Los pocos intentos de debate sobre la economía entre políticos han
fracasado casi antes de su inicio porque las partes se descalifican mutuamente
con etiquetas como “neoliberal” o de “izquierda infantil”. Zanjemos el tema
para tener debates sobre temas relevantes y, sobre todo, evitarnos, en el
debate electoral, el aburrimiento de las muletillas repetidas.
A fines de los años 80, el Consenso de Washington expresó en 10 lineamientos de políticas lo que se consideró como el decálogo que sintetizaba los principios neoliberales. La Constitución Política boliviana de 2009 afirma en su prólogo: “Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal” y sin embargo incorpora, en una veintena de artículos, nueve de los 10 “principios” del Consenso de Washington. Entonces, o nuestra CPE es “90% neoliberal” o el CW no define al modelo neoliberal.
Si se rechaza la posibilidad que la CPE sea neoliberal, entonces las “políticas económicas antineoliberales con orientación social” serían la evidencia del no alineamiento con el neoliberalisno: propiedad pública de los recursos naturales, participación del Estado en la economía (como productor y/o regulador), uso de subvenciones y transferencias, etc. El problema con esto es que muchos estados, abiertamente neoliberales, aplican algunas o todas estas políticas “con orientación social”.
Si la CPE no es neoliberal ni la intervención selectiva del Estado en la economía tampoco es anti-neoliberal, ¿cuáles son entonces los principios del neoliberalismo?
Dos son los principios doctrinales del neoliberalismo: i) los factores capital y trabajo, que son parte de los procesos productivos, son remunerados por “lo que valen” en el mercado; y, ii) los precios en el mercado se ajustan para mantener la demanda que, a su vez, determina que permanecerán en el mercado las ofertas que hagan uso óptimo de los recursos productivos.
El primer principio ha instalado en el imaginario social que el capital es el recurso escaso (vale más), mientras que el trabajo es el abundante (vale menos). En consecuencia, las políticas de “desarrollo” y las proyecciones de crecimiento concentran la atención en fortalecer al sistema financiero para atraer y captar capital; las proyecciones de crecimiento de la economía solo toman en cuenta montos de inversiones sin atención real alguna al rol del trabajo (la gente).
Bajo el segundo principio, en la práctica se ha desprotegido totalmente el mercado interno; las ofertas externas mantienen los precios bajos y ante las rigidices de la política tributaria, los salarios y la remuneración al trabajo son la variable de ajuste para mantener las utilidades. Poco importa que mucho de esto implique una desleal competencia a la producción interna y afecte su capacidad de generar oportunidades de empleo e ingreso para los hogares.
Estos comportamientos son resultados de la consigna “one target, one policy” (una meta, una política) que guía desde hace 25 años al modelo neoliberal: control de inflación como meta (para preservar el valor de los activos financieros) y a la política monetaria (tasas de interés y oferta monetaria) como medio para promover el crecimiento vía expansión monetaria.
Estos son, precisamente, los lineamientos de políticas que guían a las recomendaciones del FMI. A pesar de los rechazos discursivos a las sugerencias del FMI, los hechos sugieren que, en la práctica, Bolivia ha estado aplicando, muy estrechamente, esas recomendaciones.
Por ejemplo, en su reporte de 2011, el FMI afirma que la prioridad a corto plazo es frenar la inflación, en tanto que, satisfacer las necesidades de desarrollo y lograr avances en la reducción de la pobreza se mantienen como objetivos a mediano plazo. Recomienda que la prioridad debe ser bajar la inflación, incluyendo apreciación más rápida del boliviano; bajar la volatilidad macroeconómica y asegurar una política fiscal sostenible (mayor presión tributaria); preservar la salud del sistema financiero; eliminar restricciones a la inversión privada; y reforzar las trasferencias a los sectores vulnerables (bonos).
En buen romance, para el FMI avanzar en la reducción de la pobreza NO es la prioridad... Los reportes posteriores mantienen estas orientaciones y tampoco mencionan al empleo como tema prioritario. De hecho, los bonos fueron promovidos por el Banco Mundial a fines del siglo pasado, no como medidas de equidad sino como mecanismo para amortiguar el rechazo social a las reformas estructurales introducidas al calor del Consenso de Washington.
Las recomendaciones del FMI coinciden estrechamente con las políticas que efectivamente se han aplicado en los últimos 20 años, lo que explicaría las reiteradas felicitaciones del FMI por el comportamiento de la macroeconomía.
En conclusión: el modelo vigente en la Bolivia del Siglo XXI, más allá del discurso, ha sido y es el neoliberalismo. Punto. Es hora que los políticos debatan cómo la economía resolverá los reales problemas de la ciudadanía (algo que el neoliberalismo nunca logrará). No importa si se ubican como neoliberales de izquierda, o como socialistas de derecha. Los problemas que deben ser resueltos, siguen siendo el mismo.
Enrique Velazco, especialista en temas de desarrollo, es director de Inaset.