Mientras los dueños del MAS están mostrando su pequeñez, un grande de Hispanoamérica ha hecho noticia, me refiero al mensaje que ha lanzado Mario Vargas Llosa en sentido de que en los próximos días publicará su última novela. No se retira de las letras, ha anunciado que también pretende escribir un ensayo sobre Sartre, sobre quien ya escribió tangencialmente cuando se ocupó de Camus, pero no escribirá más novelas, el género que más ha abordado.
El anuncio no contiene una gran sorpresa, el caballero en cuestión tiene 87 años y quienes lo leemos y hemos leído sobre él, sabemos que su producción literaria es un proceso duro de investigación, lectura y múltiples correcciones, que a veces toman años. Es pues una tarea dura y difícil, sus obras son verdaderos partos intelectuales y las fuerzas, también las intelectuales, menguan con los años.
Esta suerte de despedida me ha causado un retrogusto nostálgico porque su literatura me ha acompañado a lo largo de mi vida adulta; el primer libro suyo que leí fue Pantaleón y las visitadoras, lectura ideal para un joven de 18 años. Fue gracias a La tía Julia y el escribidor que me perdí mi primera fiesta de año nuevo porque me pareció más interesante leer ese libro que ir a festejar sin ganas.
De Vargas Llosa sabemos mucho porque él es un poco exhibicionista y ha contado, en novelas y memorias, muchas cosas de su vida; para colmo, su reciente vida privada lo ha puesto en el ojo de lo que él mismo llama la “civilización del espectáculo”.
Gracias a él sabemos ante todo mucho más, ante todo del Perú, el país en el que nos podemos ver casi como si fuera un espejo; leer sus novelas es un viaje a través de la segunda mitad del siglo XX peruano. Como una vez dijo Umberto Eco, hay cosas que más que explicar es mejor contarlas. Vargas Llosa nos las cuenta y terminamos sabiendo más que si leyéramos un texto histórico.
Por supuesto que sus novelas ambientadas fuera del Perú también nos cuentan de la historia de otras partes del mundo y lo hacen con maestría.
El Marqués de Vargas Llosa dijo con una modestia un tanto dudosa que solo en 100 años se podrá saber si fue un escritor importante o uno circunstancial; dijo que le toca todavía pasar la prueba del tiempo; genuinamente creo que la pasará.
Este escritor tuvo la gran suerte de perder las elecciones del año 90, una suerte que lo libró posiblemente de situaciones difíciles y garantizó a la lengua castellana la continuación de una producción literaria de gran nivel. Además, de haber sido Presidente, no hubiera ganado el Nobel.
En su vida personal/pasional fue un hombre valiente, pocos se casan a los 18 años, siendo menor de edad en ese entonces, con una mujer 11 años mayor y hermana de la esposa de su tío; luego, pocos se animan a romper el tabú de la consanguineidad para casarse con la prima hermana y sobrina carnal de su primera mujer, Patricia Llosa y los 50 años de ese matrimonio certifican que el escándalo y el dolor implícito valieron la pena. Su breve romance con la bella señora Presley muestra una vez más su coraje a la hora de atreverse a vivir fiel a sí mismo, seguramente condición sine qua non para ser un novelista de su calibre.
Vargas llosa es sin lugar a dudas el peruano del siglo, su infancia pasada en la bucólica Cochabamba de los años 40 lo hace también un poco nuestro. Antes de que pase mucho más tiempo, y se pierda la referencia, sería bueno identificar la casa de su infancia en la Llajta, digo, siquiera para poner una placa o mejor para hacer un centro cultural. A fin de cuentas, es posiblemente lo más cercano que vamos a tener en Bolivia a un premio Nobel.
El anuncio de esta semana es más que una especie de despedida, es un asumir la vejez, un enfrentarse al último trecho del camino. En su caso, de una vida de novela dedicada a la novela.