías y estudios satelitales que muestran la actividad de maquinaria agrícola y, lo que es peor, el registro de focos de calor -incendios – para expandir el área productiva a costa de los árboles y vegetación natural en el predio llamado “Adán y Eva”.
Además, el documento revela que, para una inversión de semejante magnitud, Rafael Arce Mosqueira y sus socios ni siquiera accedieron a créditos bancarios u otras formas de financiamiento, por lo que cabe inferir que los recursos se originan en los “ahorros” de los compradores.
Son muchas las explicaciones que debe dar el presidente Arce, no solo su hijo, porque en este tema se instruyó a las autoridades encargadas del registro y fiscalización de tierras, dejar el camino expedito para que el “benjamín del jefe” pudiera cumplir su sueño de ser Don Rafael, como es llamado por los agricultores de esa zona.
¿De dónde sacó la plata? Si el sueldo de un ministro era de aproximadamente unos 3.000 dólares mensuales antes del desastre económico, Arce pudo acumular como máximo –suponiendo que ahorrara el 100%– unos 400.000 dólares en 10 años, a lo que debería sumarse parte de sueldo de su esposa, funcionaria del Banco Unión, ingresos pequeños provenientes de su cátedra en universidad pública y el devaluado salario presidencial. Por ahí no va la explicación.
A Rafael se le conocen algunos trabajos en entidades públicas, pero con certeza ninguno con ingresos muy altos, por lo que seguramente el dinero no tiene un origen muy claro y comprobable. Eso sí, ahorros no son y menos, como ya se vio, lo que se acumuló en el “chanchito familiar”.
Lo indignante, a la luz de este caso, es comprobar que, en estos años, Bolivia no solo estuvo gobernada por gente ideológicamente obcecada y de escasas luces profesionales, sino por clanes familiares que abusaron de y usaron la función pública para engordar sus activos personales. Así fue la historia de “Adán, Eva y Don Rafael y papi.
Hernán Terrazas es periodista.