Unicef
Brújula Digital|02|12|24|
Javier Torres Goitia
Toda sociedad busca, día a día, ser un poco mejor que el anterior. La administración del Estado tiene el deber irrenunciable de crear las condiciones necesarias para un crecimiento progresivo, inclusivo y moderno que impulse a su población hacia el futuro.
Sin embargo, el desarrollo no se logra con discursos encendidos o enfrentamientos ideológicos. Es el fruto de la capacidad de una sociedad, sus instituciones y líderes para coordinar diversas visiones y construir, entre todos, un camino amplio, inclusivo y colaborativo. El progreso surge de la síntesis de múltiples perspectivas, un reto especialmente complejo pero enriquecedor en una nación como Bolivia, cuya riqueza multiétnica ofrece oportunidades únicas para innovar y avanzar respetando nuestras tradiciones y adoptando tecnologías contemporáneas para elevar la calidad de vida.
Durante las últimas dos décadas, Bolivia ha estado atrapada en un modelo de desarrollo excluyente, extractivista, antitecnológico, autoritario y vinculado a estructuras de poder que priorizan intereses particulares sobre el bienestar colectivo. Este modelo ha generado una crisis no solo económica –con escasez de dólares, gas, carne y otros recursos esenciales–sino también moral y estructural.
Las instituciones, que en su momento estaban en proceso de consolidación, han sido debilitadas o destruidas:
Superintendencias sectoriales, contraloría y fiscalización administrativa: Desmanteladas en favor de un control centralizado.
Participación Popular: Su potencial transformador fue reemplazado por prebendas políticas y el control clientelista de movimientos sociales.
Descentralización administrativa: Su espíritu fue sustituido por un centralismo autoritario que limita el desarrollo regional.
Estos retrocesos no son atribuibles únicamente a personas, sino a una estrategia equivocada que, en lugar de integrar al país, profundizó divisiones y agravó nuestras debilidades estructurales.
Por otra parte, el derecho a la salud, consagrado en nuestra Constitución, ha sido gravemente vulnerado en los últimos años. Bolivia enfrenta un retroceso alarmante en este ámbito: hospitales saturados, falta de insumos médicos básicos, profesionales de salud mal remunerados y un sistema que privilegia intereses políticos sobre la atención ciudadana. La pandemia del Covid-19 expuso y agravó estas falencias, pero los problemas estructurales ya existían mucho antes. Garantizar una salud pública digna requiere no solo inversión, sino una gestión transparente, comprometida y eficiente que priorice el bienestar de las personas sobre intereses partidarios. La salud debe ser un pilar fundamental en cualquier proyecto de reconstrucción nacional, porque sin ciudadanos sanos no hay futuro posible
Un claro ejemplo de los costos de esta visión limitada fue la pérdida del caso marítimo en La Haya. La estrategia adoptada estuvo marcada por un etnocentrismo excluyente que ignoró perspectivas externas y oportunidades de negociación. El resultado: no solo fracasamos en recuperar una salida al mar, sino que también desperdiciamos una oportunidad histórica para fortalecer nuestra posición en el contexto internacional.
Del mismo modo, la falta de planificación y gestión adecuada nos ha llevado a una situación crítica en diversos sectores: incendios forestales recurrentes, inundaciones mal manejadas, y un sistema judicial corrupto y politizado que ha socavado la confianza ciudadana en el Estado.
Superar esta crisis requiere un cambio radical en nuestra actitud como ciudadanos y en nuestras estructuras políticas. Es fundamental:
Dejar atrás el derrotismo: Debemos transformar el desánimo en acción colectiva.
Unirnos en torno a valores comunes: Priorizar la libertad, la democracia y el progreso sobre intereses personales o partidarios.
Elegir líderes íntegros y visionarios: Buscar hombres y mujeres con principios claros, alejados del narcotráfico, la corrupción y el oportunismo político.
El verdadero adversario no son unas pocas personas, sino un sistema construido en torno al Movimiento al Socialismo (MAS) que, en estos 21 años, ha perpetuado las prácticas que nos han llevado a esta situación.
La solución pasa por articular un proyecto de país basado en las coincidencias, no en las diferencias. Necesitamos líderes que promuevan:
Un modelo productivo y sostenible: Basado en la innovación, la tecnología y la inclusión.
Instituciones fuertes y transparentes: Con controles administrativos efectivos que garanticen una gestión pública eficiente.
Descentralización real: Para empoderar a las regiones y fomentar su desarrollo autónomo.
Educación y justicia para todos: Como pilares fundamentales para reconstruir la confianza en el Estado y asegurar oportunidades equitativas.
Solo unidos podremos enfrentar los desafíos y construir un país moderno, productivo y libre. Este es el momento de dejar de lado las divisiones y los prejuicios, y enfocarnos en un futuro común. Bolivia tiene el potencial de convertirse en un ejemplo de convivencia democrática, progreso y libertad. El camino no será fácil, pero es el único que nos llevará hacia el futuro que merecemos.
Javier Torres Goitia fue ministro de Salud y Deportes.