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22/04/2020

¿Qué hacer con el año escolar?

Un posible retorno de los estudiantes a sus unidades educativas para el mes de mayo ha sido descartado por las autoridades de educación. Se ingresó en el marco de análisis de los posibles escenarios para el retorno a las labores escolares y la fecha todavía es una incógnita, como lo es qué hacer con el año escolar, lo que obliga a analizar los siguientes hechos.

Consideremos, primero, que en Bolivia hay más de 2,2 millones de estudiantes y más de 160.000 maestros en los niveles inicial, primaria y secundaria. Retornar a clases significaría removilizar casi un cuarto de la población en días de pleno crecimiento de la curva epidemiológica, lo que podría significar un gran riesgo para la salud y la vida de los estudiantes y sus familias.

De acuerdo con un estudio publicado por científicos de la UMSA, la transmisibilidad del virus, usando el R0 (número básico de reproducción), era de 1,8, lo que significa que en promedio una persona infectada puede contagiar a entre una y dos personas; con la medida de la cuarentena estricta, se calcula que ese número bajó a 1,3. Los epidemiólogos estiman que cuando ese número es mayor a 1, la infección puede propagarse ampliamente; cuando es menor a 1, la infección muere tras un largo tiempo y si ese número es igual a 1 se estabiliza. La realidad nos muestra que no llegaremos a ese 1 ideal; la cuarentena ayudó a disminuir los contagios y volver a movilizar a casi un cuarto de la población “innecesariamente” podría dañar lo manejable del asunto, por lo menos hasta ahora.

El segundo hecho está relacionado con la caída de las temperaturas a partir de la segunda semana de mayo por la llegada del invierno y, junto a él, las infecciones respiratorias agudas (IRAs). En la gestión 2018, hasta la segunda semana de junio, Bolivia registró más de 1,3 millones de casos, según reportó El Diario. Para la gestión 2019, se registró un número similar de casos por lo que se puede anticipar que este año viviremos una situación similar.

Las IRAs podrían ser aliados nefastos del COVID-19, dado que según otro estudio de la UMSA del doctor Henry Rojas, las IRAs “producen infecciones en vías respiratorias altas y éstas pueden disminuir los mecanismos de defensa pulmonar permitiendo la entrada de virus o bacterias causando daño al aparato respiratorio”. Por lo que conocemos, la enfermedad del COVID-19 es aún más letal cuando las defensas están bajas, lo que pone a nuestra población en una situación de mayor vulnerabilidad.

El tercer hecho está relacionado con la intención del ministerio del ramo de implementar la educación a distancia, sea ésta virtual, por correspondencia, radiofónica o teleeducación. Aunque esta fue una de las primeras alternativas en la mira de muchas instituciones educativas frente a la cuarentena, especialmente en el nivel superior, es muy difícil anticipar que la educación a distancia tenga un resultado medianamente aceptable, por varias razones. No existe en el mundo alguna sólida experiencia de educación a distancia en los niveles primario y secundario y las razones parecen ser obvias. Las únicas experiencias de esta modalidad de educación están mayoritariamente en la educación superior y no son abundantes.

En Bolivia, desde la década de los 90, las diferentes autoridades que pasaron por la cartera de Educación no han visto con buenos ojos a la educación a distancia, algunos argumentando que en país no estaba preparado para dar ese salto y otras por el temor de la proliferación de carreras a distancia ante la ausencia de una agencia que asegure la calidad de las mismas. Hoy, la experiencia boliviana en educación a distancia se reduce a un puñado de programas de posgrado (diplomados y maestrías), que como experiencia poco pueden aportar a la educación primaria y secundaria.

Frente a este panorama se vislumbran dos posibles escenarios, uno más radical que el otro. El menos radical apunta a que las clases deberían reanudarse en el mes de agosto, por varias razones: para ese entonces ya conoceremos de manera fehaciente el comportamiento de la pandemia; las IRAs no serán ya un problema porque los días más fríos ya se habrán ido; los adultos ya habremos aprendido a “convivir” con el COVID-19 y podremos enseñar a los niños y adolescentes a cuidarse del contagio; adicionalmente, las autoridades responsables de la gestión escolar, gobierno, alcaldías, direcciones departamentales de educación y otros podrán disponer del tiempo necesario para preparar los planes de contingencia epidemiológica, adecuación de instalaciones; capacitación a maestros, padres y administrativos; redistribución de cursos numerosos, adquisición de mascarillas, guantes, material de desinfección, entre otros. Esto indudablemente forzará a ampliar las horas de clases entre la semana, programar clases en sábados y proyectar el cierre del año a finales de diciembre.

El segundo escenario, más radical, es dar por descontado lo avanzado hasta ahora y (re)abrir oficialmente al año escolar en el mes de agosto y proyectar su cierre para el mes de mayo de 2021, como lo hacen varios países del hemisferio norte, tales como Ecuador, EEUU y España, quienes, dicho sea de paso, volverán a clases en agosto o septiembre. Esta postura, sin duda, puede complicar a las unidades educativas privadas, que tendrían que ver alternativas de apoyo con el gobierno. Algunas universidades, especialmente públicas, están ya considerando dar por “perdido” este semestre e iniciar el año académico en agosto venidero.

Esto no significa de ninguna manera tener a los niños y adolescentes encerrados en casa hasta agosto. A medida que las autoridades vayan proyectando el levantamiento de algunas restricciones de la cuarentena se deberían permitir actividades al aire libre, con el distanciamiento social correspondiente y otras medidas que el caso aconseje, así como una inserción gradual en la nueva estructura escolar preventiva. En estos momentos, existe una preocupación generalizada para “salvar” el año escolar, en desmedro de la atención por el bienestar físico, psicológico y espiritual de los niños y adolescentes en tiempos de confinamiento.

Tal vez lo más importante en este momento no es el retorno a clases sino el cuidado de la salud y la vida de los estudiantes, junto con toda la comunidad boliviana, tiempo en el cual se debe capacitar a los maestros en el uso de plataformas e instrumentos educativos y dotar de equipamiento a los estudiantes para que en comunidades locales puedan acceder al sistema de Internet.

Este es un momento histórico sin precedentes, no se puede pretender volver ni siquiera a una relativa normalidad, porque esa normalidad que conocimos hasta el 12 de marzo no volverá nunca. Los ciudadanos necesitan certezas, que ayuden a disminuir el grado de ansiedad y estrés que ya de por sí es agudo con el confinamiento. Sí es importante convertir el problema en oportunidad y aprovechar al grado sumo este paréntesis que la cuarentena nos otorga.

Willy W. Chambi, docente universitario, es licenciado en Ciencias de la Educación y magíster en Administración Educativa por la Universidad de Illinois



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