Panorama|01|07|25|
Piden información, pero reciben silencio. Preguntan, y les contestan con juicio. En Bolivia, miles de adolescentes enfrentan barreras cuando intentan acceder a servicios de salud sexual y reproductiva. El sistema dice que tiene respuestas, pero muchas veces no están adaptadas a sus dudas, tiempos ni contextos. ¿Quién los está escuchando realmente?
Cuando David, de 16 años de edad, entró a un centro de salud de su barrio en Santa Cruz, solo quería saber cómo usar correctamente un preservativo y si era cierto que la pastilla del día después causaba infertilidad. En lugar de información, recibió una mirada incómoda y una respuesta evasiva: “Eso deberías preguntar a tus papás”.
No es un caso aislado. A pesar de que en el país existen cerca de 115 centros de salud y hospitales de segundo nivel del país que implementan de forma eficaz los servicios de Atención Integral Diferenciada para Adolescentes (AIDA), acceder a orientación sobre salud sexual sigue siendo complicado para los adolescentes.
Aunque el derecho a recibir atención sin discriminación está garantizado en normas y protocolos del Ministerio de Salud, la realidad en muchos centros sigue marcada por el estigma, la falta de confidencialidad y la ausencia de personal capacitado en atención diferenciada.
“Me atendieron como si fuera una adulta, me preguntaron si estaba casada y me hicieron sentir que estaba haciendo algo malo”, relata Valeria, de 15 años, en El Alto. Las barreras más comunes para adolescentes en el sistema de salud son:
¿Y qué dice la normativa boliviana?
El país cuenta con el Marco Normativo de Atención Integral a Adolescentes y Jóvenes, aprobado en 2013, que establece la necesidad de una atención amigable, confidencial, con respeto a la autonomía progresiva. Sin embargo, su implementación ha sido irregular y no todos los centros de salud cuentan con consultorios diferenciados.
“El derecho a la salud sexual y reproductiva incluye poder preguntar sin miedo, recibir información clara y acceder a métodos seguros. Si no garantizamos eso, estamos fallando como sociedad”, afirma Carlos Morón, director en Bolivia de DKT Internacional, organización sin fines de lucro que se dedica a la planificación familiar a través del marketing social, asimismo es uno de los mayores proveedores de productos de planificación familiar en el mundo.
En algunas ciudades, ONGs, redes juveniles y proyectos de cooperación han creado espacios seguros donde los adolescentes pueden recibir información confiable y sin juicios. “La sociedad puede tender a creer que esto no les importa a los adolescentes, que no quieren cuidarse. Pero es al revés: quieren saber, solo que no encuentran a quién preguntar sin ser señalados”, indica Morón.