¿Ha escuchado decir a alguien “siento una sana envidia”? Déjeme decirle que no hay tal, la envidia no es sana, es un sentimiento negativo que experimenta una persona al compararse con otra deseando tener algún atributo o algo que aquella posee, sin conseguirlo. La Real Academia Española dice que la envidia es una “tristeza o pesar del bien ajeno o el deseo de algo que no se posee”. El punto es que no se puede tener todo lo que se quiere (v.gr., menos edad), mientras que, en otros casos, lograr algo que tiene otro dependerá del propio esfuerzo. El sabio Salomón decía que “toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo” (envidian los que no tienen éxito).
Tener envidia es malo, no así, sentir admiración por algo bueno que alguien haya logrado, especialmente, si fue por su trabajo. Precisamente esto último sentí recién, al oír al Presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, dando un esperanzador discurso a su país, diciendo algo así:
“En el pasado no se pensaba en trigo para esta región. EMBRAPA, hoy, con nuevas tecnologías y estudios, ya empieza a sembrar y cosechar trigo en regiones nunca antes pensadas. Tenemos 1.000.000 de hectáreas en Roraima listas para producir trigo y así como en el Centro Oeste no se pensaba en el pasado en trigo para esta región, hemos logrado con la Cristalina-GO, 9.600 kilos por hectárea, prácticamente 4 veces más de productividad. Tenemos un incremento de más de 1.000.000 de toneladas en el último año. Y, en 5 años más, seremos autosuficientes en trigo, y en 10 años estaremos exportando el equivalente a lo que consumimos.Miren la importancia de la solidez de un gobierno que respeta las cuestiones jurídicas, respeta los contratos y gana cada vez más la simpatía y la confianza de todo el mundo; una señal de que Brasil es un ejemplo para el mundo en la cuestión del agronegocio”.
Sinceramente, no sentí envidia, mas bien, admiración. No sentí envidia… ¿saben por qué? Porque, aunque somos históricamente deficitarios en la producción de trigo y este año tal vez debamos importar el 70% de la harina y el trigo que consumiremos, es algo que, con voluntad política y con políticas públicas conducentes a incrementar su producción, se puede revertir el déficit muy fácilmente, para llegar a ser el día de mañana motivo de admiración -un “caso de estudio” para otros países- como ocurre con la soya producida en el Oriente que, justamente, rota con el trigo en invierno.
Como un hombre de fe, que cree en los milagros y sabe que nada es imposible para Dios, que toca mentes y corazones, imaginé entonces, por un momento, al Presidente del Estado, Luis Arce, dando un discurso, anunciando algo más o menos así, al país:
“Hermanos y hermanas, vamos a ser autosuficientes en trigo hasta el año 2025; para cuando festejemos el Bicentenario de Bolivia, vamos a ser. Alguito más: no vamos a producir más trigo solo para tener seguridad, sino soberanía alimentaria… ¡Vamos a convertir a Bolivia en exportador de trigo! Tenemos la tierra para hacerlo; tenemos las manos para hacerlo y tenemos las ganas de hacerlo; con tecnología de punta y con las mejores condiciones que daremos a nuestros productores, subiremos la productividad, y con ello, la producción y los ingresos para nuestros agricultores; bajaremos así, el gasto de dólares, porque vamos a sustituir importaciones y, algo que seguro les va a gustar: ¡Nuestra marraqueta ya no será medio gaucha ni medio gringa, como antes, sino 100% boliviana, compañeros y compañeras!” (aplausos).
Alguien dirá que estoy soñando despierto. Yo respondo: soñar no cuesta nada. Los grandes inventos siempre han partido de un sueño, de una visión que ha canalizado energías y esfuerzo. Las grandes proezas humanas a lo largo de la Historia se han inspirado en la búsqueda de la realización de sueños. Alguien dijo que un sueño no es, sino, el futuro en el pensamiento del hombre. Sé que lo podemos hacer, además, lo debemos hacer. Por el bien de Bolivia, como Brasil lo ha hecho… ¡lo vamos a hacer!
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional