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23/09/2023
Mirada pública

“Su Excelencia”

Javier Viscarra
Javier Viscarra

Hace más de medio siglo, bajo la presidencia de Pepeslavia, el excelentísimo embajador de la República de los Cocos se encontraba frente a una asamblea que, en ese entonces, se asemejaba a una versión temprana de lo que hoy conocemos como la Asamblea de las Naciones Unidas. Era el año 1966, una época en la que Mario Moreno, mejor conocido como Cantinflas, sin pretenderlo, daría vida a un discurso épico que, sorprendentemente, aún resuena en la memoria colectiva y que hoy se repite, con matices y ajustes, en la septuagésima octava asamblea del organismo internacional, aún en desarrollo.

El presidente del Estado, Luis Arce Catacora, también tuvo hace unos días su turno en el evento, donde las naciones del mundo alzan su voz para discutir y pronunciarse sobre los problemas de la humanidad. Su discurso, como era de esperar, siguió la misma tonalidad y argumentación que caracteriza a un país que parece carecer de una política exterior sólida.

En su intervención, Arce Catacora reiteró su condena al capitalismo que, según su visión, se encuentra en crisis y amenaza al planeta. En este contexto, abogó por un cambio en las estructuras financieras globales, una proposición que encontró un sugestivo similar tenor en varios líderes que asistieron a la última reunión del G77 más China.

El presidente boliviano enfatizó la necesidad de un gran pacto para lograr un Nuevo Orden Mundial (NOM), una idea que resonó como eco en la asamblea presidida por el embajador boliviano ante las Naciones Unidas, Diego Pary. Este gesto de protocolo con Pary fue uno de los momentos más amables de la intervención boliviana y una oportunidad para una fotografía memorable.

Varios oradores siguieron una línea parecida en sus discursos, condenando el bloqueo económico que sufre Cuba, lo cual resalta las políticas controvertidas de las grandes potencias, y abogando por un futuro más prometedor para Palestina.

El Presidente fue enérgico al denunciar la crisis ecológica que enfrenta el mundo y recordó que Bolivia lideró en 2009 la proclamación del Día de la Madre Tierra junto al expresidente Evo Morales. Sin embargo, lo que quedó sin mencionar fueron los problemas ambientales en casa, como la deforestación y la contaminación de ríos debido a la explotación minera descontrolada.

Bolivia figura entre los países que más desforestan los bosques y nuestros ríos sufren una alta contaminación por el mercurio a causa de una desenfrenada e incontrolada explotación minera. Al respecto de este último punto, el sistema de naciones tiene programado en Ginebra, del 30 de octubre al 3 de noviembre próximos, una reunión para el tratamiento de esta temática y Bolivia es miembro del convenio de Minamata.

Por ahora no se conoce cuál será la política nacional sobre este sensible tema y lo poco que se ha mencionado en el país sobre el mercurio es que el ministro de Medio Ambiente y Agua, Rubén Méndez, cuando era niño, jugaba con este metal pesado y que, según su visión, no es nocivo. Quizá sea porque aún no hay un planteamiento definido al respecto, que el Presidente ha preferido soslayar el tema, aunque su discurso en la asamblea de Naciones Unidas fue elocuente en la defensa de los recursos naturales.

La guerra fue otro de los ejes de discursos que iban y venían en las sesiones de Naciones Unidas y, una vez más, Bolivia deploró la existencia de conflictos bélicos en el este de Europa, pero no se atrevió a denunciar al país que invadió y desató el conflicto, mencionó el tema como si la guerra ocurriera espontáneamente.

La omisión más notable fue la ausencia de cualquier mención a nuestra causa marítima, pues a pesar de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminó que Chile no está obligada a negociar con Bolivia, el fallo reconoció la existencia de un problema regional debido al enclaustramiento del país. La CIJ incluso instó a ambas naciones a continuar el diálogo para abordar estos asuntos, independientemente del fallo y bajo el principio de la buena vecindad.

A casi cinco años de ese fallo, la Cancillería boliviana parece haberse quedado en silencio y aceptado la decisión de la CIJ como definitiva, cuando en realidad sigue siendo un tema para el debate en la arena diplomática.



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