Normalmente la asignación de la culpabilidad corresponde a
una investigación objetiva, en la ciencia como en la vida social y, usualmente,
la responsabilidad no es de una sola parte, incluso en situaciones límites. En
mi larga vida de conductor de automotores en Bolivia, me tocó vivir una
experiencia insólita: el Tránsito me asignó un porcentaje de responsabilidad cuando
mi automóvil fue chocado estando adecuadamente estacionado en la calle.
De modo que la responsabilidad suele ser “compartida” entre todos los involucrados y no atribuible a una sola parte, a un solo individuo o a un solo gobierno.
Por ejemplo, el cambio climático, consecuencia del calentamiento global, es responsabilidad de todos en la medida en que todos contribuyen a contaminar la atmósfera, deforestar la tierra y quemar energías fósiles.
En el caso de conflictos sociales con pérdida de vidas humanas, siempre existe una responsabilidad compartida, entre los que se exceden en el uso de la fuerza pública y los que se exceden en el riesgo de tener bajas en sus filas en un escenario incontrolable. Los viejos dirigentes sindicales sabían hasta dónde podían “estirar la soga” sin comprometer la incolumidad de sus compañeros, porque valoraban la vida más que el cálculo de especular con las víctimas. Pienso en la actitud prudente y responsable de la COB en 1986 durante la Marcha de la Vida.
Asimismo, cuando un gobierno reclama por la “responsabilidad” de los medios de comunicación, para que ese llamamiento no parezca hipócrita e interesado, debería empezar por dar el ejemplo en casa, ya que los medios estatales y paraestatales suelen ser los menos responsables en el manejo de las noticias.
El otro atributo fundamental de la responsabilidad es que es “diferenciada”: todos contribuyen a una eventualidad, pero no todos en el mismo grado.
En el caso mencionado del cambio climático, los países que más consumen energía y combustibles fósiles (China, EE. UU. y Europa) tienen una mayor responsabilidad en los efectos del cambio climático, pues éstos suelen ser más destructivos en los países de mayor vulnerabilidad ambiental y económica. Por eso su contribución a la mitigación y reparación de los daños ambientales debe ser mayor. Y lo propio podría decirse acerca del incremento de los cultivos de coca en Bolivia.
También en el caso de los conflictos sociales y políticos, como los de noviembre de 2019, la responsabilidad, además de compartida, es diferenciada. Los que desconocieron la voluntad popular, los que contaminaron dolosamente el escrutinio electoral, los que diseñaron un plan macabro de renuncias colectivas para sumir al país en el caos, por intereses personales y sectarios, ellos son los mayores responsables de esos hechos luctuosos. Sin embargo, manipulando la justicia a su antojo, andan libres e incluso pontifican acerca de responsabilidades ajenas.
Asimismo, la responsabilidad de un medio estatal, financiado por todos los bolivianos, cuando deja de ser equilibrado y verdadero en la información, es mayor de la de un medio privado que suele responder a intereses de sus dueños, reales o palos blancos. De hecho, puede suceder que las burdas tergiversaciones de los medios oficialistas provoquen en la prensa independiente una reacción en contra de esas distorsiones, a costa de un acercamiento equilibrado a la verdad.
En fin, en una sociedad contagiada por el virus del odio y el fanatismo como la nuestra, antes de buscar perdón y reconciliación, ¿no deberíamos empezar por reconocer nuestra parte, común y diferenciada, de responsabilidad?
Francesco Zaratti es físico.