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Posición Adelantada | 27/02/2023

Mi propuesta

Antonio Saravia
Antonio Saravia

La economía del país atraviesa un momento muy complicado. El paulatino deterioro del aparato productivo, las cuentas fiscales y las reservas internacionales ha alcanzado un nivel que merece nuestra más urgente preocupación. Si no asumimos medidas decisivas para revertir esta tendencia podríamos estar a la puerta de una severa crisis, no en un futuro distante, sino ya, en el corto o mediano plazo.

He criticado con acidez el manejo económico del gobierno: la irresponsabilidad, corrupción, megalomanía e incompetencia que nos han dejado con la soga al cuello. Mis críticas, y las de muchos de mis colegas, no son un ejercicio gratuito. La economía viene mal hace muchos años y es un deber decirle a la gente la verdad. La crítica viene además acompañada de propuestas serias para re-encauzar el camino, paliar la crisis y sentar las bases de un desarrollo sostenible en el largo plazo. Dejo aquí siete puntos fundamentales.  

1. Es urgente apuntalar las RIN y mantener el tipo de cambio fijo. Estas variables son las piedras fundamentales de la estabilidad macroeconómica. La mejor forma de atraer dólares es exportando. Para esto, es necesario reducir cupos, controles de precios y demás regulaciones que estrangulan al sector privado. Debemos entender que el gas se acabó y dejar de pensar que un nuevo recurso natural será nuestra salvación. Es hora de meternos en la cabeza que sin un sector privado ágil y pujante, no podremos generar dólares de forma sostenida. Un solo ejemplo de regulación ineficiente, y que de levantarse tendría un efecto positivo y casi inmediato sobre nuestras RIN, es la prohibición de producir productos agrícolas transgénicos.

2. Debemos reducir significativamente el gasto público y el tamaño del gobierno. Esto es imperativo e innegociable. Tenemos que dejar de acumular déficits fiscales de forma inmediata. Si estos siguen sumando, seguiremos comiéndonos las reservas y acumulando deuda (que ya sobrepasa el 80% del PIB). Ultimadamente, y en un contexto de altas tasas de interés y un deterioro acelerado de nuestra calificación crediticia (riesgo país), la deuda generará más impresión monetaria, devaluación de la moneda e inflación.

Existen varias formas de reducir el gasto público. Todas las opciones serán complicadas e impopulares, pero esta es la madre del cordero y no queda otra que ajustarse el cinturón:

a. Debemos eliminar (o al menos reducir significativamente) el subsidio a los hidrocarburos. Tengo claro que esto es impopular y puede generar crisis políticas, pero también tengo claro que es una medida impostergable. Ha llegado la hora de ponerle el cascabel al gato y la gente lo sabe. No podemos gastar más de $us 1.500 millones al año para que los combustibles sigan siendo artificialmente baratos. Una forma de hacerlo es transformando el subsidio a la gasolina en vouchers a los consumidores y hacer que estos vayan reduciéndose paulatinamente. Existen formas creativas de atacar el problema, pero se debe tener la convicción política de hacerlo.

b. Debemos achicar el tamaño del gobierno reduciendo significativamente el número de empleados públicos (y el número de ministerios, viceministerios, etc.). La reducción del aparato estatal no solo nos ahorraría gasto, sino que desburocratizaría el sector público haciendo más fáciles los trámites y la producción en el sector formal. Además, mostraría que los políticos están dispuestos a cargar una buena parte del peso del ajuste y que no le estaríamos pidiendo a las familias que sean las únicas que lo hagan.

c. Debemos eliminar todas, o la gran mayoría, de las empresas públicas ya sea privatizándolas o disolviéndolas (incluso aquellas consideradas “estratégicas”). Esto no solo ahorraría gasto, sino que devolvería mucho del proceso productivo al sector privado. No podemos seguir operando empresas ineficientes y deficitarias que solo sirven de botín de pegas y corrupción para la gente del gobierno. Digámoslo fuerte y claro, la privatización debe ser un instrumento clave en nuestra pelea contra la actual crisis económica.

3. Debemos flexibilizar el mercado laboral. No se puede crear empresa, innovación y riqueza cuando contratar y despedir resulta tremendamente caro y complicado. Se deben eliminar, por ejemplo, el doble aguinaldo y muchas de las prestaciones de las que es responsable el empleador. Esto no es “desproteger” al trabajador. Al revés, la flexibilización incrementa los incentivos a crear empleos y la probabilidad de que ese trabajador consiga ser contratado en el mercado formal.

4. Se deben eliminar cupos de exportación, controles de precios y otras regulaciones que ponen al empresario en camisa de fuerza. Se deben también reducir, o eliminar, impuestos en lugar de crear nuevos como el impuesto a las grandes fortunas. El objetivo general es mejorar el ambiente institucional y que hacer negocios en Bolivia sea fácil y seguro. Si podemos hacerle la vida más fácil al empresario nacional podremos después exigirle que compita con los productos importados sin necesidad de protecciones arancelarias. Si le hacemos la vida fácil al empresario nacional podremos abrir las fronteras con arancel cero. Esto beneficiaría a las familias más pobres del país, formalizaría mucho de la actividad informal y motivaría a nuestros empresarios a competir.

5. Debemos terminar con esta sinvergüenzura de nacionalizar las pensiones a través de la Gestora. Los ciudadanos deben poder decidir quién le administra sus ahorros. Necesitamos competencia, no crear monopolios.

6. En el mediano plazo, debemos dar un salto cualitativo en la provisión de seguridad jurídica. Sabemos que reformar la administración de justicia es una tarea titánica, pero es preciso que el país invierta el tiempo y los recursos necesarios para ello. Una buena parte de la razón por la que no podemos aprovechar los nuevos precios altos del gas desde que empezó la guerra en Ucrania, es porque no hicimos exploración de nuevos yacimientos. Y esto se debe a la falta de seguridad jurídica que ahuyenta la inversión extranjera.

7. También en el mediano plazo, deberemos pensar en reformas serias en educación y salud que modernicen los sistemas y mejoren la calidad de los servicios. Y no estoy hablando de un nuevo currículo o de abrir más hospitales, estoy hablando de reformas profundas que cambien los incentivos de los actores en ambos sectores. Mi recomendación es discutir seriamente como incrementar la participación privada con el uso de vouchers que subsidien, no la oferta, sino la demanda.

Hay mucho que hacer y este listado de siete puntos no cubre todas las reformas que el país necesita. Establece, sin embargo, una declaración fundamental de principios porque no solo enfrenta la crisis actual, sino que muestra el camino para el futuro: sacar a los políticos del medio y devolverle al individuo la responsabilidad del desarrollo.

Antonio Saravia es PhD en economía (Twitter: @tufisaravia)



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