La Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) emitió un Pronunciamiento del Sector Productivo (13.04.2022) alarmada por la caída de la producción de maíz amarillo duro en el país, insumo vital para alimentar a los pollos, cerdos y ganado bovino, a partir de lo cual nos proveemos de carne, huevos, lácteos y derivados.
El sector agroproductivo lamenta profundamente que el volumen de maíz empezara a bajar a partir de la aplicación de restricciones a las exportaciones en el país en 2011 provocando lo previsible a largo plazo, un desaliento para seguir arriesgándose en ello, con la posibilidad, ahora, de un desabastecimiento.
Pero, no solo son las restricciones a la exportación, sino también, la restricción al acceso de la biotecnología lo que condena a los agricultores bolivianos a tener los más bajos niveles de rendimiento de semillas frente a nuestros directos competidores del MERCOSUR -que apostaron por producir con semillas genéticamente mejoradas- entrando a Bolivia de contrabando a precios risibles, provocando acá una baja de la superficie cultivada pues nadie va a trabajar para que no le paguen (la venta del maíz es el sueldo de los agricultores); si a ello se suma la especulación del grano, la consecuencia es un aumento del precio del maíz, lo que podría provocar un alza de los alimentos ya mencionados.
Lo más curioso es que, sabiendo que la producción de maíz seguirá cayendo porque las semillas convencionales tienden a desaparecer de los mercados internacionales, dado su bajo rendimiento, no se toma la decisión de autorizar el uso de semillas genéticamente mejoradas resistentes al ataque de plagas para así bajar costos y aumentar la productividad. La CAO recuerda también que, como ya ocurrió antes, la “solución” será importar maíz transgénico para que no suba el costo de la canasta básica, cuando lo sensato sería autorizar el uso de semillas genéticamente modificadas considerando que el 98% del maíz que se produce en Bolivia es maíz amarillo duro para consumo animal, implicando el esfuerzo de 17 mil productores, principalmente en el Oriente boliviano, que genera el 75% del volumen total de alimentos del país.
“El impacto más grave será el golpe a la seguridad alimentaria de las familias bolivianas, en especial, a las de menores ingresos por la subida de precios de los productos señalados” advierte el pronunciamiento de la CAO, antecedido por preocupaciones sectoriales de días precedentes (ADA, ADEPOR, ANAPO, FEDEPLE).
De otra parte, la histórica subida del precio de los alimentos en el mundo pone en figurillas a los productores de pan en el país, al ser dependientes de la importación de trigo, cuando fácilmente podríamos ser no solo autosuficientes, sino exportadores de dicho cereal, haciendo bien las cosas.
No sé cuántas veces he dicho ya que, un gran “Pacto Social Productivo” es necesario, para salir de la pobreza con el sector agropecuario, agroindustrial y agroexportador, como punta de lanza.
¿Qué partecita del “Encuentro Agroindustrial Productivo – Más inversión, más empleos”, que forjó un gran acuerdo acoplando la Agenda del Bicentenario del anterior gobierno con la Agenda Agroproductiva Privada en julio de 2013, reforzándolo en abril del 2015 en la “Cumbre Sembrando Bolivia”, no se entiende?
¿Es que, acaso, triplicar la producción de alimentos hasta 45 millones de toneladas, invirtiendo para ello el sector del agro y la industria 13.000 millones de dólares, generando 1.000.000 de nuevos empleos es algo difícil de asimilar? ¡Vienen tiempos difíciles para la economía, que el agro bien podría mitigar!
Con buena voluntad y visión de país, se debería retomar esa virtuosa agenda que solo propone buenas cosas para Bolivia: seguridad con soberanía alimentaria, ahorro de divisas -con sustitución de importaciones, v.gr. de trigo- más dólares por exportación de excedentes, todo lo cual, desde el punto social, generaría mucho más empleo con ingresos sostenibles en el tiempo para los bolivianos. Está clarito ¿verdad? O…¿qué partecita no se entiende?
Gary Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional