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H Parlante | 27/08/2018

Oposición boliviana, títere del enemigo

Rafael Archondo Q.
Rafael Archondo Q.

La oposición boliviana ha venido acumulando un kilo de defectos, algunos de los cuales, con el andar del tiempo, se han venido haciendo crónicos. Es improvisada, perezosa y la mejor amiga de la consigna instantánea. Sin embargo, el mayor de sus yerros es su nula capacidad estratégica. Se engolosina espasmódicamente con cada coyuntura y se duerme al día siguiente para hacer la digestión. Jamás mira más allá de la declaración inminente y menos concibe un plan que le permita avanzar sacando ventaja de los intereses genuinos del adversario.

La oposición parece, en palabras breves, un enclenque títere del oficialismo. Cuando el MAS decide arremeter contra Carlos Mesa, en vez de investigar a fondo el caso Quiborax y plantear una política soberana frente a los arbitrajes internacionales, se apresura a cortejarlo como futuro candidato. En el instante en que el gobierno desiste de un juicio en contra del ex presidente, lo devuelve al rincón del olvido y renueva sus pugnas internas. Horas después, los Kjarkas se pliegan abiertamente a la campaña de la repostulación y la oposición convoca a no ir a sus conciertos. Ahora que el partido de gobierno pone en cartelera la Ley de Organizaciones Políticas, de inmediato la califica como una burda maniobra para desbaratar las movilizaciones en pos del respeto a la voluntad expresada en el 21F.  Ni una línea de análisis del proyecto, ni una sílaba sobre la posibilidad de usarla en su favor. La oposición boliviana se aferra a la vana esperanza de que Evo Morales acepte irse a su casa el próximo año, así nomás, solo para no estropear su semblante cada que escucha a alguien gritar: “Bolivia dijo No”. Tantos años maniobrando desde el poder y todavía no lo conocen.

Si la oposición boliviana busca en serio encauzar una transición que saque el país de la lógica del caudillo, necesita moverse con astucia y rapidez. La Ley de Organizaciones Políticas puede dejar de ser la última maniobra para prolongar el mando unipersonal y convertirse en la antesala de su desplazamiento gradual. Sin embargo, si la oposición sigue hipnotizada por el 21F, la ocasión será desaprovechada.

Si la Ley se aprueba como viene, en noviembre de este mismo año, la oposición en pleno podría sentarse en una mesa, tomar una hoja de papel y apuntar los nombres de quienes aspiran a representarla.  Y así, sin mucho esfuerzo, opositores de todo el país podrían hacer fila en enero para votar por la figura más seductora. 

El oficialismo le está regalando a la oposición la herramienta para unirse. No usarla implica ensartarse en acuerdos cupulares, pactos de camarilla, arreglos entre caudillos de Alasitas. Las primarias, en cambio, le permitirían escuchar la voz de una mayoría electoral dispersa y heterogénea a la que generalmente no se convoca salvo para aplaudir o desfilar.

¿Aceptar las primarias es traicionar la lucha por el 21F?  No, en lo absoluto. Que la oposición se dé a la tarea de contar con un candidato no la inhibe de exigir que la Constitución se cumpla y que el MAS releve a sus actuales liderazgos. En Colombia, las primarias le dieron una ventaja insuperable a Gustavo Petro sobre Sergio Fajardo. En Estados Unidos, están abriendo paso a nuevos candidatos demócratas que, negándose a recibir dinero de las corporaciones, son el destacamento de vanguardia de la lucha en contra de la reelección de Donald Trump. ¿Dejarán ir los bolivianos esta oportunidad?

Rafael Archondo es periodista



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