¿Qué hubiera ocurrido en febrero de 2023 si Luis Arce y su gobierno, sobre todo su equipo económico, encaraban de otra manera la crisis de los mil rostros, antes de que estos se manifestaran? Su opción fue asumirse autosuficientes. Creyeron que podrían engañar a todos todo el tiempo. Dos años después, en puertas de los comicios generales, están en un callejón sin salida; sin embargo, no se muestran preocupados. Andan recorriendo el país promoviendo la imagen, con recursos públicos por supuesto, de que el continuismo es la solución a todos nuestros males.
Su errática forma de actuar ante la crisis multidimensional ha hecho que en los últimos meses —fines de 2024 e inicios de 2025— se unan los sectores que deberían haber permanecido compartimentados para que sus quejas, denuncias, análisis y cuestionamientos sobre la profundización de los problemas estructurales no pasen de ser el clásico e inocuo “lamento boliviano”. El escenario es distinto ahora, con todos los actores en apronte, con bloqueos carreteros, organizando la marcha multisectorial que partirá desde Patacamaya el 18 de marzo.
Extrañamente, en este tiempo, el Ejecutivo no activó los vasos comunicantes con los sectores en conflicto para entablar conversaciones, al menos para paliar los efectos de las crisis cambiaria, energética, alimentaria, de reservas internacionales y probablemente de balanza de pagos. ¿No le interesa ningún tipo de acercamiento? Su cálculo político pasa porque la marcha y otras acciones de protesta no lograrán despertar a la sociedad aletargada, acostumbrada a la nueva realidad de carencias, y que estaría esperando las elecciones generales para darle al país un cambio de rumbo.
Confiados en ello, al presidente-precandidato y su entorno andan repitiendo donde pueden la cantaleta de pedir a la Asamblea Legislativa el desbloqueo de créditos internacionales por más de 1.600 millones de dólares, sabiendo que las fuerzas opositoras y el evismo no lo harán, con lo que tienen el discurso, la excusa suficiente para no abordar en serio la solución a la crisis multidimensional.
Es más, ya ni siquiera existe la triada de bomberos sociales y políticos, compuesta por la Iglesia Católica, la Defensoría del Pueblo y la Asamblea de Derechos Humanos, que se encargaba de aplacar los incendios y acercar a las partes para que lleguen a acuerdos, en los que las principales figuras del MAS fueron protagonistas de primera línea. Eran tiempos neoliberales, dirán los capos de este tiempo que creen que pueden seguir pateando el balón hacia adelante, convocando a encuentros nacionales con el empresariado e instalando gabinetes sectoriales que no han servido para resolver ni una de las crisis que agobian a los bolivianos.
¿Cómo piensan desactivar lo que se viene la próxima semana? ¿Está en sus planes descalificar la marcha multisectorial calificándola como la muestra más evidente de la conspiración nacional y extranjera en contra del gobierno de la industrialización?
En las últimas semanas, lo que fue la única bandera de lucha, la derogación de una disposición normativa que pone en riesgo la propiedad privada, se ha convertido en un paquete de multidemandas: la exigencia de reabastecimiento de carburantes, la paralización de los contratos de extracción del litio, la suspensión del veto a las exportaciones y la reaparición de los dólares, entre otras, que podrían ser razones suficientes para el despertar de la comunidad.
Hay quienes piensan y argumentan que, pese al panorama de multicrisis, multidemandas y protesta mulitsectorial, el oficialismo “aparentemente fragmentado” puede dar una sorpresa y ganar las elecciones del próximo 17 de agosto, sacando del camino al caudillo o incordio político, en primer lugar, para convertirse en la gran opción electoral.
Mi criterio es que esa sorpresa solo puede darse con un nuevo fraude electoral que nos pondría a merced de una feroz dictadura que no desaprovechará el mecanismo democrático del voto para desnudarse como tal. Arce estaría consiguiendo, por tanto, lo que Evo Morales intentó, pero no pudo lograrlo, además con el respaldo de los países del socialismo del siglo XXI y sus conexiones geopolíticas con Rusia, Irán y China, explicado con claridad por el periodista Carlos Valverde Bravo en su artículo de opinión del 9 de marzo de 2025 (https://www.datapolis.bo/opinion/por-que-no-va-preso-evo-morales).
Por el corto tiempo político que falta para las elecciones generales —cinco meses— y el agravamiento de las diversas crisis, la marcha multisectorial podría convertirse en el detonador que active a la sociedad contra un plan prorroguista cuyo objetivo es la instauración de una verdadera dictadura en Bolivia, con todas las consecuencias que eso supone para las libertades colectivas y los derechos individuales en el país. Pronto se verá si la comunidad comienza a reaccionar y defender los cerca de 43 años de democracia frente a las casi dos décadas de gobiernos tiránicos, preparatorios de un ciclo dictatorial.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.