Justo en el día que se cumplieron los plazos y se mostraron las cartas de los jugadores electorales nacionales tendré el descaro de no ocuparme del tema. No ignoro la importancia que tendrá en nuestras vidas que las elecciones se adelanten, posterguen o se realicen en las fechas estipuladas. También sé que ninguna de las candidaturas -peor, las que quieren darle continuidad al régimen actual- están decididas a embarcarse en un rumbo de transformación real.
Lo que hagamos o dejemos de hacer, política y electoralmente, nos afectará directa e inmediatamente, pero, vale la pena, ahora, escrutar las fuerzas que, por encima de nuestros deseos y percepciones, están moldeando los mercados y políticas mundiales, imponiendo a la humanidad rumbos y situaciones cuyo control ya sobrevuela por encima de quienes creen estar manejándolos.
Sobresalen la “guerra comercial” y las modificaciones de balance político internacional impuestos por las decisiones del gobierno de Donald Trump que, en lo poco y breve que han avanzado, ya han trazado líneas profundas , tan inesperadas como incontrolables para el que las ha provocado. Inclusive en el caso de que la tregua de noventa días pactada entre EEUU y China se prolongue indefinidamente, los efectos de pasos ya dados y anuncios de otros nuevos han desatado consecuencias de largo aliento y de muy difícil revocatoria.
Tal efecto de avalancha nace del origen solapado de los conflictos inmediatos, como son la gran deuda y déficit de EEUU, que está tratando de resolver con aranceles aduaneros (“guerra comercial”), supuestamente cargados sobre los demás países pero que, en definitiva, serán principalmente pagados por los consumidores estadounidenses. La administración de Trump, al mismo tiempo que mantiene y rebaja impuestos a las grandes fortunas, introduce subrepticiamente en su país un impuesto universal, en busca de disminuir el déficit y el peso de su deuda, pero que lastra tanto la economía, que termina por hacer inviables sus objetivos. De esta manera, el supuesto retorno de empleos manufactureros en realidad los recorta y deteriora la calidad de vida y los ingresos de las clases trabajadoras.
Esto precipita el descubrimiento de que China ha sobrepasado, silenciosa e implacablemente a EEUU en varios campos tecnológicos, incluyendo sectores bélicos, como se vio en el ataque de India a Paquistán, país que usando misiles y recursos electrónicos de interferencia chinos, derribó a los mejores cazas occidentales (los Rafale) y “encegueció” los sistemas de guía y alerta indios. Sin siquiera sospecharlo, la ofensiva arancelaria de Trump creo el escenario para desnudar ante el mundo que en autos eléctricos, baterías, 5 y 6 G, EEUU está a la zaga y que en inteligencia artificial, igual que en tecnologías bélicas China pugna vigorosa y rápidamente por la punta.
Todo esto, que se ha estado gestando y evolucionando en varios años, incluye las sanciones impuestas por EEUU para tratar de frenar el avance tecnológico de su principal rival, pero que han conseguido lo contrario, ha explotado en las narices de la administración trumpista. Además, el estilo pomposo y megalomaníaco del presidente que tiene la mayoría de electores estadounidenses a su favor, ha forzado desencuentros y rupturas con sus principales aliados.
Las idas y venidas del señor, mientras juega golf y hace giras de recolección de coimas y comisiones, están cambiando el mapa de rutas comerciales, abastecimiento y mercados. Así, como Canadá no puede esperar el cambio de humor del presidente vecino ya ha dispuesto que sus hidrocarburos se desplacen a nuevos destinos, reconfigurando el comercio y mapa energético, que no volverán a su estadio anterior en dos o tres años, o más probablemente, en cualquier otro momento.
Lo mismo pasa con los alimentos, como la soya y la carne, ensanchando mercados a Brasil y Argentina y poniendo en serios aprietos a las exportaciones del medio Oeste de EEUU, con el cierre de su principal mercado, el chino. Europa, todavía incrédula ante los desplantes y abandono de EEUU, empieza a buscar opciones y a comprender que su seguidismo de los años previos tiene una larga factura por su desindustrialización y retraso en investigación y desarrollo.
De este modo, mientras en Bolivia nos intoxicamos con chismografía política interna, insuficiente de todos modos para esconder el galopante retorno de la pobreza, resultamos inconscientemente arrastrados al colapso de un orden mundial que se está hundiendo.