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Brújula Digital|20|02|24|
Gregorio Lanza
Evo Morales, en su trayectoria de dirigente cocalero a presidente del país ha transitado de defender los cultivos de hoja de coca a defender los recursos naturales y a los “pueblos indígenas”; en ese proceso mediaron su astucia y asesores como Filemón Escobar, que antes de su muerte dijo que hacerlo había sido el peor error de su vida ya que había engendrado un peligro para el país.
Pero, además, Evo Morales desarrolló un arma que a la larga resultaría mortífera, el bloqueo de caminos, que, en su inicio, era utilizado como medida defensiva para evitar que los batallones de erradicación forzosa ingresaran a eliminar la hoja de coca del Chapare que por la ley 2008 era excedentaria y que se destinaba y se destina al narcotráfico.
De ahí pasó a la marcha hasta la Paz que, en su libro, Alex Contreras cuenta con bastante detalle cómo fue un hecho colectivo, en el que se respetaba una suerte de democracia sindical. En 20 años, las cosas han cambiado, Evo Morales se convirtió en presidente de Bolivia, ha potenciado al Chapare con sueños de convertirlo el décimo departamento y principal de Bolivia por su economía e importancia geopolítica, al estar en el centro del país y cortar la carretera que une oriente y occidente. En sus 14 años de Gobierno ha regulado la producción de cocaína, castigando a los narcos rebeldes y dando protección a otros, compartiendo los negocios con dirigentes cocaleros de confianza del partido y recibiendo a través de policías o ministros grandes ganancias, que junto a los diezmos lo han convertido en poseedor de una bolsa millonaria para hacer política y desestabilizar gobiernos.
El bloqueo de los 10 días con el argumento de que se realicen elecciones judiciales en realidad tuvo el objetivo de erosionar –cada vez más– a un Gobierno débil (porque sigue el modelo y los métodos de Morales y además porque se rifaron los ingresos del gas sin descubrir un solo campo nuevo). El expresidente, hoy convertido en principal oponente, conspira contra Arce y puede llegar al extremo de forzar el acortamiento de su mandato y así generar condiciones para su retorno al poder. En primera instancia tratará de llegar a un acuerdo para levantar la resolución del TCP que anula la reelección presidencial indefinida, lo que supone su inhabilitación para las elecciones 2025.
Evo Morales, hay que reconocerlo, es un hábil estratega político y en su cuarto de guerra tiene un equipo de operadores experimentados en el que descollan el excapitán Juan Ramón Quintana, que realiza el trabajo de inteligencia con bajo perfil; y el exministro Carlos Romero, que comparte la planificación se las líneas comunicacionales y decisiones con Morales. Romero pasó de ser un simple funcionarios de una ONG a mediados de los años 2000 a ser dueño de equipos de fútbol, negocio ideal para el lavado de dólares; y después como ministro de Gobierno; a pesar de tener todos los poderes a su favor quedo al descubierto protegiendo al coronel Medina y la línea de transporte de droga, con aviones que salían desde la pista de Chimoré pasando por Virus Viru, con escala en Panamá y llegando finalmente Estados Unidos.
Evo Morales tiene una estructura partidaria cuasi delincuencial con operadores distribuidos en todo el país. Y lo más importante, una base estratégica territorial en el corazón de Bolivia con cocaleros organizados y cohesionados por la amenaza de perder su chaco, sustento de su vida. Lo hace como en la época del cónsul Pompeyo, apodado “el carnicero”: al que retrocedía en combate lo hacía castigar con el más cruel de los tormentos, ser golpeado con varillas hasta la muerte.
En el último conflicto, Morales, en lo que llama el método de “guerra de guerrillas”, ha trasladado a las huestes de sus “sindicatos” a diferentes localidades, como Parotani y Caracollo, para extender el bloqueo, pagando a pobladores del lugar para que se plieguen a su medida, aprovechando que, para muchos compatriotas que viven en zonas pobres, bloquear se ha convertido en una forma de “trabajo”. Intentó hacer lo mismo con la carretera que une a Santa Cruz, pero ahí encontró resistencia de otro tipo de economía agropecuaria legal; y además donde el trabajo de los operadores y recursos del Gobierno tuvo mejores resultados.
Morales dice querer expulsar, de sus cómodos asientos, a los jueces autoprorrogados, que son los mismos que él hecho sentar en esas sillas; con sus antecesores, también nombrados por Morales, se ha burlado de la decisión del voto popular en el referéndum del 21 de febrero del 2016. De ellos obtuvo la sentencia favorable para su participación ilegal en las elecciones del 2019. Dice que quiere elecciones judiciales, pero en una elección transparente no tendrá ni un mínimo de jueces venales a su servicio.
Lo que en su soberbia no percibe es que la mayoría del país ya no acepta someterse a sus caprichos como lo han señalado diversas encuestas y poblaciones que lo han declarado enemigo, como Oruro y El Alto. Cientos de transportistas y gente que necesita trabajar se ve perjudicada; a otros no les importa, por ejemplo en el Chapare los bloqueadores tienen mejores condiciones para aumentar su producción de pasta base de cocaína y coordinar la salida de la producción en avionetas por la decenas de pistas clandestinas que existen en la región.
El bloqueo y la violencia golpea a una mayoría de bolivianos que ven con desánimo y cansancio esta pugna entre el caudillo violento y un Presidente obcecado que se ha centrado en la disputa en vez de resolver los problemas del país. Por otro lado, la oposición en el parlamento se mueve con lentitud y falta de flexibilidad táctica. Comunidad Ciudadana y Podemos, después de haber dado un paso acertado al realizar un acuerdo en el Senado bajo una agenda democrática, se equivocan al hacer seguidismo a la agenda de Morales. Si algunos miembros de Creemos y CC suponen que el presidente Arce es el enemigo principal, están equivocados; no tiene ni la fuerza social organizada, ni el olfato ni la estructura ni la bolsa de Morales.
Incluso por el nuevo contexto de crisis, Arce, al final del día, necesariamente tendrá que entender que el camino de los acuerdos es el único para mitigar los problemas y allanar el campo para su participación en las elecciones de 2025. Algunos, no terminan de entender que Morales es el enemigo principal, caudillo no democrático, que busca, utilizando la violencia y con el conglomerado del Chapare, retomar el control del país.
BD/
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