Bolivia vivirá días de alta tensión política en la última semana de enero. Masivas movilizaciones han sido convocadas por el oficialismo, dividido y enguerrillado, y por los comités cívicos y plataformas ciudadanas que mostrarán el grado de polarización en el país. La pulseta en las calles se dará sobre la base de la nueva contradicción, al menos de carácter discursivo: democracia versus dictadura.
El Cabildo Nacional convocado para el miércoles 25 de enero, mejor dicho nueve cabildos simultáneos en las capitales de departamento, será el dispositivo para saber si la Bolivia que reclama algo diferente a lo que aplica el gobierno de Luis Arce, el socialismo del siglo 21, creció o se achicó respecto del 55% con el que ganó las elecciones presidenciales de octubre de 2020.
Será la oportunidad para que los bolivianos, a los que les aterra la idea de vivir con las libertades colectivas conculcadas como en Cuba, Nicaragua y Venezuela, dejen atrás la indiferencia y se sumen a las concentraciones que seguramente se realizarán en sitios emblemáticos de las principales ciudades con una consigna que puede resultar siendo útil y aglutinante: “Democracia sí, dictadura no”.
La gente participará en el Cabildo Nacional si se trata de defender valores democráticos puestos en riesgo por la administración de Arce, así como ocurrió en el régimen de Evo Morales. Es de esperar, por tanto, que los organizadores no introduzcan temas como el federalismo, aún ajeno al sentimiento popular, y menos proclamar candidaturas prematuras que desnaturalizarían el esfuerzo por sacudir a la sociedad del letargo.
El tiempo entre la convocatoria y la realización del Cabildo Nacional es ajustado para promover y asegurar la participación de sectores transversales en cada departamento (gremiales, transportistas, indígenas y asalariados). El desafío no es menor, sobre todo en regiones en las que el masismo controla a funcionarios públicos y organizaciones sociales con capacidad de convocatoria.
De todas maneras, la decisión de asistir a las concentraciones es individual, familiar y hasta grupal, más allá de si se pertenece a una organización política, sindical, gremial, empresarial, académica, campesina o vecinal. En ese marco, es clave el uso de las redes sociales para reforzar la convocatoria con mensajes claros y adecuados a las realidades en cada región, pero manteniendo una línea de carácter nacional.
Los liderazgos y partidos políticos también están llamados a ser parte del desafío nacional. “Instar a toda fuerza política opositora a este régimen totalitario a sumarse a nuestra lucha, ejecutando todas las acciones de unidad pertinentes y necesarias para cumplir y hacer cumplir lo decidido dentro de esta magna asamblea”, señala el documento aprobado por los comités cívicos y las plataformas ciudadanas.
Aquellos políticos que vuelvan a decir que no asistirán porque no quieren electoralizar o embarrar la movilización de los ciudadanos, como ocurrió con las recientes marchas en ocho de las nueve capitales, no solamente estarán mostrando que privilegian sus intereses por encima de la Patria, sino que confesarán que están en la puerta de ingreso o ya forman parte activa del proyecto de poder de Arce.
Tres días antes, el domingo 22 de enero, para celebrar el Día del Estado Plurinacional, el arcismo aupado por sectores sociales cooptados mediante prebendas y privilegios, funcionarios públicos y militantes de banderas rojas, no azules, protagonizará una movilización que se anuncia masiva, sobre todo en La Paz, después del mensaje de Arce ante la Asamblea Legislativa.
Morales, en cambio, decidió trasladar el festejo a la República Argentina con los sectores orgánicos del MAS, la militancia del vecino país y Runasur, su proyecto geopolítico que tiene como próximo objetivo la constitución de una coordinadora regional. Solo su anuncio de visitar Argentina produjo pedidos para que sea detenido ni bien ponga un pie en el otro lado de la frontera.
La movilización oficialista en el país parece que tendrá importantes ausencias en cuanto a figuras y sectores que suelen participar en marchas y concentraciones. Pero, el masismo ha demostrado desde 2006 que no es manco ni cojo cuando de mantenerse en el poder se trata, salvo la revuelta popular de 2019. Sus voceros ya salieron a descalificar la iniciativa del Cabildo Nacional o los nueve cabildos departamentales.
Ojalá que esas arremetidas discursivas no deriven en actos de sabotaje o incluso en ataques a los cabildos ciudadanos, siguiendo el manual del socialismo del siglo 21. Sucedió en la última marcha en la zona Sur de La Paz, que fue emboscada por grupos de masistas armados con potentes petardos y fuegos artificiales que la disolvieron en cuestión de minutos, ante la complacencia de la Policía.
Ha llegado el momento de enfrentar el miedo de manera colectiva, de neutralizarlo movilizándose por la democracia, libertad, justicia y los Derechos Humanos. Solo una masiva asistencia a los cabildos simultáneos hará que el miedo cambie de acera, como dijo una icónica profesora venezolana en la última movilización de los maestros de ese país, amenazada previamente por bandas armadas del chavismo.
Dependerá de todos que el miedo cambie de acera el 25 de enero en Bolivia, que la preocupación se instale en el bando de quienes cometen atropellos desde el poder, que quede claro quiénes son realmente mayoría en el país y qué quiere esa mayoría en el corto y mediano plazo.
“Bolivia unida jamás será vencida” es otra consigna que puede retumbar fuerte en Bolivia, puede impactar en el pedido internacional de liberación de los presos políticos, impulsar la recolección de firmas de adhesión para el referéndum judicial y establecer la unidad desde las calles para defender la democracia, recuperar la libertad y promover la justicia en un año que ha empezado y continuará tumultuoso y políticamente desordenado.
Edwin Cacho Herrera es periodista