Por Susana Bejarano siento gran simpatía a pesar de ser masista (tengo que decir que eso me pasa con muchos de ellos) debido probablemente a su flair chapaco; ella ha publicado la que será posiblemente su última columna en un medio escrito paceño. Como corresponde, Susana escribe en La Razón, periódico masista que, nos hemos enterado, dejará de circular en forma impresa dentro de poco tiempo.
Susana es el rostro femenino más visible, o por lo menos más mediático, del MAS y que ella haga una suerte de mea culpa, aunque bastante leve, no solo es un síntoma de cuán mal están las cosas en el partido de marras, sino que siempre hay esperanza para la redención.
Si bien eso de “librar al masismo de lo masista” suena a trabalenguas y exige un contorsionismo imposible (uno no puede besar su propia espalda), se puede ver el lado amable de este reconocimiento respecto a que algunas cosas estuvieron realmente mal hechas en el MAS y que la arrogancia se llevó a ese partido por delante.
Susana reconoce que el endiosamiento de Evo Morales fue un craso error, uno que ella misma cometió desde su privilegiada situación: no olvido la “no” entrevista al Jefazo que ella y Manuel Canelas le hicieron antes de que este fungiera como ministro de Comunicación; fue penosa, una mezcla de extremo paternalismo y llunkerío solo para hacerlo ver como en realidad el pobre hombre no era.
Susana también reconoce que las ansias del MAS de eternización en el poder fueron otro factor que les hizo perder la brújula; esa es una verdad de Perogrullo, algo que se supo desde el primer momento.
Susana está en el buen camino, aunque cree, por ahora, todavía ingenuamente, que esas fueron las únicas falencias del MAS. Como siempre, la madre de todos los males es el abuso del poder y de alguna manera eso es lo que ella resiente, pero ese abuso del poder se dio desde muy temprano, precisamente desde antes de que se promulgara esa rimbombante Constitución y que nos ha llevado a la mayor crisis en el sistema judicial de todos los tiempos.
Hay más, por ejemplo que a estas alturas nadie reconocería a esa tienda política como un baluarte del respeto al medioambiente; de hecho es posible que el mayor daño hecho a la naturaleza en nuestra historia se haya cometido en los últimos 20 años. La Pachamama y sus derechos son solo un símbolo vacío, como lo es la reivindicación de los valores indígenas. Basta fijarse en las ruinas del más importante espacio arqueológico de nuestro país y lo poco que se ha hecho en ese sentido en dos décadas.
Susana se equivoca al alabar la Constitución, que no mejoró en nada la vida de las personas, que más bien puso un candado a los derechos de los homosexuales y que en su diseño primigenio estaba precisamente plasmado el mecanismo para la eternización del MAS en el poder.
Tampoco la industrialización mencionada por Susana en su columna merece el menor aplauso, y respecto a la nacionalización, tal vez si la modificación de los contratos con las petroleras se hubiera hecho de otra manera, ahora no nos faltaría gas.
Es posible que este haya sido el primer paso de Susana y que en un futuro próximo perciba más a profundidad ese sueño que en realidad no lo fue y cambie para ser una persona que aporte con su ñeque a una sociedad más realista y más honesta. Siempre se puede cambiar, no olvidemos que personas importantes del Gobierno de la UDP terminaron teniendo valiosos roles en la llamada era neoliberal.
Bolivia necesita abuenarse, se necesita tanto una izquierda como una derecha que no sean dogmáticas, se necesita actores políticos que no se crean dueños de la verdad y mucho menos dueños del país.
Susana está abriendo senda desde su anquilosada vereda.
@brjula.digital.bo