Ud. se despierta por la mañana en su casa luego de haber dormido plácidamente encima de un colchón, en una cama con sábanas, cubrecama y almohadas, seguramente, porque ha sonado la alarma del reloj. Se levanta, va al baño y, entre otras cosas, utiliza dentífrico, cepillo de dientes, papel higiénico; jabón, champú y esponja para ducharse, y una toalla para secarse. Se peina frente a un espejo, puede que utilice un fijador para su cabello -teñido o no- y si es una dama, se aplica cosméticos.
Retorna a su cuarto, se viste con ropa interior y externa, zapatos, cinturón, billetera o cartera; si usa lentes, se los pone y va a tomar su desayuno. Puede que se sirva una taza de té o café, con o sin leche, pan o galletas, mantequilla, queso, mermelada y, por ahí un yogurt, un jugo natural o procesado, usando una cucharilla para el azúcar o el edulcorante. Los más privilegiados utilizarán cubiertos, para el revuelto de huevo.
Agarra su celular, echa un vistazo al WhatsApp o alguna otra aplicación, lee anuncios, responde chats -por ahí hace algunas llamadas- y, finalmente, se sube a un vehículo público o propio, para transportarse hasta su oficina, fábrica, un negocio comercial o de prestación de servicios. Se sienta, tal vez, en una silla ante un escritorio, un mostrador, etc., y empieza a utilizar una computadora, teléfono, una herramienta o artefacto inherente al desarrollo de su actividad cotidiana.
De no ser éste su caso, porque Ud. es la administradora de su hogar -lo que en verdad es un trabajo no remunerado- puede que salga a hacer compras y adquiera productos de primera necesidad como alimentos frescos o envasados, alguna bebida -un jugo, agua, una bebida carbonatada- productos de limpieza -quién sabe- algunos materiales que tengan que ver con la educación de sus hijos y, por ahí, hasta un bien suntuario, un regalo, un adorno, etc.
Lo cierto es que, durante el tiempo de sus actividades puede que utilice papel y bolígrafo, y tal vez encienda un aparato para, dependiendo dónde se encuentre, enfriar o calentar el ambiente, y puede que durante su faena distraiga su apetito consumiendo una masita, un dulce, un chicle o, quién sabe, un mate. Tampoco estaría lejos de la realidad si digo que podría tomar algún medicamento, aplicarse una inyección o un suero, en los tiempos que vivimos…
Lo cierto es que llega el medio día y retorna a su hogar o va a algún restaurante por una comida rápida, un plato típico; si es más exquisita, una comida vegetariana; y, si es paciente, hace cola para comprar los brownies de BiancaFlor. Luego de ello, vuelve a su rutina de la tarde, con un té o refrigerio de por medio.
Llega la noche y viene la cena hecha en casa o encargada por delivery, transcurrida la cual enciende la televisión, se conecta al servicio de cable para ver noticias, opciones de Netflix u otros para disfrutar de una película o documental. Por ahí, si es romántico, invita a su pareja un vinito con la esperanza de pasar una buena noche (dicen que una copita es buena para dormir bien, también).
A estas alturas, se preguntará, a dónde quiero llegar con tan alto grado de detalle en cuanto al consumo de bienes y servicios que hacemos cada día de nuestra vida… Le aseguro que, de profundizar el tema, serían muchísimos más -v.gr.- viajes, hoteles, salud, banca, comunicación, desarrollos inmobiliarios, etc.
Quise hacer esto para que, por un momento, tomemos conciencia de la gran cantidad de productos y servicios que tenemos a la mano cada día a lo largo de nuestra existencia, para lo cual, “alguien” los tuvo que producir, ya sea en nuestro país o en el extranjero, y, si están disponibles acá, “alguien” los tuvo que importar para venderlos, asumiendo en cada caso, el riesgo de hacerlo.
¿Se imagina cómo cambiaría su vida si de por medio no hubiera empresas que se dedican a la producción, importación, comercio y prestación de servicios?
¿Qué sería de la vida de millones de consumidores si no hubiese alguien que decida arriesgar su capital, contratar un crédito e hipotecar su patrimonio para ello, a fin de crear una micro, pequeña, mediana o una gran empresa? ¿Qué sería de la vida de millones de personas cuyos empleos dignos, formales y de calidad, con todas las prestaciones de Ley, que dependen de ello?
Bien dijo más de una vez el eximio economista y ex Presidente del Banco Central de Bolivia, Lic. Armando Méndez Morales, que “el empresario es un servidor social, porque, con su esfuerzo, asumiendo todo tipo de riesgos, surte de bienes y servicios al mercado para beneficio nuestro, creando al mismo tiempo fuentes de empleo, por todo lo cual se le debería hacer un monumento”.
Como en Bolivia no hay un “Día del Empresario Privado” para homenajearlo, por lo menos esta recordación al celebrarse los 60 Años de fundación de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), un 4 de septiembre de 1962, para defender la libertad de producir, comerciar y prestar servicios en beneficio de los consumidores y trabajadores del país. ¡¡¡Felicidades!!!
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional