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Columna Abierta | 29/11/2023

¿Sentirnos orgullosos de la Policía?

Carlos Derpic
Carlos Derpic

Luego de la entrevista al narcotraficante Marset, el ministro de Gobierno dijo que el pueblo boliviano debe sentirse orgulloso del trabajo que viene efectuando la Policía Boliviana “en este caso en específico”, cuando existen fundadas sospechas de que algo ocurrió para que el uruguayo fugue del país oportunamente y ese “algo” involucra a la llamada institución del orden.

La verdad es que esta institución no da motivos para el orgullo y sí para el reproche. Las ciudades están abandonadas a su suerte y sus habitantes desprotegidos ante rateros de todo tipo; ante cooperativistas que imponen sus bloqueos con violencia: ante choferes maleducados que violan las normas de tránsito cuando les viene en gana; ante energúmenos que, con tal de incrementar sus ventas, hacen uso de altoparlantes que enferman a las personas y contribuyen a enardecer los ánimos incluso de los más calmados.

Por ejemplo, en la avenida Hernando Siles, entre las calles 1 y 2 y delante del edificio “Las torres de Obrajes”, es permanente el espectáculo de motociclistas que se suben a la acera, poniendo en riesgo la integridad física y la vida de los peatones que circulan. Hace unas noches, un motociclista continuó impávido su marcha sobre la acera, al punto de casi atropellar a un vecino que ejercía su derecho a transitar libremente por la vereda. ¿Quién era el desalmado que actuó así?: un policía del PAC que, orondo y seguramente para imponer “respeto” y temor (más lo segundo que lo primero) no reparó en la desgracia que podía ocasionar.

En cambio, sí aparece la Policía cuando hay que reprimir a la ciudadanía que se congrega para expresar sus reclamos por diferentes motivos. En tales circunstancias, los “verde olivo” se dan cita en lugares estratégicos de la ciudad resguardando a los matones violentos que trabajan en el gobierno y que forman sus grupos de choque, y reprimiendo a la ciudadanía.

Aparece cuando hay que sembrar terror frente a paros cívicos como el del año pasado en Santa Cruz, ocasión en la cual los policías no sólo reprimieron duramente a la población, sino que destruyeron motocicletas que se encontraban estacionadas en diversas calles y avenidas de la ciudad.

Aparece cuando se trata de secuestrar a una expresidenta constitucional de Bolivia, a autoridades elegidas por el voto popular o al expresidente de COMCIPO, a las cuales desde las altas esferas les inventan supuestos delitos (“golpe de estado”), a sabiendas de que lo ocurrió en 2019 fue que el binomio que se creía eterno huyó y fracasó en su intento de provocar un vacío de poder que los trajera de vuelta.

Aparece para resguardar al delincuente que asaltó las oficinas de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, recientemente acusado de fechorías en Sucre, y para proteger a abusivos y abusivas que agredieron de una y mil maneras a Amparo Carvajal, la presidente de esa organización que el MAS quisiera ver arrodillada y a su servicio.

Aparece para mostrar la prepotencia de sus miembros, como el caso del comandante departamental de Santa Cruz, que maltrata a diestra y siniestra incluso a periodistas.

Aparece los viernes o sábados por la noche, también en lugares estratégicos de las ciudades, para capturar y sonsacar dinero a incautos que bebieron y están conduciendo sus vehículos. En tales casos la ceremonia consiste en leerles los artículos respectivos del Código de Tránsito, hacerles dejar el vehículo hasta el día siguiente, ocasión en la cual el infractor debe pagar 1.800 bolivianos a cambio del silencio de la autoridad y la devolución del carro. Otros, como un prepotente exfiscal de la zona sur de La Paz, que después fue abogado de CAMC, recuperan rápidamente su licencia de conducir, pese a que incurren en esa infracción infinidad de veces.

Aparece en volteos de droga o vinculada al robo de coches en Chile o en masacres como la del Hotel Las Américas. Los ejemplos podrían seguir, pero el espacio es insuficiente.

Ojalá la Policía deje de ser un “movimiento social” que apoya al MAS; que sus miembros dejen de ser repartidores de pollo para los vándalos que agreden a la ciudadanía, como ocurrió en 2019; que dejen de ser recaudadores de dinero con cualquier pretexto como la inspección técnica que se produce cada fin de año.

Que aquello de “Contra el mal, por el bien de todos” sea una realidad, para beneficio de la ciudadanía y de los policías de honor que existen, pero están acallados por los vivos de siempre. Que el verdadero espíritu navideño se apodere de los policías y no sea sólo una aparición interesada porque, en una de esas, es verdad que no hay dinero ni para pagar aguinaldos, como advirtió hace muy poco el vicepresidente Choquehuanca, y hay que conseguir recursos como sea y de donde sea.

Ese día podremos sentirnos orgullosos de la Policía. Ahora no.



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