Gonzalo Chávez Álvarez (GChA) en su reciente columna
“Consejos conejos para revolucionarios en flor” (¡Qué título más
antirrevolucionario y quisquilloso para todos los masistas que, como buenos
absolutistas, están enfermos de gravedad y cargados de diatribas –como muy bien lo
sabía Humberto Eco y lo dejó tan patente en su novela El nombre de la rosa–, y seguro apretaron
la mandíbula y los colmillos ante esa pieza de opinión), observa de manera
socarrona que fue el propio hermano Evo quien reconoció y le pidió que
reconozca al propio hermano Lucho, el non plus ultra de la economía, que
“no estamos bien económicamente”. Y a continuación le da la bienvenida al Jefazo
“a la ingrata tarea de decir la verdad de los hechos sociales y económicos a
los sordos del alma”.
Pero GChA, pasando el derrotero del bien y del mal, va más allá: se atreve a dar un pasito en flor a la vereda de los “consejos conejos” para que el Gobierno llegue a fin de año sin grandes sobresaltos. Encuentro dos objeciones a la postura de GChA: una, proviene de los hermanos Marx.
- Groucho: Vamos, Ravelli, ande un poco más rápido.
- Chico: ¿Y para qué tanta prisa, jefe? No vamos a ninguna parte.
- Groucho: En ese caso, corramos y acabemos de una vez con esto.
Y sí, una es que el Gobierno corra “y acabemos de una vez con esto”… que no va a ninguna parte. ¿O adónde vamos como sociedad? ¿Cuál es el norte programático de la nave estatal? Evo-Presidente. Arce-Presidente. En ambos casos, uno o el otro, los gobernantes por delante de los gobernados. Seamos claros: ningún contrato vale el papel en el que está impreso si las partes no están contentas. Y ahora seamos sinceros: solo están contentos/as los que están en el Gobierno y mientras les dura la melosa estadía. Hasta el Jefazo y sus acólitos no están contentos y entonces se dieron al dulce arrebato de decir la verdad y orillarse en la oposición.
La segunda objeción. GChA piensa que el Gobierno puede dar un primer paso: “reconocer que tienes problemas”. Pero empezar a reconocer sería el principio del fin del Gobierno, abrir las puertas a la implosión, como lo fue para Gorbachov confesarle a su esposa Raisha de que “Así no podemos seguir”. Y paso seguido, Glasnost y Perestroika. Y ya sabemos cómo terminó todo ese sinceramiento estatal. Si el Gobierno del MAS empieza a reconocer que su mayor fortaleza, la economía, “no está bien”, imagínense qué sucedería con aquello que sabemos que está endiabladamente mal como la justicia, la policía, el Congreso, la Defensoría del Pueblo, el Órganos Electoral Plurinacional, las empresas estatales, los pasos de cebra… hasta nuestra selección de fútbol y hasta el propio MAS, que inauguró el lenguaje estertóreo de los insultos, los golpes y los sillazos entre militantes de la misma sigla.
“Corramos y acabemos de una vez con esto”; porque esto ya huele a azufre quemado.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.