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Política | 24/03/2025   04:21

|OPINIÓN|Masistas, gracias por arruinar el país|Juan Pablo Guzmán|

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Brújula Digital|24|03|25|

Juan Pablo Guzmán

Escribo sobre el masismo, tras preguntarme si tenemos algo que agradecerle por los casi 18 años que lleva gobernando el país. La respuesta tiene más celeridad que un pestañeo: no le debemos nada, absolutamente nada, salvo un aspecto que, recurriendo a la ironía, mencionaré al final de estas líneas.

Antes de ocupar el Palacio Quemado vendió la idea del “proceso de cambio” y la convirtió en una eficaz frase de márquetin político que conquistó a amplios sectores; a veces por romanticismo “revolucionario”; otras porque en una nación donde hay mucho que mejorar, la idea de “cambio” siempre es seductora; y algunas porque la ignorancia veía como “salvadores” a quienes siendo en el fondo simples populistas, se presentaban con el poncho del indianismo “renovador”.

Su promesas de crear “hombres nuevos”, una vieja fórmula de la marchita Revolución cubana, el afán por hacer creer que eran la “reserva moral de la humanidad” y un cierto aire de supremacía ética e intelectual conformaban una trilogía que se contrapuso al orden republicano, al que despreciaban por supuestamente ser la evidencia de la “decadencia” de Occidente.

Pero sus gobiernos fueron un fraude monumental, una venta de espejuelos como el rimbombante “modelo económico social comunitario productivo” que supuestamente nos llevaba con velocidad de rayo al “vivir bien”, otra alegoría que proponía un puente no al futuro, sino al pasado ideal del mundo indígena, que nunca fue tal.

Su “modelo”, en realidad nos transportó a la ruina como país, porque no deja logros; sino más bien un conjunto de indicadores deficientes en los que no es posible encontrar un aspecto que nos permita aproximarnos a la satisfacción, a la meta ansiada o al febril gozo de que se está a punto de conseguir algo bueno, tras haber trabajado sin pausa por ello.

Muchos seguramente piensan que la “inclusión”, en todas sus facetas, es la mejor herencia del masismo, pero en realidad sus políticas “inclusivas” han exacerbado el racismo, han reforzado el resentimiento de unos contra otros y han generado un mayor odio al “diferente”, aquel a quien no queremos reconocer por “ser” distinto.

¿Modelo económico exitoso? ¡Para nada! Siempre supieron más de alquimia que de economía, y en sus fórmulas para entremezclar dosis de socialismo, pigmentos de comunismo, especies de comunitarismo y hasta granos de cepalismo, crearon el engendro que tenemos en el presente: una economía más extractivista que nunca, depredadora del medioambiente, cruel con el trabajador, improductiva en extremo, ineficiente al límite del indecoro, anclada en arcaísmos,  e incubadora acelerada de pobreza.

¿Sus “hombres nuevos” de la “reserva moral de la humanidad”? No crearon ninguno y ni se asomaron a proyectar algún modelo de valor. Si el arquetipo de esa “renovación” era su líder, Evo Morales, los principios se derrumban, la ética se pulveriza, la honestidad se extingue y solo nos quedamos con un fango descompuesto y maloliente al máximo.

¿Manos limpias? ¿Acaso no refinaron la corrupción a un nivel de sofisticación que convirtió en millonarios a quienes, desde el Estado, succionaron sus recursos, también los del sector privado, y se quedaron hasta sin alma que vender al diablo por engordar con dólares del “imperio”? ¿O no crearon “movimientos sociales” y corporativismos comprados? ¿O no fomentaron o se hicieron ciegos ante mafias que viven y se enriquecen del delito?

Estamos casi sobre ruinas, tanto que hasta la juventud ve con desesperanza su presente y con desilusión su futuro, como si estas casi dos décadas de masismo hubieran fumigado las ansias por el mañana y la perseverancia de la fe.

Oswald Spengler, el filósofo del pesimismo, decía que las civilizaciones nacen, crecen, declinan y mueren. En un ejercicio de parangón de esa idea con la realidad de Bolivia, ¿en qué momento nos hallamos? ¿En el de la declinación o en el de la muerte? La infinita rebeldía del hombre y su permanente búsqueda de salidas al laberinto de las crisis nos llevará a pensar que aún podemos liberar fuerzas, quizás vigorosas, para salir de los escombros y construir nuevas rutas de libertad y progreso.

Mientras tanto, solo nos quedará agradecer al masismo. Agradecerle, sí y únicamente, por haber arruinado el país…

Juan Pablo Guzmán es comunicador social.





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