Termina un año y comienza otro. Ocasión para revisar lo que uno ha hecho a lo largo del año que termina, evaluar lo positivo y negativo que sucedió y proyectar, en la medida de lo posible, lo que vaya a hacerse durante el próximo.
La mayor parte del mundo lo celebra el 1 de enero, que es cuando ocurre el cambio de año en el calendario gregoriano, aunque dicha fecha fue también el primer día del año en el calendario juliano original y en el calendario romano (después del 153 a.C.). El cómputo de los años tiene lugar tomando como referencia el nacimiento de Jesús, el Cristo.
Otras culturas celebran el año nuevo de acuerdo con sus propias costumbres, porque usan un calendario lunar o un calendario lunisolar. El año nuevo chino, el año nuevo islámico y el año nuevo judío son ejemplos de esto. India, Nepal y otros países también celebran el año nuevo en fechas de acuerdo con sus propios calendarios que se pueden mover en el calendario gregoriano.
En Bolivia, durante los últimos años, ha cobrado vigencia un pretendido “año nuevo aymara”, que fue inventado en la década de los 70 del siglo pasado por los miembros del Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), frente universitario de la UMSA, entre quienes se encontraban Raymundo Tambo, Rosendo Condori y Constantino Lima, pero cuyo primer directivo fue Quintín Apaza, por la coincidencia de su apellido con el de la persona que inspiró la denominación que se escogió para el frente. Esta celebración, como muchas otras, es un acontecimiento turístico que permite lucrar bastante a ciertas personas y empresas y es convenientemente utilizado por el MAS para sus fines de eternización en el poder con la supuesta bendición divina de Inti.
En el fondo, el año nuevo tiene lugar cuando la Tierra completa una vuelta alrededor del Sol, pero el 1 de enero de cada año no implica lo mismo a nivel cósmico, porque en una escala universal no estamos realmente empezando nada nuevo porque todavía no nos acercamos a completar un ciclo alrededor de nuestra galaxia, lo que ocurrirá recién en varios cientos de millones de años.
Sin perjuicio de lo señalado, ya se han escuchado voces de todo tipo respecto a 2025, que van más allá del inamovible deseo de prosperidad que todos emiten, con el añadido de que, en esta ocasión, se celebrará el bicentenario del nacimiento de Bolivia como República independiente.
De ese modo, escuchamos a varias personas decir que es un año crucial, que será un año difícil, que ojalá salgamos adelante, que no puede haber feliz año nuevo cuando el gobierno regala fábricas que quebrarán pronto y que atentan contra la iniciativa privada. A todos quienes piensan así, no les falta razón.
Por otro lado, han aparecido públicamente los sinvergüenzas que hablan de la difícil situación económica que vive Bolivia en estos momentos y la califican como “la peor crisis de los últimos 20 años”, siendo que son coautores de la misma porque gobernaron Bolivia durante ese periodo precisamente.
Surgieron también los demagogos que ofrecen superar la crisis económica sin acudir al FMI, y prometen que vencerán también la crisis social, política y moral que vive Bolivia en la hora presente.
Vistas las cosas con serenidad, habrá que convenir que el futuro es incierto y nadie, nunca, es capaz de predecir lo que vaya a ocurrir durante el año que acaba de comenzar. Podemos sí afirmar que tendrá cosas buenas y cosas malas, que los poderosos continuarán aferrados al poder, que los problemas que tenemos en Bolivia y el mundo no se superarán de la noche a la mañana y cosas similares
Pero, hay algo que sí podemos hacer y que está bajo nuestro control y voluntad. Mirar el 2025 con entusiasmo y esperanza; estar seguros de que, de la manera en que enfrentemos los problemas, dependerá en gran medida su solución.
Franz, un pariente mío, escribió hoy esto: “Cualquiera que sea la temporada de la vida en la que te encuentres en este momento, es importante reflexionar sobre cómo fue el año para que puedas ajustar tus velas. Cada año trae su propio conjunto único de victorias y derrotas, luchas y alegrías. Siempre es importante saber cuándo algo ha llegado a su fin. Cerrar círculos, cerrar puertas, terminar capítulos, no importa cómo lo llamemos; lo que importa es dejar en el pasado esos momentos de la vida que han terminado. Espero que cierres este último día de buen humor”.
Viktor Frankl (“El hombre en busca de sentido”) decía que, mientras estuvo los campos de concentración, los nazis lo golpeaban e insultaban de manera feroz, pero no podían controlar la manera en que él iba a reaccionar a ese maltrato, que eso estaba bajo su único y exclusivo control. Y así es.
De eso se trata, de actuar positivamente en todo aquello sobre lo que tenemos control y, sobre todo, de no perder la esperanza, de usar “El principio esperanza”, la obra de Ernst Bloch (a la que nos hemos referido en otras ocasiones) como una “arma de construcción masiva”, de no dejarse llevar por la desesperación que puede acecharnos cuando observamos el horizonte actual. ¡Feliz 2025!
Carlos Derpic es abogado.